martes, 29 de noviembre de 2016

CUERPO PRESENTE


CUERPO PRESENTE

La piedra es una frente donde los sueños gimen
sin tener agua curva ni cipreses helados,
la piedra es una espalda para llevar al tiempo
con árboles de lágrimas y cintas y planetas.

Yo he visto lluvias grises hacia las olas
levantando sus tiernos brazos acribillados,
para no ser cazadas por la piedra tendida
que desata sus miembros sin empapar la sangre.

Porque la piedra coge simientes y nublados,
esqueletos de alondras y lobos de penumbra;
pero no da sonidos, ni cristales, ni fuego,
sino plazas y plazas y otras plazas sin muros.

Ya está sobre la piedra Ignacio el bien nacido.
Ya se acabó; ¿qué pasa? Contemplad su figura:
la muerte le ha cubierto de pálidos azufres
y le ha puesto cabeza de oscuro minotauro.

Ya se acabó. La lluvia penetra por su boca.
El aire como loco deja su pecho hundido,
y el Amor, empapado con lágrimas de nieve,
se calienta en la cumbre de las ganaderías.

¿Qué dicen? Un silencio con hedores reposa.
Estamos con un cuerpo presente que se esfuma,
con una forma clara que tuvo ruiseñores
y la vemos llenarse de agujeros sin fondo.

¿Quién arruga el sudario? ¡No es verdad lo que dice!
Aquí no canta nadie, ni llora en el rincón,
ni pica las espuelas, ni espanta la serpiente:
aquí no quiero más que los ojos redondos
para ver ese cuerpo sin posible descanso.

Yo quiero ver aquí los hombres de voz dura.
los que doman caballos y dominan los ríos:
los hombres que les suena el esqueleto y cantan
con una boca llena de sol y pedernales.

Aquí quiero yo verlos. Delante de la piedra.
Delante de este cuerpo con las riendas quebradas.
Yo quiero que me enseñen donde está la salida
para este capitán atado por la muerte.

Yo quiero que me enseñen un llanto como un río
que tenga dulces nieblas y profundas orillas,
para llevar el cuerpo de Ignacio y que se pierda
sin escuchar el doble resuello de os toros.

Que se pierda en la plaza redonda de la luna
que finge cuando niña doliente res inmóvil;
que se pierda en la noche sin canto de los peces
y en la maleza blanca del humo congelado.

No quiero que le tapen la cara con pañuelos
para que se acostumbre con la muerte que lleva.
Vete Ignacio: No sientas el caliente bramido.
Duerme, vuela, reposa: ¡También se muere el mar!

Federico García Lorca




viernes, 25 de noviembre de 2016

LO IRREPARABLE


LO IRREPARABLE

 

¿Podemos ahogar el viejo, el prolongado remordimiento,
que vive, se agita y se retuerce,
y se nutre de nosotros como el gusano de los muertos,
como de la encina la oruga?
¿Podemos ahogar el implacable remordimiento?

 
¿En qué filtro filtro, en qué vino, en qué tisana,
ahogaremos este viejo enemigo,
paciente como la hormiga?
Destructor y goloso como la cortesana,
¿En qué filtro?-¿en qué vino?-¿en qué tisana?

 
Dilo, bella hechicera, ¡Oh! di si tu lo sabes,
a este espíritu colmado de angustia
y semejante al moribundo que aplastan los heridos,
que el casco del caballo holla,
dilo, bella hechicera, ¡Oh! di si tu lo sabes,

 
A este agonizante que el lobo ya olfatea
y que atisba el cuervo,
¡A este soldado fatigado! si es preciso que desespere,
de tener su cruz y su tumba;
¡Este pobre agonizante que el lobo ya olfatea!

 
¿Podemos iluminar un cielo cenagoso y negro?
¿Podemos desgarrar las tinieblas
más densas que la paz, sin mañana y sin noche,
sin astros, sin relámpagos fúnebres?
¿Podemos iluminar un cielo cenagoso y negro?

