NO
TODOS
Proféticos
sonidos aguardaban nuestros pasos
que
ninguno de nosotros conocía.
Yo
me quedé a distancia para ser del saber
la
humildad de sus ruinas.
Fui
desierto, confuso horizonte sin poder,
que
solo a mis ojos convencía.
Después
llegaste tú alma mía,
y
te amé tanto que nadie supo de aquel día.
Te
amé como si fueras entre todos uno distinto,
parecido
a mí.
Una
verdadera tontería pero te quiero,
y
las memorias dirán que éramos amigos.
Ahora
ya nadie más pregunta por nosotros.
Nadie
usa el poder de la magia,
que
nos vieron usar en tantas madrugadas.
No
todos son los elegidos.
Soportar
este mal es un designio que estoy
imaginando,
como
torcer el rumbo del timón de este enemigo,
que
ha venido hace tiempo a vivir conmigo,
y
yo no me di cuenta.
Por
ser culpable tuve que seguir alojándolo,
y
cuando algún amigo me llamaba para saber
en
qué andaban mis andanzas, yo le decía:
todo
muy bien, sin peligros,
y
así iba por la vida, despacio, sin nadie, a solas,
con
el posible encuentro con los enemigos,
que
había abandonado, por temor a que tuviéramos
diferentes
corazones y sean otras las melodías
que
seguían nuestros pasos atrevidos.
Ahora
no hay nadie, ni yo,
y
la ópera suena majestuosa como siempre sin faltas,
todo
esplendor de la letra, todo escucha,
hablan
para mí los dioses y me pregunto:
¿Por
qué será que no me alcanza?
Lucía
Serrano
Cuadro: "Amores en libertad" Miguel Óscar Menassa