TORO EN EL MAR
1
A aquel país se lo venían
diciendo
desde hace tanto tiempo.
Mírate y lo verás.
Tienes forma de toro,
de piel de toro abierto,
tendido sobre el mar.
(De verde toro muerto)
2
Mira, en aquel país
ahora se puede navegar en
sangre.
Un soplo de silencio y de
vacío
puede de norte a sur, y
sin dejar la tierra,
llevarte.
3
Eras jardín de naranjas.
Huerta de mares abiertos.
Tiemblo de olivas y pámpanos,
los verdes cuernos.
Con pólvora te regaron.
Y fuiste toro de fuego.
4
Le están dando a este toro
pastos amargos,
yerbas con sustancia de
muertos,
negras hieles
y clara sangre ingenua de
soldado.
¡Ay, qué mala comida para
este toro verde,
acostumbrado a las libres
dehesas y a los ríos,
para este toro a quien la
mar y el cielo
eran aún pequeños como
establo!
5
Sobre un campo de anémonas,
cayó muerto el soldado.
Las anémonas blancas,
de grana lo lloraron.
De los montes vinieron
jabalíes
y un río se llenó de
muslos blancos.
6
No se podía dormir, porque
escuchaba
abrirse hoyos y hoyos en
la tierra.
No se podía andar, no se
podía.
Los pasos ya no eran,
ya no eran pasos, porque
todo el cuerpo
era lo que se hundía,
lo que había de hundirse…
… y se iba hundiendo.
7
Habría que llorar.
Sólo ortigas y cardos,
y un triste barro frío,
ya siempre, en los
zapatos.
Cuando murió el soldado,
lejos, escaló el mar una
ventana
y se puso a llorar junto a
un retrato.
Habría que contarlo.
8
Todo oscuro, terrible. Aquella
luna
que se rompió, de pronto,
echando sangre.
Aquel desprevenido
silencio
que de pronto impedía que
mojase
la sangre al corazón,
abriendo puertas
para dejarlo hundido,
abandonado,
dentro de un uniforme
sin nadie.
Todo oscuro, terrible.
Mas cuando fue a entender
lo que quería,
ya tan sólo era un traje.
Rafael Alberti
Cuadro: El sol de la tarde de Joaquín Sorolla
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