domingo, 22 de diciembre de 2019

YO PERSIGO UNA FORMA.... RUBÉN DARÍO



YO PERSIGO UNA FORMA…


Yo persigo una forma que no encuentra mi estilo,
botón de pensamiento que busca ser la rosa;
se anuncia con un beso que en mis labios se posa
el abrazo imposible de la Venus de Milo.

Adornan verdes palmas el blanco peristilo;
los astros me han predicho la visión de la Diosa;
y en mi alma reposa la luz como reposa
el ave de la luna sobre un lago tranquilo.

Y no hallo sino la palabra que huye,
la iniciación melódica que de la flauta fluye
y la barca del sueño que en el espacio boga;

y bajo la ventana de mi Bella Durmiente,
el sollozo continuo del chorro de la fuente
y el cuello del gran cisne blanco que me interroga.

Rubén Darío





viernes, 13 de diciembre de 2019

UNA TARDE CUALQUIERA - Carlos Fernández





UNA TARDE CUALQUIERA

Por contar esta historia nadie podrá denunciarme
y sin embargo aún la recuerdo.
Acabábamos de hacer el amor, comencé a sonreír
y… ¡espera, espera!
Salió corriendo hacia mi despacho jadeante y descalza,
volvió con papel, bolígrafo, cerillas de madera
y mi pipa de cedro irlandés.
¡Escríbelo, escríbelo!

Yo encendía la pipa y doblaba las hojas apoyándome
sobre un libro de cuentos que me había regalado.

¡Estoy mareada, estoy muy sensible, eso que haces choca en mí contra un tope!
¿tú lo notas?
Ella hablaba susurrándome al oído temblorosa y despeinada.
No le prestaba atención, recordaba esos vaivenes
de su cuerpo sobe el mío abatido en la cama,
aplastado por la noria de sus movimientos,
deslizándose como un acordeón de dúctiles paredes,
enroscándose a la cintura, abrasando mi pecho a besos,
girando novena grados sobre el vientre
mirando a la ventana que daba al mar.

A ella le gustaba hacer el amor de esa manera,
sentada en cuclillas dándome la espalda
y plegada sobre sí misma en una especie de zeta
que absorbía todos los jugos corporales y
deshidrataba hasta el último rincón de mi sed de amor.

Yo elevaba las caderas,
ella se agarraba furiosa a mí… decía para no caerse.
La izaba al aire y ella caía cada vez más abierta
a mi verga endurecida con aromas de diosas
y brava como el viento de ultramar.

¡No puedo más, no puedo más!,
gritaba y susurraba canciones de protesta
y caían de sus cabellos plumas de pasión
y las escamas de su vientre creaban unas con otras
melodiosos ruidos que acompañaban el ronroneo del somier.

Mientras escribía, seguía mirándome temblorosa y desnuda,
jugando con sus manos entre  mis muslos abiertos.
¿Te doy un masaje? Es muy bueno para la piel
y revitalización del tono intestinal,
lo he leído en una revista en la “pelu”. ¡Ya verás!
No le respondía, sabía que lo haría con placer
y me hacía sentir como un árabe rodeado de palmeras.

Volvía a encender la pipa y continuaba escribiendo,
más empezaba a notar, fruto de sus masajes
un calor cuando rodeando el surco balano prepucial 
de forma tangencial y precisa empezó a deglutirme
y creí morir… Pensé que es una tontería fallecer
justo en ese momento, dejé de escribir
y cayéndonos en la alfombra llena de libros
comencé a contarle una historia:
“Conocí una vez a dos mujeres que inventaban
en mis sueños siempre una nueva historia,
me regalaban verbos y me hacía bailar de acento.
Yo remarcaba oblicuo, cercano a ellas, sin rozarlas
cada vocal abierta de sus caderas,
los lomos del viento cruzando en zigzag sus pechos,
cayendo a bocados en vírgenes colores,
mientras abría sus piernas en columpios de atardeceres.
Una leía poemas sentada en el suelo,
la otra dibujaba acentos en cada gutural sonido,
en el gemido de mi cuerpo sordo bailando,
transformándome en rasgo, apenas tilde del desencuentro”.

