lunes, 29 de noviembre de 2021

LA PASIÓN: LA POESÍA

 


LA PASIÓN: LA POESÍA

Entre la vida 
que no me pertenece
el amor
y la vida que soy
la locura.
La poesía
puede llenar 
todo ese vacío


Hablaba
siempre en silencio 
sin decirle nada.
Ella pensaba en el futuro.

Estábamos así,
sentados uno frente al otro
desde hacía siglos.

Mi voz sonaba hueca
entre los perfumes violentos
de sus nalgas
abiertas como manantiales
como vertientes cristalinas
de rocío abriéndose
al pequeño sol de la mañana.

Mi voz se perdía
entre la acústica marea.

Sigilosos movimientos de su cuerpo 
selva enamorada, vulva de miel
diamante enfurecido
espesa vulva azucarada
sella en mis labios
el silencio.

Más que escuchar mi voz 
Ella seguía
pensando en el futuro.

Cabalgando feroz en su locura 
yo soy
ese pequeño sol de la mañana.

Rómpete
como se rompe el cristal
haciendo música
y Ella se rompía
sin escucharme.

Bailábamos.

Éramos como un hombre 
y una mujer bailando.

Ella me besaba las mejillas 
y en ese ardor
yo le decía que la amaba.

Después 
éramos capaces de detener la música
para mirarnos francamente a los ojos.

En silencio nos sabíamos famosos,
reyes del gesto 
opíparos comensales del amor,
mirarnos 
era como morir.

Después, aún, seguíamos 
danzando levemente.
Instante de las formas 
caídos uno sobre el otro
yo no decía nada.
Ella, era el futuro.

Escribiré en silencio 
y la poesía 
alforja delirante
silencio perenne
que necesita mi voz para vivir,
llena mi vida de sorpresas.

Hiriente, 
jactándose de su momentáneo poder
sobre mis nervios habla para mí.

Yo soy Ella
y Ella es la Poesía
juntas 
como si nos hubiesen
arrancado a la tierra
de la misma raíz
ocupamos
un solo espacio en tu corazón.
Somos el mismo tiempo.

Ella y la Poesía aman vestirse
con las mejores sedas.

Joya marina 
flor
diadema de locura
brillos serpeteantes
y topacios 
embravecidos de tanta luz
para tu cuerpo momificado
siempre igual cada vez
siempre diferente.

Nutren sus cuerpos manjares únicos.
Devorar limpiamente el universo
y hacer el amor las enloquece.
Cuando sierran la boca para morir
en silencio
desean conocer de los sabores
uno diferente.

Siempre ambicionan 
estar en otros brazos
y una vez más,
doliente mueca sin sonido
comienza a latir.

Abre sus ojos y pregunta,
¿es el atardecer o la mañana?
Me desplomo a su lado 
para no perturbar
el curso de sus sueños.
En silencio dejo de vivir.
Ella sueña
y la noche se puebla de sonidos, 
misterios
ardores de su cuerpo y la música.

Sus ronquidos son el bravío mar
y la torpeza de sus dientes
entrechocándose en las sombras
cataratas volcánicas de lejanía y nube.

Ruidos ardientes 
anuncian el final de la ternura.
Trenes ensangrentados en la guerra
chirriando a veces porque el dolor
es inalcanzable.

Su piel 
brutal enredadera
trepa desordenada,
bramido sideral,
hacia las concavidades
más remotas
hacia los vericuetos.

Amianto vespertino
crece 
en el tumulto de los cielos 
hacia un destino en llamaradas.

Poesía de fuego 
ardiente vulva desgarrada.

Ella es la poesía 
dragón enamorado
bocanada febril
humo y ceniza.

Mujer de fuego Poesía de fuego
consumen vorazmente 
hacia los espacios infinitos
el cuerpo del amor.

Miguel Oscar Menassa
Del libro: "La poesía y yo"
Cuadro: "Nuestra pequeña balsa enamorada" de Miguel Oscar Menassa







viernes, 26 de noviembre de 2021

CULTIVARSE NO ES CULTIVAR

 



CULTIVARSE NO ES CULTIVAR


La fosforera de la esquna cultiva calderilla, vende leña 
con sus guantes de farola y cuenta cerillas
esperando compañía.
El pastor de mi tierra cultiva entre melodías y mantecadas 
poemas, sin patria ni bandera, 
cantando las aventuras nuevas.

Sin embargo en mi barrio
la locura cultiva las esquinas del planeta.

