PARADO EN UNA PIEDRA
Parado
en una piedra,
desocupado,
astroso,
espeluznante,
a
la orilla del Sena, va y viene.
Del
río brota entonces la conciencia
con
peciolo y rasguños de árbol ávido:
del
río sube y baja la ciudad, hecha de lobos abrazados.
El
parado la ve yendo y viniendo,
monumental,
llevando sus ayunos en la cabeza cóncava,
en
el pecho sus piojos purísimos
y
abajo
su
pequeño sonido, el de su pelvis,
callado
entre dos grandes decisiones,
y
abajo,
más
abajo,
un
papelito, un clavo, una cerilla…
¡Este
es, trabajadores, aquel
que
en la labor sudaba para afuera,
que
suda hoy para adentro su secreción de sangre rehusada!
Fundidor
del cañón, que sabe cuántas zarpas son acero,
tejedor
que conoce los hilos positivos de sus venas,
albañil
de pirámides,
constructor
de descensos por columnas
serenas,
por fracasos triunfales,
parado
individual entre treinta millones de parados,
andante
en multitud,
¡qué
salto el retratado en su talón
y
qué humo el de su boca ayuna, y cómo
su
talle incide canto a canto, en su herramienta atroz, parada,
y
qué idea de dolorosa válvula en su pómulo!
También
parado el hierro frente al horno,
paradas
las semillas con sus sumisas síntesis al aire,
parados
los petróleos conexos,
parada
en sus auténticos apóstrofes la luz,
parados
de crecer los laureles,
paradas
en un pie las aguas móviles
y
hasta la tierra misma, parada de estupor ante este paro,
¡qué
salto el retratado en sus tendones!
¡qué
transmisión entablan sus cien pasos!
¡cómo
chilla el motor en su tobillo!
¡cómo
gruñe el reloj, paseándose impaciente a sus espaldas!
¡cómo
oye deglutir a los patrones
el
trago que le falta, camaradas,
y
el pan que se equivoca de saliva,
y,
oyéndolo, sintiéndolo, en plural humanamente,
¡cómo
clava el relámpago
su
fuerza sin cabeza en su cabeza!
Y
lo que hacen, abajo, entonces, ¡ay!
Más
abajo, camaradas,
el
papelucho, el clavo, la cerilla,
el
pequeño sonido, el piojo padre!
César
Vallejo
Cuadro: "Observando la experiencia" de Miguel Oscar Menassa