domingo, 30 de octubre de 2022

LAS ÁGUILAS

 


LAS ÁGUILAS

 

El mundo encierra la verdad de la vida,

aunque la sangre mienta melancólicamente

cuando como mar sereno en la tarde

siente arriba el batir de las águilas libres.

 

Las plumas de metal, las garras poderosas,

ese afán del amor o la muerte,

ese deseo de beber en los ojos con un pico de hierro,

de poder al fin besar lo exterior de la tierra,

vuela como el deseo,

como las nubes que a nada se oponen,

como el azul radiante, corazón ya de afuera

en que la libertad se ha abierto para el mundo.

 

Las águilas serenas

no serán nunca esfinges

no serán sueño o pájaro,

no serán caja donde olvidar lo triste,

donde tener guardado esmeraldas u ópalos.

 

El sol que cuaja en las pupilas,

que a las pupilas mira libremente,

es ave inmarcesible, vencedor de los pechos

donde hundir su furor contra un cuerpo amarrado.

 

Las violetas alas

que azotan rostros como eclipses,

que parten venas de zafiro muerto,

que seccionan la sangre coagulada,

rompen el viento en mil pedazos,

mármol o espacio impenetrable

donde una mano muerta detenida

es el claror que en la noche fulgura.

 

Águilas como abismos,

como montes altísimos,

derriban majestades, troncos polvorientos,

esa verde hiedra que en los muslos

finge la lengua vegetal casi viva.

 

Se aproxima el momento en que la dicha consista

en desvestir de piel a los cuerpos humanos,

en que el celeste ojo victorioso

vea sólo a la tierra como sangre que gira.

 

Águilas de metal sonorísimo,

arpas furiosas con su voz casi humana,

cantan la ira de amar los corazones,

amarlos con las garras estrujando su muerte.

 

Vicente Aleixandre

Cuadro de Jan Brueghel

miércoles, 26 de octubre de 2022

TORO EN EL MAR

 


TORO EN EL MAR

 

 

1

              

A aquel país se lo venían diciendo

desde hace tanto tiempo.

Mírate y lo verás.

Tienes forma de toro,

de piel de toro abierto,

tendido sobre el mar.

 

(De verde toro muerto)

 

 

2

 

Mira, en aquel país

ahora se puede navegar en sangre.

Un soplo de silencio y de vacío

puede de norte a sur, y sin dejar la tierra,

llevarte.

 

 

3

 

Eras jardín de naranjas.

Huerta de mares abiertos.

Tiemblo de olivas y pámpanos,

los verdes cuernos.

 

Con pólvora te regaron.

Y fuiste toro de fuego.

 

 

4

 

Le están dando a este toro

pastos amargos,

yerbas con sustancia de muertos,

negras hieles

y clara sangre ingenua de soldado.

¡Ay, qué mala comida para este toro verde,

acostumbrado a las libres dehesas y a los ríos,

para este toro a quien la mar y el cielo

eran aún pequeños como establo!

 

 

5

 

Sobre un campo de anémonas,

cayó muerto el soldado.

Las anémonas blancas,

de grana lo lloraron.

De los montes vinieron jabalíes

y un río se llenó de muslos blancos.

 

 

6

 

No se podía dormir, porque escuchaba

abrirse hoyos y hoyos en la tierra.

No se podía andar, no se podía.

Los pasos ya no eran,

ya no eran pasos, porque todo el cuerpo

era lo que se hundía,

lo que había de hundirse…

… y se iba hundiendo.

 

 

7

 

Habría que llorar.

Sólo ortigas y cardos,  

y un triste barro frío,

ya siempre, en los zapatos.

 

Cuando murió el soldado,

lejos, escaló el mar una ventana

y se puso a llorar junto a un retrato.

 

Habría que contarlo.

 

 

8

 

Todo oscuro, terrible. Aquella luna

que se rompió, de pronto, echando sangre.