Aquella noche, víspera del regreso a mi país,
cambié su rostro de siempre,
tiré a la papelera hojas y tabaco añejos.
Ella secó de lágrimas su cuerpo sobre el mío
y le hice el amor como se ama a una mujer,
abarcándola en cada movimiento,
acompasando cada latido con briosos envites al vacío,
rescatándola de golpe contra la nada,
dejándome arrastrar como un él, como una ella,
confundido, desvariado, firme en la cima,
ondeando la piel, aspirando en cada grito y jadeo
de su voz toda la muerte y volviendo sobre
los puntos suspensivos desvirgándome ajeno a mí,
escribiendo en su piel y rostro, aquella tarde.

Decidió contarme su secreto, nunca había gozado,
no sabía volar y aterrizando en jirones de color,
se crispó en túneles sin paredes, abrió el manjar.
De ella tomé lo que corresponde,
palabras sin acentuar durante siglos,
mirada sin lágrimas en la voz del deseo
y aquella historia enmarcando el silencio.

Esta vez el viaje es camino y huella,
fue botón de destrucción
será hoja de rocío, agua del mañana y sencillo remolino.

Carlos Fernández del Ganso

miércoles, 11 de diciembre de 2019

BESA MI PIEL EN TU ALCOBA - Maribel Domínguez Duarte



BESA MI PIEL EN TU ALCOBA


¿Qué más te puedo dar, que no hayamos gozado?
Toma mi existencia,
horas solitarias pensando en ti,
cada uno de mis huesos
cansados de abrazarte a escondidas,
habitantes de un mundo sumergido,
silencioso, invisible, que agoniza
a la luz
y fenece fulminante en ojos ajenos.
                      
Cuántos abrazos asesinados por las agujas de tu reloj.
Cuántas noches frías, sangrando soledad,
esperando un latido simultáneo, acompañante,
una secuencia compartida 
sin temor al adiós.

Besa mi piel en tu alcoba.

Déjame que me enrede en una arruga de tus sábanas,
anudarme en tus brazos,
contemplemos juntos las sucesivas lunas.
Dejemos atrás las alegrías momentáneas,
toma esta rosa completa, con pétalos y espinas
y amanezcamos mañana también en las tristezas.

Maribel Domínguez Duarte


martes, 10 de diciembre de 2019

NO ME REGALES ROSAS - Gloria Gómez


NO ME REGALES ROSAS


No me regales rosas, no.
No es que yo no ame las rosas,
es que en el rosal lucen mejor
están vivas y cantan su alegría en los pétalos
dando el sí cuando corresponde un amor
y el no cuando visita el desamor.

En su raíz perdura la savia de la vida
recordando las espinas que recorren el alma
al ver su tallo.
Alcanzan la libertad echando pétalos al viento
para sembrar más vida en distinto jardín.
Nos sonríen a su paso dejando el inconfundible aroma de los besos,
inspiran el mejor verso al amante taciturno,
colman de belleza el trasluz de la ventana,
tersas y sublimes nos abren el rocío abrazando cuerpos.
Muestran la libertad en banderas trayendo el pan.

En su regazo guardan mi niñez.
Cada azul siento su aroma acariciando mi piel
van siempre en mi camino.
Cómo voy a querer arrancarlas?
Han  escuchado mis plegarias y mis juegos
han sido las primeras en descubrir mi primer beso
y han visto mi llanto y mi dolor, mis quejas y mis sueños.
Sonrientes cimbrean el ritmo de los amantes
son libres en su matorral,
allá donde están dejan una sonrisa que sólo ellas conocen.

Pero si se las corta…, se marchitan
poco a poco entristecen, no les llega la savia de la tierra,
¿savia? o ¿amor?...
…y sin darnos cuenta
el lugar que ocupan, queda vacío y se llena de soledad
en forma de nudo en el pecho
como si el amor se acabara.
Como si solo durante el tiempo que dura una flor cuando la cortas.
Después no queda nada.

No me regales rosas, no.
Sería como arrancar mi esencia de la tierra,
como quedarme sin las alas que da la libertad de la savia
o… el amor?