El maestro llega al poblado y hace de la piedra escuela,
el pajar es ahora un vergel de preguntas,
marionetas y aviones de papel tiemblan del pupitre 
a la pizarra, como golondrinas que libres vuelan.

¡¡Padre, madre, hoy aprendí las vocales del amor
y las consonantes de la muerte!!

La tabla del lavadero también sirve para cantar,
las estaciones siempre vuelven y aprender a sumar
es cosa de sabios.

Hoy cultivé una flora de harina 
y comieron los gorriones en mis manos.

Cultivar el olvido sentado y lanzando una moneda al tablero
saltar cual caballo, dos pasos y uno a lado.
Cultivarse en la sombra y si los dioses quieren tormenta, 
cultivar bajo tierra gusanos de seda, 
mariposas para enamorados y en la división del trabajo
cultivar la fórmula de la multiplicación.

Cultivar no asegura el trigo. Cultivarse permite el pan.

Carlos Fernández del Ganso
Del libro: "La máquina del tiempo"
Cuadro: "El trabajo es un don" de Miguel Oscar Menassa


lunes, 22 de noviembre de 2021

"UN HOMBRE CON UN PAN AL HOMBRO"

 




“UN HOMBRE CON UN PAN AL HOMBRO”

 César Vallejo

 

Con su andar de isla caribeña

menea el torso al son de la última

parranda papayera.

 

Todavía el pantalón heredado

por tres generaciones

arrastra los jirones dejando

una huella indescifrable

en el recorrido tortuoso de sus pasos,

como antaño hicieron los antepasados.

 

Caballero de musgo,

gesto embebido,

labios insolentes, frescos,

apetecibles y furtivos,

sudor de mar,

manos de cal.

 

La fiesta se prolongó hasta el amanecer,

las primeras luces de la mañana

iluminaron un relente reposado,

calle ungida a trompicones por el asfalto,

mezcla regurgitando aroma etílico

y  momentos de placer solapado.

 

Ese día el aire se desentumeció

con los canturreos de la mañana,

y corrió un rumor de promesas

poco a poco diluidas

por el calor húmero de las almohadas.

 

Pasaba, con el albor del sol a la espalda, 

como nadie y como otro,

lejano e impune, dueño de vida ajena,

recorriendo la cuesta en bajada

con un pan al hombro,

y dejando que aquella pendiente,

que aquello pendiente,

acechara el destino esquivo e incierto

de su querido, venero de cloaca,

arrabal.

 

Susana Lorente

De “Cruzando el abismo”

Cuadro: "El sueño dorado" de Miguel Oscar Menassa

lunes, 15 de noviembre de 2021

HAN PASADO LOS AÑOS


 

HAN PASADO LOS AÑOS


Han pasado los años, 

el tiempo perdido no vuelve, 

una flor no sostiene los besos olvidados 

ni los abrazos desperdiciados, 

en un ramo no tiene sentido la demora de una vida; 

tu mirada está hendida, 

y la mía ha perdido la frescura.


Han pasado los años, 

el tiempo no parecía rozar la piel, 

los días tenían el mismo color 

y las noches la misma oscuridad.

El fondo de tu mirada denota la lejanía 

de aquel intrépido diligente, 

ante los pies se produce el abismo 

bifurcando al extremo de los vértices.


Han pasado los años, 

la distancia de los días ha abismado 

en la sutileza del recuerdo 

borrando la frescura de tardes en la alameda 

construyendo líneas difusas 

en la dirección divergente.

Tus dedos desgastados delatan roles malheridos 

y la sien perdida en el entorno 

flaqueado por la injusticia. 

El vástago del límite 

denota el camino de tu huella 

alejada de mi sombra, 

la tersura de esa flor no puede devolver 

la pureza de los días en la premura del doncel.


Ha pasado  el tiempo, mi piel, 

ya no conoce la emoción de tardes a la deriva 

esperando el regreso.


Audacia controvertida, 

estrella fugaz en el lecho, 

pinceles bailando en el contorno desnudo, 

el mundo solapado en la flor hechizada entre acordes 

resurge en el verso de la distancia.

Trazos demarcados por el humo del cigarrillo, 

disipando la luna, 

el parpadeo insondable 

ante la sorpresa de la madurez 

apura un sorbo a la desfachatez de la huida.


Las palabras difieren del latido 

resquebrajando el borde de esa flor 

que trae un calendario sin hojas.


Han pasado los años.


Gloria Gómez Candanedo

Cuadro: "Habitantes del tiempo" de Miguel Oscar Menassa