Aquel desprevenido silencio

que de pronto impedía que mojase

la sangre al corazón, abriendo puertas

para dejarlo hundido, abandonado,

dentro de un uniforme

sin nadie.

 

Todo oscuro, terrible.

 

Mas cuando fue a entender lo que quería,

ya tan sólo era un traje.

 

Rafael Alberti

Cuadro: El sol  de la tarde de Joaquín Sorolla

lunes, 24 de octubre de 2022

LA REALIDAD

 


LA REALIDAD

 

 

No, no quiero los sueños. Es la vida,

la realidad la que nos llama. Escucha.

Son las cosas estrictas que tocamos

las que nos prestan su difícil música.

 

Difícil, sí, difícil es lanzarse

desde el silencio de la pena abrupta

y tocar con los dedos aún heridos

estas candentes realidades. Duras.

 

Pero lo mismo que esos pobres árboles

frente a los brazos del otoño luchan,

hemos de defender hoja por hoja

la rama viva que nos da la fruta

de la esperanza, que hace cada día

esa naranja un poco más madura.

 

Contra el inevitable helor del tiempo

que tus amantes manos la recubran.

 

No. No es el sueño. Es esta vida diaria

la que hay que comenzar de nuevo. Busca

en mí el esfuerzo y la sonrisa. Míralos.

(Aunque los finja por vencer tu duda.)

 

Porque era esto lo que contenía

aquella caja de sorpresas…

                                                  Nunca

podremos ya volver atrás. La tarde

sombra a nuestras espaldas acumula.

 

Leopoldo de Luis

Cuadro de Gustav Courbet

sábado, 22 de octubre de 2022

LISBOND REVISITED (1923)

 

LISBON REVISITED (1923)

 

 

No: no quiero nada.

Ya dije que no quiero nada.

¡No me traigan estéticas!

¡No me hablen de moral!

¡Saquen de acá la metafísica!

No me prediquen sistemas completos, no me enumeren conquistas

de las ci
encia (de las ciencias, Dios mío, ¡de las ciencias!)

de las ciencias, del arte, ¡de la civilización moderna!

 

¿Qué mal les hice yo a todos los dioses?

 

Si tienen la verdad, ¡guárdensela!

 

Soy un técnico, pero tengo técnica solo dentro de la técnica.

Fuera de eso soy loco, con todo el derecho de serlo.

Con todo el derecho de serlo, ¿oyeron?

 

¡No me den lata, por el amor de Dios!

 

¿Me querían casado, fútil, cotidiano y tributable?

¿Me querían lo contrario de esto?

¿lo contrario de cualquier cosa?

Si fuese otra persona, les daría, a todos, el gusto.

Así como soy, ¡ténganme paciencia!

Váyanse ala diablo sin mí,

¡o dejen que me vaya solo al diablo!

¿Para qué tenemos que ir juntos?

 

¡No me agarren del brazo!

No me gusta que me agarren del brazo. ¡Quiero ser solo!

¡Ya dije que soy solo!

Ah, ¡qué fastidio querer que sirva de compañía!

 

Oh, cielo azul –el mismo de mi infancia-

¡Eterna verdad vacía y perfecta!

Oh, suave Tajo ancestral y mudo,

¡pequeña verdad donde se refleja el cielo!

¡Oh dolor revisitado, Lisboa de otrora de hoy!

Nada me dais, nada me quitáis, nada sois que yo me sienta.

 

¡Déjenme en paz! No tardo, que yo nunca tardo…

Y mientras tardan el Abismo y el Silencio ¡quiero estar solo!

 

Fernando Pessoa

 

jueves, 20 de octubre de 2022

EL SUELO

 


EL SUELO

Suelo por donde voy,

santo suelo de tierra

Jorge Guillén

 

Sobre esta realidad se funda todo,

suelo de tierra dura como penas.

El muro, la techumbre, ese cobijo

junto al hogar, donde la historia empieza.

 

Miro su costra roja lentamente,

la toco con mi mano lenta-

mente, siento su tibio, áspero roce,

su piel desnuda y quieta.