No se puede amar la libertad,
si se decide cortar la savia de cualquier vida,
el fluido que recorre las venas.
El temblor de la piel ante el roce de otra piel
se hiela, se enquista y muere.

Déjalas vivir
que yo quiero amarlas
cada vez que me regalas una con  tu boca

Gloria Gómez

lunes, 9 de diciembre de 2019

ME SIENTO EXTRAÑO - Leopoldo de Luis




ME SIENTO EXTRAÑO


Somos una costumbre, un gesto, un modo,
una manera de mirar, acaso.
Pequeños movimientos nos distinguen,
leves fórmulas marcan signos, rasgos
que se hacen peculiares nos conducen
por rutas diferentes a escenarios
de vida en que los viejos papeles suenan como
otro cuento distinto y necesario.

Me doy cuenta que estoy hecho de mínimos
materiales de vida moldeados
por antiguas liturgias, ritos graves,
ceremoniales de confusos hábitos
que me hacen lo que soy y ponen
su irremediable marca en mi costado.

Soy un pequeño mundo con sus normas,
sus leyes, sus funciones, sus mandatos,
su inevitable proceder, su modo
de respirar. No doy un solo paso
que no proceda de una antigua historia
y que no esté a un sistema acomodado.

¿Será la forma de partir el pan,
como Meaux? ¿Será como alzo el vaso
para el agua que bebo? Breves signos
caracterizan mi talante humano
y me hacen tan reducto de costumbre
y soledad, que ahora me siento extraño. 

Y sin embargo sé que soy lo mismo,
que algo nos une irremediablemente,
que un recorrido igual está esperándonos
y una misma materia nos sostiene.

Hay una misma sangre, un mismo río
de vida golpeando en nuestras sienes
y una misma esperanza que se hace angustia
en la garganta y en el pecho siempre.

En los espejos cruzan de los ojos,
árboles, lagos, tierras diferentes,
pero una sola flor los unifica:
es la roja azucena de la muerte.

Leopoldo de Luis


sábado, 7 de diciembre de 2019

EL INTERLUDIO DE LAS HORAS -Esther Núñez



EL INTERLUDIO DE LAS HORAS


En el interludio de las horas
las agujas de una clepsidra,
reposan precisas.

Su música acaricia los acordes que combinan un nuevo amor.
Sutiles se detienen…
de nuevo prosiguen…
afables, abrazas una nueva conversación.

En las alas del corazón su tic-tac
resuena en la precisión de otros labios, otro cuerpo.

Sus abrazos con sabor a aire,
presentes, libres, muerden la manzana prohibida.

Esther Núñez Roma

ATARDECER SOBRE EL ACANTILADO - Alicia Martín



ATARDECER SOBRE EL ACANTILADO

                  
En las mañanas del verano
reflejada por los rayos de sol
intervienen los recuerdos del
pasado,
las conversaciones persisten
activas
verificando nuevos proyectos
acontecidos en el olvido.
Apresurándonos
hacia la máquina del amor
construimos estrofas que
marcarán el destino de los dos.

jueves, 5 de diciembre de 2019

EVA ADVIERTE SOBRE LAS MANZANAS - Gioconda Belli




EVA ADVIERTE SOBRE LAS MANZANAS

Allí te quedo en el pecho,
por muchos años me goces.
C.M.R.

Con poderes de Dios
-centauro omnipotenteme-
sacaste de le costilla curva de mi mundo
lanzándome a busca tu prometida tierra,
la primera estación del paraíso.

Todo dejé atrás.
No oí lamentos, ni recomendaciones
porque en todo Universo de mi ceguera
sólo vos brillabas
recortado sol en la oscuridad.

Y así,
Eva de nuevo,
comí la manzana;
quise construir casa y que la habitáramos,
tener hijos para multiplicar nuestro estrenado territorio.
Pero, después,
sólo estuvieron en vos
las cacerías, los leones,
el elogio a la soledad,
y el hosco despertar.

Para mí solamente los regresos de prisa,
tu goce de mi cuerpo,
el descargue repentino de ternura
y luego,
una y otra vez, la huida
tijereteando mi sueño,
llenando de lágrimas la copa de miel
tenazmente ofrecida.

