lunes, 25 de marzo de 2013

Semana del 25 al 31 de marzo 2013

Los Cobardes

Hombres  veo que de hombres
sólo tienen, sólo gastan
el parecer y el cigarro,
el pantalón y la barba.

En el corazón son liebres,
gallinas en las entrañas,
galgos de rápido vientre,
que en épocas de paz ladran
y en épocas de cañones
desparecen del mapa.

Estos hombres, estas liebres,
comisarios de la alarma,
cuando escuchan a cien leguas
el estruendo de las balas,
con singular heroísmo
a la carrera se lanzan,
se les alborota el ano,
el pelo se les espanta.

Valientemente se esconden,
gallardamente se escapan
del campo de los peligros
estas fugitivas cacas,
que me duelen hace tiempo
en los cojones del alma.

¿Dónde iréis que no vayáis
a la muerte, liebres pálidas,
podencos de poca fe
y demasiadas patas?
¿No os avergüenza mirar
en tanto lugar de España
a tanta mujer serena
bajo tantas amenazas?[…]

Solos se quedan los hombres
al calor de las batallas,
y vosotros lejos de ellas,
queréis ocultar la infamia,
pero el color de cobardes
no se os irá de la cara.

Ocupad los tristes puestos
de la triste telaraña.
sustituid a la escoba,
y barred con vuestras nalgas
la mierda que vais dejando
donde colocáis la planta.

Miguel Hernández
Poema leído por Gloria Gómez

jueves, 21 de marzo de 2013

Poema leído en el taller 10 de marzo 2013

Nueva York
(Oficina y Denuncia)

A Fernando Vela

Debajo de las multiplicaciones
hay una gota de sangre de pato;
debajo de las divisiones
hay una gota de sangre de marinero;
debajo de las sumas, un  río de sangre tierna.
Un río que viene cantando
por los dormitorios de los arrabales,
y es plata, cemento o brisa
en el alba mentida de New York.
Existen las montañas. Lo sé.
Y los anteojos para la sabiduría.
Lo sé. Pero yo no he venido a ver el cielo.
He venido para ver la turbia sangre,
la sangre que lleva las máquinas a las cataratas
y el espíritu a la lengua de cobra.
Todos los días se matan en New York
cuatro millones de patos,
cinco millones de cerdos,
dos mil palomas para el gusto de los agonizantes,
un millón de vacas,
un millón de corderos
y dos millones de gallos
que dejan los cielos hechos añicos.

Más vale sollozar afilando la navaja
o asesinar a los perros en las alucinantes cacerías,
que resistir en la madrugada
los interminables trenes de leche,
los interminables trenes de sangre
y los trenes de rosas maniatadas
por los comerciantes de perfumes.
Los patos y las palomas
y los cerdos y los corderos
ponen sus gotas de sangre
debajo de las multiplicaciones,
y los terribles alaridos de las vacas estrujadas
llenan de dolor el valle
donde el Hudson se emborracha con aceite.

Yo denuncio a toda la gente
que ignora la otra mitad,
la mitad irredimible
que levanta sus montes de cemento
donde laten los corazones
de los animalitos que se olvidan
y donde caeremos todos
en la última fiesta de los taladros.

Os escupo en la cara.
La otra mitad me escucha
devorando, orinando, volando  en su pureza
como los niños de las porterías
que llevan frágiles palitos
a los huecos donde se oxidan
las antenas de los insectos.
No es el infierno, es la calle.
O es la muerte. Es la tienda de frutas.
Hay un mundo de ríos quebrados y distancias inasibles
en la patita de ese gato quebrada por un automóvil,
y yo oigo el canto de la lombriz
en el corazón de muchas niñas.
Óxido, fermento, tierra estremecida.
Tierra tú mismo que nadas por los números de la oficina.
¿Qué voy a hacer? ¿Ordenar los paisajes?
¿Ordenar los amores que luego son fotografías
que luego son pedazos de madera y bocanadas de sangre?
No, no; yo denuncio.
No denuncio la conjura
de estas desiertas oficinas
que no radian las agonías,
que borran los programas de la selva,
y me ofrezco a ser comido por las vacas estrujadas
cuando sus gritos llenan el valle
donde el Hudson se emborracha con aceite.