 

La vida se alza de este vientre oscuro,

de esta extendida soledad concreta.

La repetida historia de los hombres

aquí monta y desmonta sus escenas.

 

La pisada desnuda se descubre

del primer hombre, la primera

hendidura remota se adivina

de la primera rueda.

 

Hacia el amor los pasos o hacia el odio,

la vacilante huella

hacia la muerte. El pie como una concha

libre y el pie que arrastra una cadena.

 

Todo se funda aquí. Un paso y otro

paso: el camino. Piedra sobre piedra:

la casa. El trashumante, el sedentario

no tienen otra vía ni otra hacienda.

 

Bajo el día, a la luz que cae de plano

cruel, hermosa y violenta,

en la noche, buscando ansiosamente,

dolidamente en la tiniebla,

 

cruzo pisando sobre milenarias

pisadas, hundo en las remotas cuencas

mis pies, descanso en hoyos donde siglos

y siglos otros huesos se durmieran.

 

Desde esta realidad pido a la vida:

hágase tu esperanza así en la tierra

como en el santo suelo donde alzamos

esta aventura trágica y pequeña.

 

Leopoldo de Luis

miércoles, 19 de octubre de 2022

PARA MATAR EL TIEMPO

 


PARA MATAR EL TIEMPO

 

 

Pasa alegremente,

como mariposa

pasa,

pasajero es el presente,

pasajera es la alegría…

dura cosa!

Bien, ¿y más allá? ¿Qué importa

si la vida es corta?

¿Y si fuere larga?

¡Qué descanso

al dejar la carga!

¿Qué es lo cierto?

¡Preguntádselo a algún muerto!

¿No responde?

¡La verdad se esconde!

Nadie sabe

en la vida qué es lo leve

qué es lo grave,

sólo que es muy breve

y por tanto

lo seguro es engañarse con su encanto.

 

¿Lo seguro?

¡Todo, todo es muy oscuro!

¿Y qué haremos?

¿Al azar de las corrientes nuestra barca

y dejar los remos?

¡Es lo mismo!

Porque de uno o de otro modo

vamos al abismo;

¡es lo mismo todo!

 

“Coge el día”

y es el día el que te coge

y a la tumba al fin te lleva

como grano al troje.

Bien, ¿y qué hago,

por las sendas del destino

mientras vago?

¿Cómo lleno mi camino?

Pues con mis canciones;

así mato el tiempo

y las ocasiones.

 

Miguel de Unamuno

martes, 18 de octubre de 2022

CANCIÓN DE LA MUERTE PEQUEÑA

 


CANCIÓN DE LA MUERTE PEQUEÑA

 

 

Prado mortal de lunas

y sangre bajo tierra.

Prado de sangre vieja.

 

Luz de ayer y mañana.

Cielo mortal de hierba.

Luz y noche de arena.

 

Me encontré con la muerte.

Prado mortal de tierra.

Una muerte pequeña.

 

El perro en el tejado.

Sola mi mano izquierda

atravesaba montes sin fin

de flores secas.

 

Catedral de ceniza.

Luz y noche de arena.

Una muerte pequeña.

 

Una muerte y yo un hombre.

Un hombre solo, y ella

una muerte pequeña.

 

Prado mortal de luna.

La nieve gime y tiembla

por detrás de la puerta.

 

Un hombre, ¿y qué? Lo dicho.

Un hombre solo y ella.

Prado, amor, luz y arena.

 

Federico García Lorca

Cuadro: "El violinista verde" de Marc Chagall

lunes, 17 de octubre de 2022

EN NOBRE DE MUCHOS

 


EN NOMBRE DE MUCHOS

 

Para el hombre hambreante y sepultado

en sed salobre son de sombra fría,

en nombre de la fe que he conquistado:

alegría.

 

Para ti, patria, árbol arrastrado

sobre los ríos, ardua España mía,

en nombre de la luz que ha alboreado:

alegría.