 
La esperanza que brillaba en las ventanas del albergue
se apagó, ¡ha muerto para siempre!
Sin luna y sin destellos, ¿dónde encontrarán albergue
los mártires de un camino malo?
¡El diablo ha apagado todo en las ventanas del albergue

 
!Adorable hechicera ¿Amas los condenados?
Di, ¿conoces lo irremisible?
¿Conoces el remordimiento, el de los rasgos envenenados,
para el que nuestro corazón sirve de blanco?
Adorable hechicera ¿Amas los condenados?

 
Lo irreparable roe con su diente maldito
nuestra alma, lastimoso monumento,
y con frecuencia ataca, como el termita,
por la base el edificio.
¡Lo irreparable roe con su diente maldito!

 

 -Yo he visto algunas veces, en el foro de un escenario trivial
que inflamaba la orquesta sonora,
un hada encender en un cielo infernal
una milagrosa aurora;
y yo he visto algunas veces, en el foro de un escenario trivial
un ser que sólo siendo luz, oro y gasa,
derribar al enorme Satán;
pero mi corazón, al que jamás visita el éxtasis,
¡Es un escenario donde se aguarda
siempre, siempre en vano, el ser de las alas de gasa!



Charles Baudelaire

miércoles, 23 de noviembre de 2016

BORLAS DE HIELO


 
BORLAS DE HIELO

 

Vengo a verte pasar todos los días,
vaporcito encantado siempre lejos...
Tus ojos son dos rubios capitanes;
tu labio es un brevísimo pañuelo
rojo que ondea en un adiós de sangre!

Vengo a verte pasar; hasta que un día,
embriagada de tiempo y de crueldad,
vaporcito encantado siempre lejos,
la estrella de la tarde partirá!

Las jarcias; vientos que traicionan; vientos
de mujer que pasó!
Tus fríos capitanes darán orden;
y quien habrá partido seré yo...!

 

César Vallejo

martes, 22 de noviembre de 2016

AMOR


AMOR

Vivir es fácil y, a veces, casi alegre.

Esta tarde, -mar, pinares, azul-,
suspendido entre los brazos ligerísimos del aire
y entre los tuyos, dulce, dulce mía,
un ritmo palpitante me cantaba:
es fácil y, a veces, casi alegre.

La brisa unía en un mismo latido
nuestros cuerpos, los árboles, las olas,
y nosotros no éramos distintos
de las nubes, los pájaros, los pinos,
de las plantas azules de agua y aire,
plantas, al fin, nosotros, de callada y dulce carne.

La tierra se extasiaba; ya casi era divina
en las nubes redondas, en la espuma,
en este blanco amor que, radiante, se eleva
al suave empuje de dos cuerpos que se unen en la hierba.

¿Recuerdas, dulce mía, cuando el aire
se llenaba de palomas invisibles,
de una música o brisa que tu aliento
repetía apresurado de secretos?

Vivir es fácil y, a veces, casi alegre.
contigo entre los brazos estoy viendo
caballos que me escapan por un aire lejano,
y estoy, y estamos, tocando con los labios
esas flores azules que nacen de la nada.

Vivir es fácil y, a veces, casi alegre.
al hablar, confundimos; al andar, tropezamos,
al besarnos no existe un solo error posible;
resucitan los cuerpos cantando, y parece
que vamos a cubrirnos de flores diminutas,
de flores blancas, lo mismo que un manzano.

Dulce, dulce mía, ciérrame los ojos,
deja que este aire inunde nuestros cuerpos;
seamos solamente dos árboles temblando
con lo mismo que en ellos ha temblado esta tarde.

Vivir es más que fácil; es alegre.
por caminos difíciles hoy llego
a la simple verdad de que tú vives.
solo quiero el amor, el árbol verde
que se mueve en el aire levemente
mientras nubes blanquísimas escapan
por un cielo que es rosa, que es azul, que es gris y malva,
que es siempre lo infinito y no comprendo,
ni quiero comprender porque esto basta;
¡amor! ¡ amor!, tus brazos y mis brazos
y los brazos ligerísimos del aire que nos lleva,
y una música que flota por encima,
que oímos y no oímos,
que consuela y exalta:
¡amor también volando a los divino!