Federico García Lorca
Del libro “Poeta en Nueva York”
Leído por Gloria Gómez


martes, 19 de marzo de 2013

Poema leido en el taller 10 de marzo de 2013


Mi Madre

Mi madre es esa niña sin padre y sin muñeca
que nos hizo la carne y el alma del verano.
Usa vestidos serios y ya no toca el piano,
pero aquí en nuestra casa ha sembrado una areca.


Propietaria de todos los pañales del mundo,
por jugar con nosotros se olvidó de ir a misa;
y ya veis: le ha salido una iglesia en la risa.
Su delantal es sabio como un libro profundo.


Con las tijeras quiere cortarme penas hondas.
Hace guisos humildes y caricias redondas,
y se arruga despacio como una ilusión.


Mi madre es esa única criatura diferente
que para darme un beso raro y resplandeciente
me ha zurcido la herida que llaman corazón.


Carilda Oliver Labra
Poema leído por Esther Núñez

viernes, 15 de marzo de 2013

Poema rescatado de la página de poesía de la Escuela Grupo Cero de Madrid


Una Mujer Inolvidable
Esto va por ti, alzo mi copa llena de besos,
y brindo por la belleza de tu nombre.
Mujer  hacedora, junto a él, de pan, de versos y de hijos.
Tú, que te llamas Hipatia, tu padre, Teón,
rechazando creencias de la época,
te hizo ciudadana de la polis,
derecho exclusivo del otro sexo,
confió en tu inteligencia
y te ayudó a encontrar tu órbita
en las ciencias de los astros y los números,
un camino que abrirías tú también para otros,
porque el que tiene un saber y no lo dona,
en él se pudre, y se fermenta, y sus larvas devoran corazones.
Como pago, fuiste golpeada hasta la muerte,
una mártir más, como tantas,
por nada, por mujer sabia, algo que debe de estar
muy cerca del demonio
para la mente enferma y reaccionaria.
Tú que te llamas Christine de Pizan,
la oscura Edad Media se iluminó
con tu Ciudad de damas,
luchaste porque esa luz de lo femenino
brillara en todo su esplendor.
Heriste de muerte al amor cortés,
y en la Querella, la inteligencia de ella
se midió con la de él, y después de haberse
dejado vencer tantos años…, hicieron tablas.
Tú que te llamas James Barry,
lampiño de agudo timbre de la armada inglesa.
Tus manos laboriosas de insigne cirujano,
develaron el misterio de nacer por cesárea,
y cuando te enterraron, tus papeles decían:

Margaret Ann Bulkley, y todos se asombraron,
ocultando el secreto, y signando tu lápida con
un nombre de varón: James,
pues se debía seguir manteniendo la falacia
de que las descendientes de Eva no estaban
capacitadas para el ejercicio de la medicina.
Tú que te llamas Marie Curie,
un alud de isótopos radiactivos
no hubiera superado tu refulgir.
No sólo fuiste la primera mujer Nobel,
sino que, por si quedaban dudas,
repetiste, hazaña que ningún hombre ha podido emular.
La física y la Química fueron la casa
En la que creció tu perspicacia.
Tu esposo, que urdía contigo magníficos
experimentos, obtuvo su Cátedra en París,
a ti te la negaron, obtusos comensales
de viejos prejuicios apolillados,
no les bastó ni el Nobel para obviar tu sexo.
Alice Guy,
¿Quién no recuerda a los Lumière,
Ellos inventaron el primer proyector,
pero no fue suya la primera película,
fue la dulce Alice la de la idea,
pero ¿para qué decírselo al mundo?
muchas de sus obras, las firmó
su ayudante, un varón de cuyo nombre
no me acuerdo, en las Historias del cine,
omitida en las más,
porque ¿cómo iba a ser pionera del cine una mujer?
Ada Byron, tu madre te alejó de la poesía,
hija de universal poeta maldito, por amor a tu padre,
descubriste la poesía de la matemática,
de tus manos laboriosas,
nació el primer software,
la informática moderna es hija de tu ciencia.
Pero ¿quién te conoce?
había que silenciar el femenil ingenio,
como estas tantas, tantas…,
y cada una, cada día, voz silenciada,
grita más alto, escribe más alto,
deja intensa, la huella de tu paso:
¡Es un pie de mujer! ¡Grita bien alto!