 

Blas de Otero

domingo, 16 de octubre de 2022

DIGO VIVIR

 


DIGO VIVIR

 

Porque vivir se ha puesto al rojo vivo.

(Siempre la sangre, oh Dios, fue colorada.)

Digo vivir, vivir como si nada

hubiese de quedar de lo que escribo.

 

Porque escribir es viento fugitivo,

y publicar, columna arrinconada.

Digo vivir, vivir a pulso, airada-

mente morir, citar desde el estribo.

 

Vuelvo a la vida con mi muerte al hombro,

abominando cuanto he escrito: escombro

del hombre aquel que fui cuando callaba.

 

Ahora vuelvo a mi ser, torno a mi obra

más inmortal: aquella fiesta brava

del vivir y  el morir. Lo demás sobra.

 

Blas de Otero

Cuadro de Ignacio Zuloaga

sábado, 15 de octubre de 2022

BATALLAS - IV

 


BATALLAS

 

 

IV

Los mendigos pelean por España,

mendigando en París, en Roma, en Praga

y refrendando así, con mano gótica, rogante,

los pies de los Apóstoles, en Londres, en New York, en Méjico.

Los pordioseros luchan suplicando infernalmente

a Dios por Santander,

la lid en que ya nadie es derrotado.

Al sufrimiento antiguo

danse, encarnizánse en llorar plomo social

al pie del individuo,

y atacan a gemidos, los mendigos,

matando con tan solo ser mendigos.

 

Ruegos de infantería,

en que el arma ruega del metal para arriba,

y ruega la ira, más acá de la pólvora iracunda.

Tácitos escuadrones que disparan,

con cadencia mortal, su mansedumbre,

desde un umbral, desde sí mismos, ¡ay! desde sí mismos.

Potenciales guerreros

sin calcetines al calzar el trueno,

satánicos, numéricos,

arrastrando sus títulos de fuerza,

migaja al cinto,

fusil doble calibre: sangre y sangre.

¡El poeta saluda al sufrimiento armado!

 

César Vallejo

Cuadro: "La riña"  de Francisco de Goya

jueves, 13 de octubre de 2022

CICLO DE POESÍA DE POETAS - CÉSAR VALLEJO




CICLO DE POESÍA DE POETAS 

En octubre se leerán poemas de César Vallejo.

Os esperamos en la sede de Notting Hill Cultural.

miércoles, 12 de octubre de 2022

A LA INMENSA MAYORÍA

 


 

A LA INMENSA MAYORÍA

 

Aquí tenéis, en canto y alma, al hombre

aquel que amó, vivió, murió por dentro

y un buen día bajó a la calle: entonces

comprendió: y rompió todos sus versos.

 

Así es, así fue. Salió una noche

echando espuma por los ojos, ebrio

de amor, huyendo sin saber adonde:

a donde el aire no apestase a muerto.

 

Tiendas de paz, brizados pabellones,

eran sus brazos, como llama al viento;

olas de sangre contra el pecho, enormes

olas de odio, ved, por todo el cuerpo.

 

¡Aquí! ¡Llegas! ¡Ay! Ángeles atroces

en vuelo horizontal cruzan el cielo;

horribles peces de metal recorren

las espaldas del mar, de puerto a puerto.

 

Yo doy todos mis versos por un hombre

en paz. Aquí tenéis, en carne y hueso,

mi última voluntad. Bilbao, a once

de abril, cincuenta y uno.

 

Blas de Otero

Cuadro de Vasili Kandinsky

 

martes, 11 de octubre de 2022

TRASPIÉ ENTRE DOS ESTRELLAS


 

 

TRASPIÉ ENTRE DOS ESTRELLAS

 

 

¡Hay gentes tan desgraciadas, que ni siquiera

tienen cuerpo; cuantitativo el pelo,

baja, en pulgadas, la genial pesadumbre;

el modo, arriba:

no me busques, la muela del olvido,

parecen salir del aire, sumar suspiros mentalmente, oír

claros azotes en sus paladares!

