EL ÚLTIMO VIAJE DE LÁGRIMA VESTIDO
Me gustaría escribir
un poema donde poder
llorar.
No es honrado, viajar en lágrimas
la sed de tantos náufragos.
Pero hoy,
exactamente ahora,
en este justo instante,
podría llorar,
bajo las aguas eternas,
unir dulce y salado en la
mejilla,
o en un pañuelo delicado
de hombre y turquesa.
N es lícito, amar tanto,
amar la espalda
y la vida en una gota de
añil,
oler, el alcanfor lejano
de infancias ajenas,
como arena mojada.
Tantos paisajes murieron
sin luz, que no es digno
dar un solo paso
en su cuerpo de alcoba,
acariciando mi piel.
Perdón, dioses del ocaso,
era superior a mi dicha de
arcano y fortuna,
no pude resistirlo,
no puede alejar mi voz
de su memoria.
Acepto el castigo,
renuncio a llorar, nunca más.
Me volveré argamasa
o árbol ajeno y tronchado,
leña de buque enemigo,
lo que pidan.
Sé, que no debí, desear
tanto el abrazo,
que las manos
me las pintaron para
matar,
y, desleal, quise alcanzar
las nubes, regalar el
azul,
besar de futuro los
cuentos
de sombra,
viajar en retaguardia la
historia.
Perdón, perdón,
Nunca más, nunca más,
acepto, las flores no las
tocaré más.
No pude evitarlo, fue una
debilidad espantosa,
¡son tan bellas!
Y pensé que hablándolas
delicadamente
no hacía daño a nadie,
no sabía, perdón,
nadie me dijo que eran
frutos divinos,
que un hombre,
no tiene derecho a ser
mirado,
por tanto color.
Calabozo sombrío merezco,
celdas sin paredes por mi
osadía
inmunda.
sin paredes donde
escribir, la condena,
sombra y vapor
justa homilía para este
pecador.
Nunca más secaré la frente
de recuerdos, los llevaré de penitente colgando, como un blefarospasmo.
Eso merezco, un silencio
de cabellos sin espinas,
nada que retorne los
rosales
o unos labios hermosos.
Arrancarme las vocales
del nombre,
no sabía, no sabía…
¡Pero no me exime
tamaña idolatría! Os pido
pisar mi sombra y
sepultar por separado mis
vísceras.
Era tan hermosa la noche,
tan dulces los botones de
su blusa,
tan pechos, mis manos
llenas
de pasión, que no pude…
Lo pensé, reconozco
hubo un instante en que
pensé,
por ello
el castigo debe ser
severo.
No tiemblen al quemar mis
ojos,
alta traición, merece un
dolor
de fuego en la retina, que
se borre todo
que no quede ceniza, ni el
horno
que vistió el último
viaje,
ni mi nombre de seis
letras,
como poesía o muerte.
Carlos Fernández del Ganso
De “Diván de sueños"