ALEJANDRA MENASSA DE LUCÍA
Escuela de Poesía Grupo Cero
Coordinador: Miguel Oscar Menassa

Poema leido en el taller, 10 de marzo 2013

Entre perro y lobo
Me clausuran en mí.
Me dividen en dos.
Me engendran cada día en la paciencia
y en un negro organismo que ruge como el mar.
Me recortan después con las tijeras de la pesadilla
y caigo en este mundo con media sangre vuelta a cada lado:
una cara labrada desde el fondo por los colmillos de la
     furia a solas,
y otra que se disuelve entre la niebla de las grandes manadas.

No consigo saber quién es el amo aquí.
Cambio bajo mi piel de perro a lobo.
Yo decreto la peste y atravieso con mis flancos en llamas
las planicies del porvenir y del pasado;
yo me tiendo a roer los huesecitos de tantos sueños
     muertos entre celestes pastizales.
Mi reino está en mi sombra y va conmigo dondequiera que vaya,
o se desploma en ruinas con las puertas abiertas a la
     invasión del enemigo.

Cada noche desgarro a dentelladas todo lazo ceñido al corazón,
y cada amanecer me encuentra con mi jaula de obediencia en el lomo.
Si devoro a mi dios uso su rostro debajo de mi máscara,
y sin embargo sólo bebo en el abrevadero de los hombres
un aterciopelado veneno de piedad que raspa en las entrañas.
He labrado el torneo en las dos tramas de la tapicería:
he ganado mi cetro de bestia en la intemperie,
y he otorgado también jirones de mansedumbre por trofeo.
Pero ¿quién vence en mí?
¿Quién defiende de mi bastión solitario en el desierto, la sábana del sueño?
¿Y quién roe mis labios, despacito y a oscuras, desde mis propios dientes?


Olga Orozco
Poema leído por Maribel Domínguez Duarte


sábado, 9 de marzo de 2013

Semana del 4 al 10 de marzo de 2013


Las Tardes de Noviembre

Somos capaces de construir puentes levadizos,
sobre un océano, unir continentes lejanos,
sólo para ver el color de su cielo.
Capaces de hacer volar un satélite,
cruzar la estratosfera, la onda terrestre,
sólo para clavar un trozo de tela en otro planeta.
Capaces de minar la tierra hasta su núcleo voraz,
para encontrar un preciado metal.

Soportamos una corona de espinas
en nuestra frente, por piedad.
Arrastramos pesadas cadenas en nuestro torso,
sin suspiro,
por demostrar una entereza pusilánime.
Avanzamos en sendas marcadas
por rocas abruptas con los pies descalzos,
por una empecinada miseria.

Pero no somos capaces de abrazar
con sencillez, ante un orgullo anquilosado.
Dejamos pasar los días delante de nuestra tez
por la torpeza de una palabra callada,
una palabra amiga, incapaz de volar;
y las tardes de noviembre llegan,
y su luz gris cae sobre nuestros hombros,
su niebla encorva nuestro árbol
y sus hojas van cayendo,
encubriendo nuestro techo,
ahogando nuestra risa frente al espejo,
dejando nuestro tronco sin el vestido floreciente,
de una primavera olvidada
en el desván de los sueños rotos.

Un poema de Gloria Gómez
Integrante del Taller de Poesia Grupo Cero
Alcalá de Henares

Semana del 4 al 10 de marzo de 2013

AMOR


La suerte fue echada
la moneda se partió en dos,
tímida y recelosa con la cara hacia arriba
pronuncio una palabra
como aquel que en su sombra
tras su pupitre
consigue alzar la mano por primera vez.

¡Ah! si dibujase mi silueta ahora que la tierra aún se mantiene fresca
si mis manos se balanceasen al compás de esa balada que sigue sonando
si las lágrimas que brotan de mis ojos
hicieran crecer la hoja en la cúspide de la palabra que se hizo amor.

Descubrir mi rostro
despertar un nuevo amanecer
albergar el  aroma  en esos besos que tanto añoran.
Día tras día mi corazón latiría para dibujar una sonrisa
para adornar la soledad de colores vivos
para desterrar las cadenas que acortan el camino.

El aliento de hielo derretiría el acero que se forja en mis dedos
el cordel abriría la cajita de recuerdos
y todos los pensamientos ordenados en sus casillas
arrancarían un poema.