Gabriel Celaya

domingo, 20 de noviembre de 2016

DESPUÉS DE LA MUERTE


DESPUES DE LA MUERTE

 

 La realidad que vive
en el fondo de un beso dormido,
donde las mariposas no se atreven a volar
por no mover el aire tan quieto como el amor.

 
Esa feliz transparencia
donde respirar no es sentir un cristal en la boca,
no es respirar un bloque que no participa,
no es mover el pecho en el vacío,
mientras la cara cárdena se dobla como la flor.

 
No.
La realidad vivida
bate unas alas inmensas,
pero lejos –no impidiendo el blando vaivén de las flores en que me muevo,
ni el transcurso de los gentiles pájaros
que un momento se detienen en mi hombro por si acaso…

 
El mar entero, lejos, único,
encerrado en un cuarto,
asoma unas largas lenguas por  una ventana donde el cristal lo impide,
donde las espumas furiosas amontonan sus rostros
pegados contra el vidrio sin que nada se oiga.

 
El mar o una serpiente,
el mar o ese ladrón que roba los pechos,
el mar donde mi cuerpo
estuvo en vida en merced de las ondas.
 

La realidad que vivo,
la dichosa transparencia en que nunca al aire lo llamaré unas manos,
en que nunca a los montes los llamaré besos
ni a las aguas del río doncella que se me escapa.
La realidad donde el bosque no puede confundirse
con ese tremendo pelo con que la ira se encrespa,
ni el rayo clamoroso es la voz que me llama
cuando –oculto mi rostro entre las manos- una roca a la vista del águila
puede ser una roca.

 
La realidad que vivo,
dichosa transparencia feliz en la que el sonido de una túnica
de un ángel o de ese eólico sollozo de la carne,
llega como lluvia lavada,
como esa planta siempre verde,
como tierra que, no calcinada, fresca y olorosa,
puede sustentar unos pies que no agravan.

 
Todo pasa.
La realidad transcurre
como un pájaro alegre.
Me lleva entre sus alas
como pluma ligera.
Me arrebata a la sombra, a la luz, al divino contagio.
Me hace pluma ilusoria
que cuando pasa ignora el mar que al fin ha podido:
esas aguas espesas que como labios negros ya borran lo distinto.

 
Vicente Aleixandre

jueves, 17 de noviembre de 2016

LOQUEROS... RELOJEROS...


LOQUEROS… RELOJEROS…

El sapo y ladrón


El sapo Iscariote y ladrón
en la silla del juez,
repartiendo castigos y premios
¡en nombre de Cristo,
con la efigie de Cristo
prendida en el pecho!...
Y el hombre aquí de pie,
firme, erguido, sereno
con el pulso normal,
con la lengua en silencio,
los ojos en sus cuencas
y en su lugar los huesos.
El sapo iscariote y ladrón
en la silla del juez,
repartiendo castigos y premios...
y yo tranquilo aquí
callado, impasible, cuerdo...!cuerdo!
sin que se me quiebre
el mecanismo del cerebro.
¿Cuándo se pierde el juicio?
Relojeros
¿Cuándo enloquece el hombre?
¿Cuándo,
cuando es cuando se enuncian los conceptos
absurdos
y blasfemos,
y se hacen unos gestos sin sentido,
monstruosos y obscenos?
¿Cuándo es cuando se dice,
por ejemplo:
no es verdad,
Dios no ha puesto
al hombre aquí en la Tierra
bajo la luz y la ley del Universo.
El hombre
es un insecto
que vive en las partes pestilentes y rojas
del mono y del camello?
¿Cuándo si no es ahora
(yo pregunto, loqueros),
cuándo es cuando se paran los ojos
y se quedan abiertos,
inmensamente abiertos,
sin que puedan cerrarlos ni la llama ni el viento?
¿Cuándo es cuando se cambian
las funciones del alma y los resortes del cuerpo,
y en vez de llanto
no hay más que risa y baba en nuestro gesto?
Si no es ahora,
ahora que la Justicia vale menos,
mucho menos, que el orín de los perros;
si no es ahora, ahora que la Justicia
tiene menos,
infinitamente menos
categoría que el estiércol;
si no es ahora ¿cuándo,
cuándo se pierde el juicio?
Respondedme, loqueros,
¿cuándo se quiebra y salta roto en mil pedazos
el mecanismo del cerebro?
ya no hay locos, amigos,
ya no hay locos.
Se murió aquel manchego,
aquel estrafalario
fantasma del desierto,
y... ¡ni en España hay locos!
Todo el mundo está cuerdo,
terrible,
monstruosamente cuerdo.
¡Qué bien marcha el reloj;
que bien marcha el cerebro,
este reloj, este cerebro -tic, tac ... tic, tac, tic tac...
es un reloj perfecto..., perfecto: perfecto!