Me desgasté como piedra de río.
Tantas veces pasaste por encima de mis murmullos,
de mis gritos,
abandonándome en la selva de tus confusiones
sin lámpara, ni piedras para hacer fuego y calentarme,
o adivinar el rumbo de tu sombra.

Por eso un día,
vi por última vez
tu figura recostada en el rojo fondo de la habitación
donde conocí más furia que ternura
y te dije adiós
desde el caliente fondo de mis entrañas,
desde el río de lava de mi corazón.

No me llevé nada
porque nada de lo tuyo me pertenecía
--nunca me hiciste dueña de tus cosas—
y saliste de mí
como salen –de pronto—
desparramados, tristes,
los árboles convertidos en trozas,
muertos ya,
pulpa para el recuerdo,
material para entretejer versos.

Fuiste mi Dios
y como Adán, también
me preñaste de frutas y malinches,
de poemas y cogollos,
racimos de inexplicable desconciertos.

Para nunca jamás
esta Eva verá espejismos de paraíso
o morderá manzanas dulces y peligrosas,
orgullosas,
soberbias,
inadecuadas
para el amor.

Gioconda Belli

miércoles, 4 de diciembre de 2019

DE OTOÑO - Rubén Darío


DE OTOÑO


Yo sé que hay quienes dicen: ¿por qué no canta ahora
con aquella locura armoniosa de antaño?
Esos no ven la obra profunda de la hora,
la labor del minuto y el prodigio del año.

Yo, pobre árbol, produje, al amor de la brisa,
cuando empecé a crecer, un vago y dulce son.
Pasó ya el tiempo de la juvenil sonrisa:
¡dejad al huracán mover mi corazón!

Rubén Darío

lunes, 2 de diciembre de 2019

INVIERNO PARA BEBERLO - Vicente Huidobro



INVIERNO PARA BEBERLO


El invierno ha llegado al llamado de alguien
y las miradas emigran hacia los calores conocidos
esta noche el viento arrastra sus chales de viento
tejed queridos pájaros míos un techo de cantos sobre las avenidas

oíd crepitas el arcoiris mojado
bajo el peso de los pájaros se ha plegado

la amargura teme a las intemperies
pero nos queda un poco de ceniza del ocaso
golondrinas de mi pecho qué mal hacéis
sacudiendo siempre ese abanico vegetal

seducciones de antesala en grado de aguardiente
alejemos en seguida el coche de las nieves
bebo lentamente tus miradas de justas calorías

el salón se hincha con el vapor de las bocas
las miradas congeladas cuelgan de la lámpara
y hay moscas
sobre los suspiros petrificados

los ojos están llenos de un líquido viajero
y cada ojo tiene un perfume especial
el silencio es  una planta que brota al interior
si el corazón conserva su calefacción igual

afuera se acerca el coche de las nieves
trayendo su termómetro de ultratumba
y me adormezco con el ruido del piano lunar
cuando se estrujan las nubes y cae la lluvia

cae
nieve con gusto a universo
cae
nieve que huele a mar

cae
nieve  perfecta de los violines
cae
la nieve sobre las mariposas

cae
nieve en copos de olores
la nieve en tubo inconsistente

cae
nieve a paso de flor
nieva nieve sobre todos los rincones del tiempo

simiente de sonido de campanas
sobre los naufragios más lejanos
calentad vuestros suspiros en los bolsillos
que el cielo peina sus nubes antiguas
siguiendo los gestos de nuestras manos

lágrimas astrológicas sobre nuestras miserias
y sobre la cabeza del patriarca guardián del frío
el cielo emblanquece nuestra atmósfera
entre las palabras heladas a medio camino
ahora que el patriarca se ha dormido
la nieve se desliza se desliza
se desliza
desde su barba pulida.

Vicente Huidobro



domingo, 1 de diciembre de 2019

AMOR ETERNO - Gustavo Adolfo Bécquer




AMOR ETERNO


Podrá nublarse el sol eternamente;
Podrá secarse en un instante el mar;
Podrá romperse el eje de la tierra
como un débil cristal.