 

Vanse de su piel, rascándose el sarcófago en que nacen

y suben por su muerte de hora en hora

y caen, a lo largo de su alfabeto gélido, hasta el suelo.

¡Ay de tanto!, ¡ay de tan poco! ¡ay de ellas!

¡Ay en mi cuarto, oyéndolas con lentes!

¡Ay en mi tórax, cuando compran trajes!

¡Ay de mi mugre blanca, en su hez mancomunada!

 

¡Amadas sean las orejas sánchez,

amadas las personas que se sientan,

amado el desconocido y su señora,

el prójimo con mangas, cuello y ojos!

 

¡Amado sea aquel que tiene chinches,

el que lleva zapato roto bajo la lluvia,

el que vela el cadáver de un pan con dos cerillas,

el que se coje  un dedo en una puerta,

el que no tiene cumpleaños,

el que perdió su sombra en un incendio,

el animal, el que parece un loro,

el que parece un hombre, el pobre rico,

el puro miserable, el pobre pobre!

¡Amado sea

el que tiene hambre o sed, pero no tiene

hambre con qué saciar toda su sed, 

ni sed con qué saciar todas sus hambres!

 

¡Amado sea el que trabaja al día, al mes, a la hora,

el que suda de pena o de vergüenza,

aquel que va, por orden de sus manos, al cinema,

el que paga con lo que le falta,

el que duerme de espaldas,

el que ya no recuerda su niñez; amado sea

el calvo sin sombrero,

el justo sin espinas,

el ladrón sin rosas,

el que lleva reloj y  ha visto a Dios,

el que tiene un honor y no fallece!

 

¡Amado sea el niño, que cae y aún llora

y el hombre que ha caído y ya no llora!

¡Ay de tánto! ¡Ay de tan poco! ¡Ay de ellos!

 

César Vallejo

Cuadro. Vincent Van Gogf

 

lunes, 10 de octubre de 2022

SOMBRERO, ABRIGO, GUANTES


 

 

SOMBRERO, ABRIGO, GUANTES

 

 

 

Enfrente a la Comedia Francesa, está el Café

de la Regencia; en él hay una pieza

recóndita, con una butaca y una mesa.

Cuando entro, el polvo inmóvil se ha puesto ya de pie.

 

Entre mis labios hechos de jebe, la pavesa

de un cigarrillo humea, y en el humo se ve

dos humos intensivos, el tórax del Café,

y en el tórax, un óxido profundo de tristeza.

 

Importa que el otoño se injerte en los otoños,

importa que el otoño se integre de retoños,

la nube, de semestres; de pómulos, la arruga.

 

Importa oler a loco postulando

¡qué cálida es la nieve, qué fugaz la tortuga,

el cómo qué sencillo, qué fulminante el cuándo!

 

César Vallejo

Cuadro: "Fumador de pipa" de Paul Cézanne

domingo, 9 de octubre de 2022

LA MAÑANA ESTÁ DE LLUVIA

 


LA MAÑANA ESTÁ DE LLUVIA

 

 

La mañana está de lluvia.

La acera con algún lodo.

El cielo gris a su modo.

Cuesta trabajo ser rubia.

 

No hemos ido a la oficina

para abrazarnos más rato.

Entre nuestros pies el gato

se dobla como una esquina.

 

El patio es un leve río

corriendo en mosaico verde.

El agua –mar que se pierde-

nos da un poquito de frío.

 

Me dice mi amor: te quiero;

y el gato siempre se mete

con su cola de juguete.

Le dio a mi amor: te quiero.

 

Porque ahora mismo me jura

que tengo al fondo una estrella

ya creo que soy tan b ella

como el resplandor que dura.

 

Y grito en medio del cuarto

palabras llenas de vino,

y hago un verso alejandrino,

y cojo un beso y lo parto.

 

Amor, carne separada

de las estatuas del mundo:

te estoy mirando y me hundo

pero me hundo salvada.