 
León Felipe

 

martes, 15 de noviembre de 2016

SOY UN PÉSIMO PLAGIARIO


SOY UN PÉSIMO PLAGIARIO

Me repiten y explican
que mis versos están llenos de defectos.

Escribo como puedo
y crean que lamento más que nadie
no haber nacido genio.
Escribo de prestado
pues que yo no he inventado el castellano.

Soy ya por eso un plagiario.

Tampoco escribiría como escribo si antes otros
no hubieran agotado ciertos modos.
Soy plagiario, en consecuencia, por rechazo.

Lo cierto es que me invaden otras vidas,
me poseen y hasta fuerzan a que diga
cosas que no son mías.
Soy plagiario pues también de esa manera.
¡Y con tanta riqueza acumulada,
tanta herencia, tanta lengua atesorada,
¿es posible que no logre salvar nada?
Hasta plagiar es difícil, ¡caramba!

 

Gabriel Celaya

domingo, 13 de noviembre de 2016

VISITA A MEDINILLA


 
VISITA A MEDINILLA

 
¿Qué te impulsó a estos mares, Medinilla?
¿Soñabas con los reyes de Termate,
con la canela de Ceylán granate
o con la flor del Ganges amarilla?

 
Siento que estás aquí, bajo esta quilla
que el índico océano mueve y bate,
y a tratar con Neptuno tu rescate
voy, buzo  vertical, por la escotilla.

 
Aquí estás, sí, trenzando arpas y violas
-venas, cabellos, de tus ríos claros-,
magias y soledades españolas.

 
No quiero despertarte. Canta a solas.
Muerto de pena subo. Uno, dos faros
sangran su triste luz sobre las olas.

 
Gerardo Diego

 

jueves, 10 de noviembre de 2016

DE PROFUNDIS


 
DE PROFUNDIS

 

Si vais por la carera del arrabal, apartaos, no os inficione mi pestilencia.
El dedo de mi Dios me ha señalado: odre de putrefacción quiso que fuera este mi cuerpo,
y una ramera de solicitaciones mi alma,
no una ramera fastuosa de las que hacen languidecer de amor al príncipe,
sobre el cabezo del valle, en el palacete de verano,
sino una loba del arrabal, acoceada por los trajinantes,
que ya ha olvidado las palabras de amor,
y sólo puede pedir unas monedas de cobre en la cantonada.
Yo soy la piltrafa que el tablero arroja al perro del mendigo,
y el perro del mendigo arroja al muladar.
Pero desde la mina de las maldades, desde el pozo de la miseria,
mi corazón se ha levantado hasta mi Dios,
y le ha dicho: Oh Señor, tu que has hecho también la podredumbre,
mírame,
yo soy el orujo exprimido en el año de la mala cosecha
yo soy el excremento del can sarnoso
el zapato sin suela en el carnero del camposanto,
yo soy el montoncito de estiércol a medio hacer, que nadie compra,
y donde casi ni escarban las gallinas.
Pero te amo,
pero te amo frenéticamente.
¡Déjame, déjame fermentar en tu amor,
deja que me pudra hasta la entraña,
que se me aniquilen hasta las últimas briznas de mi ser,
para que un día sea mantillo de tus huertos!