Un poema de Esther Núñez
Integrante del taller de poesía Grupo Cero
Alcalá de Henares

viernes, 8 de marzo de 2013

Semana del 4 al 10 de marzo de 2013


LIBROS

Comprendí todos los leales libros que tuve entre las
manos.
Los leí con pasión y divina furia,
con raudal entusiasmo.
Después, cautelosamente y en silencio,
Ya comprendidos y cerrados,
en sus estantes ¡nobles solios!
se quedaron
inmóviles,
soñando,
como al anochecer en los ramajes
las mariposas y los pájaros.
¡Vivas criaturas en reposo!
¡Libros de mi explorar, libros amados!
Uno tan solo permanece abierto,
sin comprender, a orillas del espanto.
No puede penetrar en sus enigmas.
¡Libro extraño!
De todos los que tuve,
¡el inhumano!
¡El libro de mi ser, sus hojas duras,
Su aridez, su incandescencia, su rechazo!
¡Y así se queda para siempre abierto,
sobre la mesa en que trabajo!

Germán Pardo García
Poema leído por Esther Núñez

Semana del 4 al 10 de marzo de 2013

La Guitarra

Empieza el llanto
de la guitarra.
Se rompen las copas
de la madrugada.
Empieza el llanto
de la guitarra.
Es inútil callarla.
Es imposible
callarla.
Llora monótona
como llora el agua,
como llora el viento
sobre la nevada.
Es imposible
callarla.
Llora por cosas
lejanas.
Arena del Sur caliente
que pide camelias blancas.
Llora flecha sin blanco,
la tarde sin mañana,
y el primer pájaro muerto
sobre la rama.
¡Oh, guitarra!
Corazón malherido
por cinco espadas.


Federico García Lorca
Poema leído por Maribel Domínguez Duarte

jueves, 7 de marzo de 2013

Semana del 4 al 10 de marzo 2013


Grito Hacia Roma
(Desde la torre del krysler Building)

              
Manzanas levemente heridas
por los finos espadines de plata,
nubes rasgadas por una mano de coral
que lleva en el dorso una almendra de fuego,
peces de arsénico como tiburones,             
tiburones como gotas de llanto para cegar una multitud,
rosas que hieren             
y agujas instaladas en los caños de la sangre,
mundos enemigos y amores cubiertos de gusanos             
caerán sobre ti. Caerán sobre la gran cúpula
que untan de aceite las lenguas militares             
donde un hombre se orina en una deslumbrante paloma
y escupe carbón machacado             
rodeado de miles de campanillas.

Porque ya no hay quien reparta el pan ni el vino,
ni quien cultive hierbas en la boca del muerto,             
ni quien abra los linos del reposo,
ni quien llore por las heridas de los elefantes.
No hay más que un millón de herreros             
forjando cadenas para los niños que han de venir.
No hay más que un millón de carpinteros             
que hacen ataúdes sin cruz.
No hay más que un gentío de lamentos
que se abren las ropas en espera de la bala.
El hombre que desprecia la paloma debía hablar,
debía gritar desnudo entre las columnas,             
y ponerse una inyección para adquirir la lepra
y llorar un llanto tan terrible             
que disolviera sus anillos y sus teléfonos de diamante.
Pero el hombre vestido de blanco             
ignora el misterio de la espiga,
ignora el gemido de la parturienta,             
ignora que Cristo puede dar agua todavía,
ignora que la moneda quema el beso de prodigio             
y da la sangre del cordero al pico idiota del faisán.

Los maestros enseñan a los niños             
una luz maravillosa que viene del monte;
pero lo que llega es una reunión de cloacas             
donde gritan las oscuras ninfas del cólera.
Los maestros señalan con devoción las enormes cúpulas sahumadas;
pero debajo de las estatuas no hay amor,             
no hay amor bajo los ojos de cristal definitivo.
El amor está en las carnes desgarradas por la sed,             
en la choza diminuta que lucha con la inundación;
el amor está en los fosos donde luchan las sierpes del hambre,
en el triste mar que mece los cadáveres de las gaviotas
y en el oscurísimo beso punzante debajo de las almohadas.
            
Pero el viejo de las manos traslucidas
dirá: amor, amor, amor,             
aclamado por millones de moribundos;
dirá: amor, amor, amor,
entre el tisú estremecido de ternura;
dirá: paz, paz, paz,             
entre el tirite de cuchillos y melones de dinamita;
dirá: amor, amor, amor,             
hasta que se le pongan de plata los labios.

