sábado, 29 de mayo de 2021

NO TODOS

 

NO TODOS

 

 
No todos los amigos vestían el manto aquel día.

Proféticos sonidos aguardaban nuestros pasos

que ninguno de nosotros conocía.

Yo me quedé a distancia para ser del saber

la humildad de sus ruinas.

Fui desierto, confuso horizonte sin poder,

que solo a mis ojos convencía.

Después llegaste tú alma mía,

y te amé tanto que nadie supo de aquel día.

Te amé como si fueras entre todos uno distinto,

parecido a mí.

Una verdadera tontería pero te quiero,

y las memorias dirán que éramos amigos.

Ahora ya nadie más pregunta por nosotros.

Nadie usa el poder de la magia,

que nos vieron usar en tantas madrugadas.

No todos son los elegidos.

Soportar este mal es un designio que estoy  imaginando,

como torcer el rumbo del timón de este enemigo,

que ha venido hace tiempo a vivir conmigo,

y yo no me di cuenta.

Por ser culpable tuve que seguir alojándolo,

y cuando algún amigo me llamaba para saber

en qué andaban mis andanzas, yo le decía:

todo muy bien, sin peligros,

y así iba por la vida, despacio, sin nadie, a solas,

con el posible encuentro con los enemigos,

que había abandonado, por temor a que tuviéramos

diferentes corazones y sean otras las melodías

que seguían nuestros pasos atrevidos.

Ahora no hay nadie, ni  yo,

y la ópera suena majestuosa como siempre sin faltas,

todo esplendor de la letra, todo escucha,

hablan para mí los dioses y me pregunto:

¿Por qué será que no me alcanza?

 

Lucía Serrano

Cuadro: "Amores en libertad" Miguel Óscar Menassa

lunes, 24 de mayo de 2021

PERDÍ MI JUVENTUD EN LOS BURDELES

 


PERDÍ MI JUVENTUD EN LOS BURDELES

 

 

Perdí mi juventud en los burdeles

pero no te he perdido

ni un instante, mi bestia,

máquina del placer, mi pobre novia

reventada en el baile.

 

Me acostaba contigo,

mordía tus pezones furibundo,

me ahogaba en tu perfume cada noche,

y al alba te miraba

dormida en la marea de la alcoba,

dura como una roca en la tormenta.

 

Pasábamos por ti como las olas

todos los que te amábamos. Dormíamos

con tu cuerpo sagrado.

Salíamos de ti paridos nuevamente

por el placer, al mundo.

 

Perdí mi juventud en los burdeles,

pero daría mi alma

por besarte a la luz de los espejos

de aquel salón, sepulcro de la carne,

el cigarro y el vino.

 

Allí, bella entre todas,

Reinabas para mí sobre las nubes

de la miseria.

 

A torrentes tus ojos despedían

rayos verdes y azules. A torrentes

tu corazón salía hasta tus labios,

latía largamente por tu cuerpo,

por tus piernas hermosas

y goteaba en el pozo de tu boca profunda.

 

Después de la taberna,

a tientas por la escala,

maldiciendo la luz del nuevo día,

demonio a los veinte años,

entré al salón esa mañana negra.

 

Y se me heló la sangre al verte muda,

rodeada por las otras,

mudos los instrumentos y las sillas,

y la alfombra de felpa, y los espejos

copiaban en vano tu hermosura.

 

Un coro de rameras te velaba

de rodillas, oh hermosa

llama de mi placer, y hasta diez velas

honraban con su llanto el sacrificio,

y allí donde bailaste

desnuda para mí, todo era olor

a muerte.

 

No he podido saciarme nunca en nadie,

porque yo iba subiendo, devorado

por el deseo oscuro de tu cuerpo

cuando te hallé acostada boca arriba,

y me dejaste frío en lo caliente,

y te perdí, y no pude

nacer de ti otra vez, y ya no pude

sino bajar terriblemente solo

a buscar mi cabeza por el mundo.

 

Gonzalo Rojas

 Cuadro: Pablo Picasso

martes, 18 de mayo de 2021

A BATALLAS DE AMOR, CAMPO DE PLUMAS


A BATALLAS DE AMOR, CAMPO DE PLUMAS

 

 

Ningún vestigio tan inconsolable

como el que deja un cuerpo

entre las sábanas

y más

cuando la lasitud de la memoria

ocupa un espacio mayor

del que razonablemente le corresponde.

Linda el amanecer con la almohada

y algo jadea cerca, acaso un último

estertor adherido

a la carne, la otra vez adversaria

emanación del tedio estacionándose

entre los utensilios volubles de la noche.

Despierta, es de día,

mira los restos del naufragio

bruscamente esparcidos

en la vidriosa linde del insomnio.

Sólo es un pacto a veces, una tregua

ungida de sudor, la extenuante

reconstrucción del sitio

donde estuvo asediando el taciturno

material del deseo.

