MIENTRAS EN TU OFICINA RESPIRAS
Mientras en tu oficina
respiras, bostezas, te abandonas, o
dictas en tu clase una lección
ante extraños alumnos que
fijamente te contemplen, con
sueño aún en la temprana hora;
mientras hablas, mientras
gesticulas en el café,
o inmóvil te concentras en
la meditación
de tu escritorio, o echado
en el hondo diván
repasas lentamente recuerdos
de tu vida; mientras quieto te
abismas en la visión de la llanura
interminable, o
mientras escribes una lenta
palabra y te recreas en su
dulce sonido, en su amorosa
realidad,
caes, estás cayendo hacia
atrás por una quebrada del monte,
estás rodando entre
piedras y cardos por la abrupta pendiente
hacia un barranco en el
que corre un río,
rápido como el viento un
río corre,
estás herido en la boca,
en las manos, en el pecho,
sangras por un oído, te
despeñas por el farallón
cabeza abajo,
con las piernas en abierto
compás,
hacia el fondo, ya con los
huesos rotos,
crispadas mano y boca,
hacia el abismo, abajo,
súbitamente próximo,
una palabra escribes
lentamente, reconcentras, murmuras, en
el café discutes, muy despacio sonríes,
adelantas una
noble razón,
aduces un adorno, un
tejido, un recamado oro,
hablando en la tarima de
tu clase diserta,
donde todos están cabeza
abajo.
Carlos Bousoño
Cuadro: "Sólo le falta hablar" de Miguel Oscar Menassa