Mientras tanto, mientras tanto, ¡ay!, mientras tanto,             
los negros que sacan las escupideras,
los muchachos que tiemblan bajo el terror pálido de los directores,
las mujeres ahogadas en aceites minerales,             
la muchedumbre de martillo, de violín o de nube,
ha de gritar aunque le estrellen los sesos en el muro,             
ha de gritar frente a las cúpulas,
ha de gritar loca de fuego,             
ha de gritar loca de nieve,
ha de gritar con la cabeza llena de excremento,             
ha de gritar como todas las noches juntas,
ha de gritar con voz tan desgarrada             
hasta que las ciudades tiemblen como niñas
y rompan las prisiones del aceite y la música,             
porque queremos el pan nuestro de cada día,
flor de aliso y perenne ternura desgranada,             
porque queremos que se cumpla la voluntad de la Tierra
que da sus frutos para todos.


Federico García Lorca
Del libro "Poeta en Nueva York"
Leído por Gloria Gómez

Semana del 4 al 10 de marzo 2013


1562
                                       
¡
Ay! bisonte de Altamira,
te tragó el león de España;
fue por hambre, no por saña,
y el león ahora delira

porque en su sangre te lleva,
troglodítico bisonte,
bestia salvaje en el monte,
sueño mágico en la cueva!

El león sueña contigo,
con tu melena y tus cuernos;
sueña el león tus eternos
hechizos como un castigo.

Que tú le abrasas la entraña,
¡ay bisonte de Altamira!
y el pobre león delira,
y con él delira España.

Mistagógico bisonte
del cielo de la caverna,
proteibérica taberna,
tinieblas por horizonte;

¿a qué luz de íntimo fuego
te trazó segura mano
de soñador soberano
que aún nos enturbia el sosiego?

Pobre león, cómo lloras,
que el sol el soñar te quita,
y la sangre se te irrita
mientras recuerdos devoras.
Miguel de UnamunoEspaña-1864 
De “Cancionero (Diario poético)”
 Leído por Esther Núñez

miércoles, 6 de marzo de 2013


No me Arrepiento de Nada

Desde la mujer que soy,
a veces me da por contemplar
aquellas que pude haber sido;
las mujeres primorosas,
hacendosas, buenas esposas,
dechado de virtudes,
que deseara mi madre.
No sé por qué
la vida entera he pasado
rebelándome contra ellas.
Odio sus amenazas en mi cuerpo.
La culpa que sus vidas impecables,
por extraño maleficio,
me inspiran.
Reniego de sus buenos oficios;
de los llantos a escondidas del esposo,
del pudor de su desnudez
bajo la planchada y almidonada ropa interior.
Estas mujeres, sin embargo,
me miran desde el interior de los espejos,
levantan su dedo acusador
y, a veces, cedo a sus miradas de reproche
y quiero ganarme la aceptación universal,
ser la Gioconda irreprochable.
Sacarme diez en conducta
con el partido, el estado, las amistades,
mi familia, mis hijos y todos los demás seres
que abundantes pueblan este mundo nuestro.
En esta contradicción inevitable
entre lo que debió haber sido y lo que es,
he librado numerosas batallas mortales,
batallas a mordiscos de ellas contra mí
-ellas habitando en mí queriendo ser yo misma-
transgrediendo maternos mandamientos,
desgarro adolorida y a trompicones
a las mujeres internas
que, desde la infancia, me retuercen los ojos
porque no quepo en el molde perfecto de sus sueños,
porque me atrevo a ser esta loca, falible, tierna y vulnerable,
que se enamora como alma en pena
de causas justas, hombres hermosos,
y palabras juguetonas.
Porque, de adulta, me atreví a vivir la niñez vedada,
y rompí lazos inviolables
y me atreví a gozar
el cuerpo sano y sinuoso
con que los genes de todos mis ancestros
me dotaron.
No culpo a nadie. Más bien les agradezco los dones.
No me arrepiento de nada, como dijo la Edith Piaf.
Pero en los pozos oscuros en que me hundo,
cuando, en las mañanas, no más abrir los ojos,
siento las lágrimas pujando;
veo a esas otras mujeres esperando en el vestíbulo,
blandiendo condenas contra mi felicidad.
Impertérritas "niñas buenas" me circundan
y danzan sus canciones infantiles contra mí
contra esta mujer
hecha y derecha,
plena.
Esta mujer de pechos en pecho
y caderas anchas
que, por mi madre y contra ella,
me gusta ser. 