 
Dámaso Alonso
“Hijos de la ira, 1945”

miércoles, 9 de noviembre de 2016

A SOLAS SOY ALGUIEN


A SOLAS SOY ALGUIEN

 
A solas soy alguien.
En la calle, nadie.

 
A solas medito,
siento que me crezco.
Le hablo a Dios. Responde
cóncavo el silencio.
Pero aguanta siempre,
firme frente al hueco,
este su seguro
servidor sin miedo.

 
A solas soy alguien,
valgo lo que valgo.
En la calle, nadie
vale lo que vale.

 
En la calle reinan
timbres, truenos, trenes
de anuncios y focos,
de absurdos peleles.
Pasan gabardinas,
pasan hombres “ene”.
Todos son como uno,
pobres diablos: gente.

 
En  la calle, nadie
vale lo que vale,
pero a solas todos
resultamos alguien.

 
A solas existo,
a solas me siento,
a solas parezco
rico de secretos.
En la calle, todos
me hacen más pequeño
y al sumarme a ellos,
la suma da cero.

 
A solas soy alguien,
valgo lo que valgo.
En la calle, nadie
vale lo que vale.

 
A solas soy alguien,
entiendo a los otros.
Lo que existe fuera,
dentro de mi doblo.

 
En la calle, todos
nos sentimos solos,
nos sentimos nadie,
nos sentimos locos.

 
A solas soy alguien.
En la calle, nadie.

 
Gabriel Celaya

domingo, 6 de noviembre de 2016

LOS ESPEJOS TRANSPARENTES


LOS ESPEJOS TRANSPARENTES


Uno dice lo que dice, mas no dice lo que piensa.
Los espejos no reflejan: transparentan.
Todo mira fascinante de frente, pero no existe.
Todo vuelve por detrás y es lo real, invisible.
En lo que veo, no veo; en lo que no veo, creo;
en toda imagen apunta una múltiple presencia,
palpitante intermitencia del corazón: confusión;
y así me siento indeciso como un pobre hombre perdido,
como tú que ¿quién eres?, como yo que ¿quién soy?

Los espejos que me escupen hacia fuera, y hacia dentro
me proponen transparencias de distancias y silencios,
deben ser, quiero que sean, para mis obras ejemplo,
con mucha luz hacia fuera, con más secreto hacia dentro.
Juego al juego, sí, con trampa, como hay doblez en los versos.

Así se cuentan las cosas que nos pasan cada día,
y bien contadas parecen fascinantes y sin alma.
Si se piensa, nada es lo que se ve en el espejo.
La luz grande es un abismo y un estúpido misterio.

Gabriel Celaya

De “Los espejos transparentes, 1967”

 

 

viernes, 4 de noviembre de 2016

EL REY DE LAS RUINAS


EL REY DE LAS RUINAS

 
Estoy en la miseria, Dios mío qué te importa
ya mi casa es un dulce terraplén de locura
un vuelo de lechuzas un río con el fondo
lacrado en mi semblante… ¡Dios mío qué te importa
mi casa es un relincho de muerto monocromo
cuna de remembranza gran rincón de dolor
allí ya no se duerme si no es para gritar
con una boca hambrienta de espesas esperanzas
flores ayer y hoy sus faldas son escombros
mi rostro de color negro aguanta la puerta
y al fin no sé qué hacer con tanta fotocopia
¡Estoy en la miseria! Se dice la miseria
y nada es la miseria… ¡Dios mío que miseria!
por el resuelto abismo subo las escaleras
del torreón oculto para pedir limosna
entro llamo ay ay ¡Señorito! ¡Ay! ¡Ay!
no puede ser así usted no se parece
¡Aparición! ¿Quién soy? Te pido yo una cama
para abrigar mis labios con un sueño anticuado
no te pongas así no te asustes de mí
¡Ayaymiseñoritoustedyanoeselmismo!
parece usted de veras un cansado harapiento
me da pena su ombligo lleno de soledad
ropa y candela diome y cené con la vieja
con la comadre atónita que mientras como reza.
riendo yo le explico: “Soy el rey de las ruinas”
y ella plasma un quejido: “Que es eso  señorito?”

