LA CASA
El
hombre solo escucha la voz apacible
con
la mirada entornada, como si una respiración
alentase
sobre su rostro, una respiración amistosa
que
resurge, increíble, del tiempo ya ido.
El
hombre solo escucha la antigua voz
que
sus padres oyeron, en tiempos, clara
y
recogida, una voz que, como el verde
de
los estanques y de los cerros, se oscurece al anochecer.
El
hombre solo conoce una voz de sombra,
acariciante,
que fluye en los sosegados tonos
de
un secreto manantial: la bebe, absorto,
con
los ojos cerrados, y no parece que la tenga a su lado.
Es
la voz que, un día, detuvo al padre
de
su padre y a todos los de su estirpe
muerta.
Una
voz de mujer que suena, secreta,
en
el umbral de la casa, cuando caen las sombras.
Cesare
Pavese
Italia,
1908
Cuadro de Miguel Oscar Menassa
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