Gioconda Belli
Poema leído por Maribel Domínguez Duarte

semana del 4 al 10 de marzo de 2013

Día Para No Estar

Vete, día maldito;
guarda bajo tus párpados de yeso la mirada de lobo
que me olvida mejor;
camina sobre mí con tu paso salvaje, simulando un
desierto entre el hambre y la sed,
para que todos crean que no estoy,
que soy una señal de adiós sobre las piedras;
cierra de para en par, lejos de mí, tus fauces sin crueldad
y sin misericordia,
como si fuera ya la invulnerable,
aquella que sin pena puede probarse ya los gestos de
los otros;
y tiéndete a dormir, bajo la ciega lona de los siglos,
el sueño en que me arrojas desde ayer a mañana:
esta escarcha que corre por mi cara.
Aun así, he de llegar contigo.
Aun así, has de resucitar conmigo entre los muertos.


Olga Orozco
Poema Leído por Esther Núñez

martes, 5 de marzo de 2013

Semana del 4 al 10 de marzo 2013

La Mala Suerte

Alguien marcó en mis manos,
tal vez hasta en la sombra de mis manos,
el signo avieso de los elegidos por los sicarios de la desventura.
Su tienda es mi morada.
Envuelta estoy en la sombría lona de unas alas que caen y que caen
llevando la distancia dondequiera que vaya,
sin acertar jamás con ningún paraíso a la medida de mis tentaciones,
con ningún episodio que se asemeje a mi aventura.
Nada. Antros donde no cabe ni siquiera el perfume de la perduración,
encierros atestados de mariposas negras, de cuervos y de anguilas,
agujeros por los que se evapora la luz del universo.
Faltan siempre peldaños para llegar y siempre sobran emboscadas y ausencias.
No, no es un guante de seda este destino.
No se adapta al relieve de mis huesos ni a la temperatura de mi piel,
y nada valen trampas ni exorcismos,
ni las maquinaciones del azar ni las jugadas del empeño.
No hay apuesta posible para mí.
Mi lugar está enfrente del sol que se desvía o de la isla que se aleja.
¿No huye acaso el piso con mis precarios bienes?
¿No se transforma en lobo cualquier puerta?
¿No vuelan en bandadas azules mis amigos y se trueca en carbón el oro que yo toco?
¿Qué más puedo esperar que estos prodigios?
Cuando arrojo mis redes no recojo más que vasijas rotas,
perros muertos, asombrosos desechos,
igual que el pobrecito pescador al comenzar la noche fantástica del cuento.
Pero no hay desenlace con aplausos y palmas para mí.
¿No era heroico perder? ¿No era intenso el peligro?
¿No era bella la arena?
Entre mi amado y yo siempre hubo una espada;
justo en medio de la pasión el filo helado, el fulgor venenoso
que anunciaba traiciones y alumbraba la herida en el final de la novela.
Arena, sólo arena, en el fondo de todos los ojos que me vieron.
¿Y ahora con qué lágrimas sazonaré mi sal,
con qué fuego de fiebres consteladas encenderé mi vino?
Si el bien perdido es lo ganado, mis posesiones son incalculables.
Pero cada posible desdicha es como un vértigo,
una provocación que la insaciable realidad acepta, más tarde o más temprano.
Más tarde o más temprano, estoy aquí para que mi temor se cumpla.


Olga Orozco
Poema leído por Maribel Domínguez Duarte

sábado, 2 de marzo de 2013

Del 25 de febrero al 3 de marzo de 2013


Por una Senda van los Hortelanos

Por una senda van los hortelanos,
que es la sagrada hora del regreso,
con la sangre injuriada por el peso
de inviernos, primaveras y veranos.

Vienen de los esfuerzos sobrehumanos
y van a la canción, y van al beso,
y van dejando por el aire impreso
un olor de herramientas y de manos

Por otra senda yo, por otra senda
que no conduce al beso aunque es la hora,
sino que merodea sin destino.

Bajo su frente trágica y tremenda,
un toro solo en la ribera llora
olvidando que es toro y masculino.


Poema de Miguel Hernández
Del libro “El Rayo que no Cesa”
 Leído por Gloria Gómez Candanedo

viernes, 1 de marzo de 2013

Del 25 de febrero al 3 de marzo de 2013

 

Ciudad Bajo la Lluvia


Mira cómo, desde este exilio de cemento,
se extiende la ciudad, a nuestras plantas.
De aquí partían los mercaderes rumbo a España.
Mira el humo en aquellas azoteas,
el resplandor del sol en los tinacos,
aquellas sucias fábricas a plomo.