 
Carlos Edmundo de Ory

miércoles, 2 de noviembre de 2016

MI FÓSIL





MI FÓSIL

 
Guárdame, duro armazón tallado por la muerte en el polvo de Adán.
Pliégame a la obediencia,
incrústame otra vez en lo visible con esas nervaduras de terror
que delatan mi número incompleto, mi especie miserable.
Apenas me retienes por un lazo de sombra debajo de los pies,
apenas por un jirón de luz helada entre los dientes,
y no obstante persevero contigo en el desierto contra la voz que clama,
me aferro como a un mástil contra el ciclón de plumas que me aspira,
me adhiero como un náufrago al tablón que corre hacia el abismo.
Porque eres aún la encrucijada,
las gradas hasta el fin y la escalera rota,
ese extraño lugar donde se hallan la maldición y el exorcismo.
Te han arrojado aquí
para que me enseñaras con tu duro evangelio la salida.
Te han encerrado a oscuras
para que me acecharas con mi propio fantasma sin remedio.
Te han jugado a perderme.
Te han prometido el sol de mi destierro,
mi feroz horizonte replegado debajo de la hierba,
la sábana de espumas en alguna intemperie en que no estoy.
Y tú en paz con tus huesos,
como momia de perro en el museo donde empieza mi infierno.
Sí, tú, mi Acrópolis de sal,
mi pregunta de nube sepultada,
mi respuesta de cera,
mi patíbulo errante lavado por las olas de una misma sentencia.

 
Olga Orozco
 
 

martes, 1 de noviembre de 2016

EL SELLO PERSONAL


EL SELLO PERSONAL

Estos son mis dos pies, mi error de nacimiento,
mi condena visible a volver a caer una vez más bajo las
                (implacables ruedas del zodíaco,
si no logran volar.
No son bases del templo ni piedras del hogar.
Apenas si dos pies, anfibios, enigmáticos,
remotos como dos serafines mutilados por la desgarradura
                 (del camino.

Son mis pies para el paso,
paso a paso sobre todos los muertos,
remontando la muerte con punta y con talón,
cautivos en la jaula de esta noche que debo atravesar y corre
                 (junto a mí.

Pies sobre brasas, pies sobre cuchillos,
marcados por el hierro de los diez mandamientos:
dos mártires anónimos tenaces en partir,
dispuestos a golpear en las cerradas puertas del planeta
y a dejar su señal de polvo y obediencia como una huella más,
apenas descifrable entre los remolinos que barren el umbral.

Pies dueños de la tierra,
pies de horizonte que huye,
pulidos como joyas al aliento del sol y al roce del guijarro:
dos pródigos radiantes royendo mi porvenir en los huesos del presente,
dispersando al pasar los rastros de ese reino prometido
que cambia de lugar y se escurre debajo de la hierba a
                   (medida que avanzo.
¡Qué instrumentos ineptos para salir y para entrar!
Y ninguna evidencia, ningún sello de predestinación bajo mis pies,
después de tantos viajes a la misma frontera.
Nada más que este abismo entre los dos,
esta ausencia inminente que me arrebata siempre hacia adelante,
y este soplo de encuentro y desencuentro sobre cada pisada.
¡Condición prodigiosa y miserable!
He caído en la trampa de estos pies
como un rehén del cielo o del infierno que se interroga en vano
                   (por su especie,
que no entiende sus huesos ni su piel,
ni esta perseverancia de coleóptero solo,
ni este tam-tam con que se le convoca a un eterno retorno.
¿Y adónde va este ser inmenso, legendario, increíble,
que despliega su vivo laberinto como una pesadilla,
aquí, todavía de pie,
sobre dos fugitivos delirios de la espuma, debajo del diluvio?

Olga Orozco