¡Todo sucederá! Podrá la muerte
cubrirme con su fúnebre crespón;
pero jamás en mí podrá apagarse
la llama de tu amor.

Guatavo Adolfo Bécquer

sábado, 30 de noviembre de 2019

viernes, 29 de noviembre de 2019

jueves, 28 de noviembre de 2019

miércoles, 27 de noviembre de 2019

QUE EL AMOR NO ADMITE CUERDAS REFLEXIONES - Rubén Darío



QUE EL AMOR NO ADMITE CUERDAS REFLEXIONES


Señora, el Amor es violento,
y cuando nos transfigura
nos enciende el pensamiento
la locura.

No pidas paz a mis brazos
que a los tuyos tienen presos:
son de guerra mis abrazos
y son de incendio mis besos;
y sería vano intento
el tornar mi mente obscura
si me enciende el pensamiento
la locura.

Clara está la mente mía
de llamas de amor, señora,
como la tienda del día
o el palacio de la aurora.

Y al perfume de tu ungüento
te persigue mi ventura,
y me enciende el pensamiento
la locura.

Mi gozo tu paladar
rico panal conceptúa,
como en el santo Cantar:
Mel et lac sub lengua tua.
La delicia de tu aliento
en tan divino vaso apura,
y me enciende el pensamiento
la locura.

Rubén Darío

martes, 26 de noviembre de 2019

ABANDONADOS - Gioconda Belli



ABANDONADOS

Tocamos la noche con las manos
escurriéndonos la oscuridad entre los dedos,
sobándola como la piel de una oveja negra.
               
Nos hemos abandonado al desamor,
al desgano de vivir colectando horas en el vacío,
en los días que se dejan pasar y se vuelven a repetir,
intrascendentes,
sin huellas, ni sol, ni explosiones radiantes de claridad.

Nos hemos abandonado dolorosamente a la soledad,
sintiendo la necesidad del amor por debajo de las uñas,
el hueco de un sacabocados en el pecho,
el recuerdo y el ruido como dentro de un caracol
que ha vivido ya demasiado en una pecera de ciudad
y apenas si lleva el eco del mar en su laberinto de concha.

¿Cómo volver a recapturar el tiempo?

DESPUÉS DEL AMOR - Vicente Aleixandre



DESPUÉS DEL AMOR

                                              
Tendida tú aquí, en la penumbra del cuarto,
como el silencio que queda después del amor,
yo asciendo levemente desde el fondo de mi reposo
hasta tus bordes, tenues, apagados, que dulces existen.
Y con mi mano repaso las lindes delicadas de tu vivir retraído.
Y siento la musical, callada verdad de tu cuerpo, que hace un instante,
en desorden, como lumbre cantaba.
El reposo consiente e al masa que perdió por el amor su forma continua,
para despegar hacia arriba con la voraz irregularidad de la llama,
convertirse otra vez en el cuerpo veraz que en sus límites se rehace.

Tocando esos bordes, sedosos, indemnes, tibios, delicadamente desnudos,
se sabe que la amada persiste en su vida.
Momentánea destrucción el amor, combustión que amenaza
al puro ser que amamos, al que nuestro fuego vulnera,
sólo cuando desprendidos de sus lumbres deshechas
la miramos, reconocemos perfecta, cuajada, reciente la vida,
la silenciosa y cálida vida que desde su dulce exterioridad nos llamaba.
He aquí el perfecto vaso del amor que, colmado,
opulento de su sangre serena, dorado reluce.
He aquí los senos, el vientre, su redondo muslo, su acabado pie,
y arriba los hombros, el cuello de suave pluma reciente,
la mejilla no quemada, no ardida, cándida en su rosa nacido,
y la frente donde habita el pensamiento diario de nuestro amor,
que allí lúcido vela.
En medio, sellando el rostro nítido que la tarde amarilla caldea sin celo,
está la boca fina, rasgada, pura en las luces.
Oh temerosa llave del recinto del fuego.
Rozo tu delicada piel con estos dedos que temen y saben,
 mientras pongo mi boca sobre tu cabellera apagada.