Mira el papel que cae
desde un alto edificio:
pájaro que ablandara sus alas.

Encabritadas garras afilando,
águilas junto al cielo se desploman.

En este oscuro cuarto
un pedazo de historia se fabrica;
en aquel otro, un hombre sueña con mujer
pero en su lecho sólo la luna
abraza sus muslos y torso.

Huele la lluvia.
Mira cómo de la tierra ascien
d
e
ese pesado olor del protoplasma.
Mira caer cenizas, polvos y desgracias.
Mira cómo las lluvias obstruyeron
los albañales de los aledaños.
Mir
a
cómo la lluvia cae sobre los pájaros
y cómo los hombres, trapos sacudidos,
oscilan por una ráfaga de viento,
a la luz de ese único relámpago.
Su rostro es una bronca blasfemia.
Mira cómo el cielo resplandece en mitad de la noche,
cómo las estrellas se desgañitan de luz.
Mira cómo esta mugre tierra estalla
y trastorna su sol que la corteja
y corre luego entre pezuñas de asnos.

Vé cómo abandona la tierra estos lugares
dejando a ciertos hombres sin su antípoda,
colgados de sus dientes, al vacío.
 
Y el cielo desploma su ceniza,
la facilidad de la muerte.

Es la ciudad de México
que anuncia su verano.

Jaime Labastida
México-1939 - De “La feroz alegría”
Poema leído por Maribel Domínguez Duarte

Del 25 de febrero al 3 de marzo de 2013


Tú vives siempre en tus actos...

Tú vives siempre en tus actos.
Con la punta de tus dedos
pulsas el mundo, le arrancas
auroras, triunfos, colores,
alegrías: es tu música.
La vida es lo que tú tocas.


De tus ojos, sólo de ellos,
sale la luz que te guía
los pasos. Andas
por lo que ves. Nada más.


Y si una duda te hace
señas a diez mil kilómetros,
lo dejas todo, te arrojas
sobre proas, sobre alas,
estás ya allí; con los besos,
con los dientes la desgarras:
ya no es duda.
Tú nunca puedes dudar.


Porque has vuelto los misterios
del revés. Y tus enigmas,
lo que nunca entenderás,
son esas cosas tan claras:
la arena donde te tiendes,
la marcha de tu reloj
y el tierno cuerpo rosado
que te encuentras en tu espejo
cada día al despertar,
y es el tuyo. Los prodigios
que están descifrados ya.


Y nunca te equivocaste,
más que una vez, una noche
que te encaprichó una sombra
-la única que te ha gustado-.
Una sombra parecía.
Y la quisiste abrazar.
Y era yo.


Pedro Salinas
Poema leído por Esther Núñez

Del 25 de febrero al 3 de marzo de 2013


Campo

La tarde está muriendo
Como un hogar humilde que se apaga.

Allá, sobre los montes,
Quedan algunas brasas.

Y este árbol roto en el camino blanco
Hace llorar de lástima.

¡Dos ramas en el tronco herido, y una
Hoja marchita y negra en cada rama!

¿Lloras?... Entre los álamos de oro,
Lejos, la sombra del amor te aguarda.

Antonio Machado
Poema leído por Maribel Domínguez Duarte

Del 25 de febrero al 3 de marzo de 2013


Vaca
 A Luis Lacasa

Se tendió la vaca herida.
Árboles y arroyos trepaban por sus cuernos.
Su hocico sangraba en el cielo.

Su hocico de abejas
bajo el  bigote lento de la baba.
Un alarido blanco puso en pie la mañana.

Las vacas muertas y las vivas,
rubor de luz o miel de establo,
balaban con los ojos entornados.

Que se enteren las raíces
y aquel niño que afila su navaja
de que ya se pueden comer la vaca.

Arriba palidecen
luces y yugulares.
Cuatro pezuñas tiemblan en el aire.

Que se entere la luna
y esa noche de rocas amarillas
que ya se fue la vaca de ceniza.

Que ya se fue balando
por el derribo de los cielos yertos,
donde meriendan muerte los borrachos.

Federico García Lorca
Del libro “Poeta en Nueva York”
Poema leído por Gloria Gómez