 

Carilda Oliver Labra

Cuadro: Leonid Afremov

jueves, 6 de octubre de 2022

AGRESIÓN DE LOS METALES

 


AGRESIÓN DE LOS METALES

 

 

CONTRA el desierto espíritu del hombre

se alzan los metales agresivos.

 

Estaban como cíclopes enormes

sepultos en los claustros de las minas,

soportando el volumen de la tierra

y la concavidad de la penumbra.

Eran la fragua súbdita del fuego

y el zócalo central de la potencia.

En las grietas volcánicas del mundo,

hendido por violentas claraboyas

y heridas de telúricas batallas,

sentíase latir el movimiento

de su confusa longitud esclava.

Mirábanse sus hombros oprimidos

bajo el peso de sales y de rocas,

y el sólido contacto de sus vértebras

enlazadas por nudos geológicos.

Y ciegos o con ojos entre brumas

de perpendiculares socavones,

se agitaban debajo de los siglos

y al fragor de los grandes terremotos,

como torpes criaturas subterráneas

en busca de la vida vertical.

 

El hombre descendió hasta sus clausuras

a remover basálticos olvidos.

Los sacó de las últimas cisternas

para darles su misma semejanza.

Quiso lavar de sus arterias ocres

el polvo de los pétreos catafalcos

y de las vegetales ligaduras,

para que se mostraran con la fuerza

de las transformaciones primitivas;

con el silencio del abismo abstracto

en la virginidad de las miradas;

 

el azoro del ser que se descubre

desnudo en el temblor de la inocencia,

y la vitalidad de las estirpes

que suben desde el fondo de las formas

al clima de una nueva creación.

 

Y aparecieron en la superficie

con su rudimentaria arquitectura

de bloques equiláteros y masas

que la armonía mineral esculpe.

Surgidos de los cúmulos acuáticos,

manaban de sus filtros arteriales

los zumos de las capas cenagosas.

Con túnica de légamos y riscos,

parecían oscuros caminantes

que vuelven de caóticos desiertos.

Despertaban de sueños sin figuras

soñados en glaciales laberintos,

y de sus cuarteaduras inorgánicas,

punta de móvil claridad salía,

como tallo de luz en las paredes

del cuarzo protector de la esmeralda,

todavía cubierta con la sombra

de las encarnaciones al brotar.

 

TODO el color de la existencia activa

iluminaba sus nocturnos poros.

El azul de las aguas temporales

que el frío acendra en taumaturgos lagos.

Y otro azul diferente que no existe

y a la distancia de las pupilas toca

sin mostrarse jamás, como el misterio

que defiende los ámbitos del Sol.

 

Germán Pardo García

Cuadro: "El sueño dorado" de Miguel Oscar Menassa

lunes, 3 de octubre de 2022

LOS DADOS ETERNOS

 


LOS DADOS ETERNOS

 

Para Manuel González Prada,

esta emoción bravía y selecta, una de las que

con más entusiasmo, me ha aplaudido el gran maestro.

 

 

Dios mío, estoy llorando el ser que vivo;

me pesa haber tomadote tu pan;

pero este pobre barro pensativo

no es costra fermentada en tu costado:

¡tú no tienes Marías que se van!

 

Dios mío, si tú hubieras sido hombre,

hoy supieras ser Dios;

pero tú, que estuviste siempre bien,

no sientes nada de tu creación.

Y el hombre sí te sufre: ¡el Dios es él!

 

Hoy que en mis ojos brujos ha candelas,

como en un condenado,

Dios mío, prenderás todas tus velas,

y jugaremos con el viejo dado…

Tal vez ¡oh jugador! Al dar la suerte

del universo todo,

surgirán las ojeras de la Muerte,

como dos ases fúnebres de lodo.

 

Dios mío, y esta noche sorda, oscura,

ya no podrás jugar, porque la Tierra

es un dado roído y ya redondo

a fuerza de rodar a la aventura,

que no puede parar sino en un hueco,

en el hueco de inmensa sepultura.