Vicente Aleixandre

domingo, 24 de noviembre de 2019

CANCIÓN OTOÑAL - Federico García Lorca


CANCIÓN OTOÑAL


Hoy siento en el corazón
un vago temblor de estrellas,
pero mi senda se pierde
en el alma de la niebla.
La luz me troncha las alas
y el dolor de mi tristeza
va mojando los recuerdos
en la fuente de la idea.

Todas la rosas son blancas,
tan blancas como mi pena,
y no son las rosas blancas,
que ha nevado sobre ellas.
Antes tuvieron el iris.
También sobre el alma nieva.
La nieve del alma tiene
copos de besos y escenas
que se hundieron en la sombra
o en la luz del que las piensa.

sábado, 23 de noviembre de 2019

AMO, AMAS -Rubén Darío


AMO, AMAS

Amar, amar, amar, amar siempre, con todo
el ser y con la tierra y con el cielo,
con lo claro del sol y lo oscuro del lodo.
Amar por toda ciencia y amar por todo anhelo.

Y cuando la montaña de la vida
nos sea dura y larga y alta y llena de abismos,
Amar la inmensidad que es de amor encendida
¡y arder en la fusión de nuestros pechos mismos!

Rubén Darío

viernes, 22 de noviembre de 2019

ELEGÍA DE OTOÑO - Leopoldo de Luis


 ELEGÍA DE OTOÑO


Las hojas del otoño flotan sobre tu brisa
y caen en el estanque solitario del alma.
Un dolor de ser otros parece que nos pesa
como unas rotas alas.
(Acaso nunca el hombre es él mismo). Escuchamos
la voz honda del tiempo, la palabra
del tiempo que en los labios cobrizos del otoño
pone su dejo antiguo, su amarillez, y pasa.

Escuchamos el tiempo pasar: es un rebaño
invisible que pisa por la hierba mojada;
es una larga ronda de vientos tañedores
entre las flautas rojas de las ramas;

es una herida queja de líquidos metales
por fugitivos corazones de agua.
Escuchamos el tiempo y apretamos los párpados
y sentimos el tiempo en nuestras lágrimas.

jueves, 21 de noviembre de 2019

ME VIENE, HAY DÍAS, UNA GANA UBÉRRIMA... - César Vallejo



ME VIENE, HAY DÍAS, UNA GANA UBÉRRIMA…

Me viene, hay días, una gana ubérrima…
Me viene, hay días, una gana ubérrima, política,
de querer, de besar al cariño en sus dos rostros,
y me viene de lejos un querer
demostrativo, otro querer amar, de grado o fuerza,
al que me odia, al que rasga su papel, al muchachito,
a la que llora por el que lloraba,
al rey del vino, al esclavo del agua,
al que ocultóse en su ira,
al que suda, al que pasa, al que sacude su persona en mi alma.
Y quiero, por lo tanto, acomodarle
al que me habla, su trenza; sus cabellos, al soldado;
su luz al grande; su grandeza, al chico.
Quiero planchar directamente
un pañuelo al que no puede llorar
y, cuando estoy triste o me duele la dicha,
remendar a los niños y a los genios.
Quiero ayudar al bueno a ser su poquillo de malo
y me urge estar sentado
a la diestra del zurdo, y responder al mundo,
tratando de serle útil en
lo que puedo, y también quiero muchísimo
lavarle al cojo el pie,
y ayudarle a dormir al tuerto próximo.
¡Ah querer, éste, el mío, éste, el mundial,
interhumano y parroquial, proyecto!
Me viene a pelo
desde el cimiento, desde la ingle pública,
y, viniendo de lejos, da ganas de besarle
la bufanda al cantor,
y al que sufre, besarle en su sartén
al sordo, en su rumor craneano, impávido;
l que me da lo que olvidé en mi seno,
en su dante, en su Chaplin, en sus hombros.
Quiero, para terminar,
cuando estoy al borde célebre de la violencia
o lleno de pecho el corazón, querría
ayudar a reír al que sonríe,
ponerle un pajarillo al malvado en plena nuca,
cuidar a los enfermos enfadándolos,
comprarle al vendedor,
ayudar a matar al matador cosa terrible
y quisiera yo ser bueno conmigo
en todo.

César Vallejo