Rastros

hostiles reptan entre un cúmulo

de trofeos y escorias, amortiguan

la inerme acometida de los cuerpos.

A batallas de amor campo de plumas
.

 

José Manuel Caballero Bonald

Cuadro: Claude Monet

 

domingo, 16 de mayo de 2021

CARICIA


 

CARICIA

 

 

Madre, madre, tú me besas,

pero yo te beso más,

y el enjambre de mis besos

no e deja ni  mirar…

 

Si la abeja se entra al lirio,

no se siente su aletear

Cuando escondes a tu hijito

ni se le oye respirar…

 

Yo te miro, yo te miro

sin cansarme de mirar, 

y qué lindo niño veo

a tus ojos asomar…

 

El estanque copia todo

lo que tú mirando estás;

pero tú en las niñas tienes

a tu hijo y nada más.

 

Los ojitos que me diste

me los tengo de gastar

en seguirte por los valles,

por el cielo y por el mar…

 

Gabriela Mistral

 

jueves, 13 de mayo de 2021

¿TE ACUERDAS?

 


¿TE ACUERDAS?

 

 

¿Te acuerdas? Fue en el cuarto de los niños. La tarde

de estío alzaba, limpia, por entre la arboleda

suavemente  mecida, últimas glorias puras,

tristes en el cristal de la ventana abierta.

 

El maniquí de mimbre y las telas cortadas,

eran los confidentes de mil cosas secretas,

una majia ideal de deshojadas rosas

que el amor renovaba con audacia perversa…

 

¡Oh, qué encanto de ojos, de besos, de rubores;

qué desarreglo rápido, qué confianza ciega,

mientras, en la suave soledad, desde el suelo

miraban, asustadas, nuestro amor las muñecas!

 

Juan Ramón Jiménez

 Cuadro: "Los amantes" de Pierre Renoir

miércoles, 12 de mayo de 2021

ACERCA DEL VIVIR

 


ACERCA DEL VIVIR

 

 

“El vivir no admite bromas.

Has de vivir con toda seriedad,

como una ardilla, por ejemplo;

es decir, sin esperar nada fuera y más allá del vivir;

es decir, toda tu tarea se resume en una palabra:

Vivir.

Has de tomar en serio el vivir.

Es decir, hasta al punto y de tal manera

que aun teniendo los brazos atados a la espalda,

y la espalda pegada al paredón,

o bien llevando grandes gafas

y luciendo bata blanca en un laboratorio,

has de saber morir por los hombres.

Y además por hombres que quizás nunca viste,

y además sin que nadie te obligue a hacerlo,

y además sabiendo que  la cosa más real y bella es

vivir.

Es decir: 

has de tomar tan en serio el vivir

que a los setenta años, por ejemplo,

si fuera necesario plantarías olivos

sin pensar que algún día serían para tus hijos;

debes hacerlo, amigo, debes hacerlo,

no porque, aunque la temas, no creas en la muerte,

sino porque vivir es tu tarea.

 

II

Sucede, por ejemplo,

que estamos muy enfermos;

que hemos de soportar una difícil operación;

que cabe la posibilidad

de que no volvemos a levantarnos de la blanca mesa.

Aunque sea imposible no sentir

la tristeza de partir antes de tiempo,

seguiremos riendo con el  último chiste,

mirando por la ventana para ver

si el tiempo sigue lluvioso,

esperando con impaciencia

las últimas noticias de la prensa.

Sucede, por ejemplo, que estamos en el frente,

por algo, por ejemplo, que vale la pena que se luche.

Nada más comenzar el ataque, al primer movimiento,

puede caerse cara a tierra, y morir.

Todo esto hemos de aceptarlo con singular valor,

y a pesar de todo, preocuparnos apasionadamente

por esa guerra que puede durar años y años.

Sucede

que estamos en la cárcel.

Sucede

que nos acercamos

a los cincuenta años,

y que falten dieciocho más

para ver abrirse las puertas de hierro.

Sin embargo, hemos de seguir viviendo con los de fuera,

con los hombres, los animales, los conflictos y los vientos,

es decir, con todo el mundo exterior que se halla

tras el muro de nuestros sufrimientos;

es decir: estemos donde estemos

hemos de vivir

como si nunca hubiésemos de morir.

 

 

III

Se enfriará este mundo,

una estrella entre las estrellas;

por otra parte una de las más pequeñas del universo,

es decir, una gota brillante en el terciopelo azul,

es decir, este inmenso mundo nuestro.

Se enfriará este mundo un día,

algún día se deslizará

en la ciega tiniebla del infinito

-no como una bola de nieve,

no como una nube muerta-,

como una nuez vacía.

Desde ahora mismo se ha de sufrir por todo esto,

ha de sentirse su tristeza desde ahora,

tanto ha de amarse el mundo en todo instante,

se le ha de amar tan conscientemente

que se pueda decir: “He vivido.”

 

Nazim Hikmet

 Cuadro: La alegría de vivir de Henri Matisse