 

César Vallejo

Cuadro: "Fugaz alteración" de Miguel Oscar Menassa

 

 

domingo, 2 de octubre de 2022

LA LUNA

 


LA LUNA

 

 Cuenta la historia que en aquel pasado

tiempo en que sucedieron tantas cosas

reales, imaginarias y dudosas,

un hombre concibió el desmesurado

proyecto de cifrar el universo

en un libro y con ímpetu infinito

erigió el alto y arduo manuscrito

y limó y declamó el último verso.

 

Gracias iba a rendir a la fortuna

cuando al alzar los ojos vio un bruñido

disco en el aire y comprendió, aturdido,

que se había olvidado de la luna.

 

La historia que he narrado aunque fingida,

bien puede figurar el maleficio

de cuantos ejercemos el oficio

de cambiar en palabras nuestra vida.

 

Siempre se pierde lo esencial. Es una

Ley de toda palabra sobre el numen.

No la sabrá eludir este resumen

de mi largo comercio con la luna.

 

No sé dónde la ví por primera,

si en el cielo anterior de la doctrina

del griego o en la tarde que declina

sobre el patio del pozo y de la higuera.

 

Según se sabe, esta mudable vida

puede, entre tantas cosas, ser muy bella

y hubo así alguna tarde en que con ella

te miramos, oh luna compartida.

 

Más que las lunas de las noches puedo

recordar las del verso: la hechizada

dragon moon que da horror a la balada

y la luna sangrienta de Quevedo.

 

De otra luna de sangre y de escarlata

habló Juan en su libro de feroces

prodigios y de júbilos atroces;

otras más claras lunas hay de plata.

 

Pitágoras con sangre (narra una

tradición) escribía en un espejo

y los hombre leían el reflejo

en aquel otro espejo que es la luna.

 

De hierro hay una selva donde mora

el alto lobo cuya extraña suerte

es derribar la luna y darle muerte

cuando enrojezca el mar la última aurora.

 

(Esto el Norte profético lo sabe

y tan bien que ese día los abiertos

mares del mundo infestará la nave

que se hace con las uñas de los muertos.)

 

Cuando, en Ginebra o Zürich, la fortuna

quiso que yo también fuera poeta,

me impuse, como todos, la secreta

obligación de definir la luna.

 

Con una suerte de estudiosa pena

agotaba modestas variaciones,

bajo el vivo temor de que Lugones

ya hubiera usado el ámbar o la arena,

 

de lejano marfil, de humo, de fría

nieve fueron las lunas que alumbraron

versos que ciertamente no lograron

el arduo honor de la tipografía.

 

Pensaba que el poeta es aquel hombre

que, como el rojo Adán del Paraíso,

impone a cada cosa su preciso

y verdadero y no sabido nombre,

 

Ariosto me enseñó que en la dudosa

luna moran los sueños, lo inasible,

el tiempo que se pierde, lo posible

o lo imposible, que es la misma cosa.

 

De la Diana triforme Apolodoro

me dejo divisar la sombra mágica;

Hugo me dio una hoz que era de oro,

y un irlandés, su negra luna trágica.

 

Y, mientras yo sondeaba aquella mina

de las lunas de la mitología,

ahí estaba, a la vuelta de la esquina,

la luna celestial de cada día.

 

Sé que entre todas las palabras, una

hay para recordarla o figurarla.

El secreto, a mi ver, está en usarla

con humildad. Es la palabra luna.

 

Ya no me atrevo a macular su pura

aparición con una imagen vana;

la veo indescifrable y cotidiana

y más allá de mi literatura.

 

Sé que la luna o la palabra luna

es una letra que fue creada para

la compleja escritura de esa rara

cosa que somos, numerosa y una.

 

Es uno de los símbolos que al hombre

de el hado o el azar para que un día

de exaltación gloriosa o de agonía

pueda escribir su verdadero nombre.

 

Jorge Luis Borges

Cuadro: "Amanecer" de Claude Monet