PROPÓSITOS A LA
DERIVA
Propósitos a la deriva
en el naufragio de un titán
que antaño
iba cargado de buenas
intenciones.
Es un alud sin frontera…
de las grandes ciudades,
ya no queda nada.
Los teatros sellaron sus
puertas con un cartel de traspaso,
los cafés nos sirvieron
monedas de cambio,
las modernas estatuas
miran hacia otro lado.
Los aletargados aristócratas
vierten por las calles
palabras de acero para
cubrirnos los rostros,
la sangre deja un hedor en
el alma de los desconsolados,
un lugar inhóspito y
desapacible,
un paisaje desolad de
almas inhumadas.
Se halla la muerte
desordenada sin ley….
La enfermedad afuera de su
locura,
familias deshabitadas
en la sencillez de sus
escenas,
y con aflicción matan con
furia su deseo.
Una historia de siglos en
el hospicio del rencor y la locura,
niños abatidos,
desabrigados en el corazón de la niebla,
mendigando pan para otros,
con la camisa rasgado por
el tesón de los que ambicionan la nada.
El nombre del mendigo en
los libros de historia,
del asesino huyendo de su
mismo óbito,
de un humilde villano en
la tierra santa.
Y permanecemos inmóviles,
callados, sin propósitos,
desnudos de ociosas
palabras,
de envidia, de odio,
de ruindades con pasadizos
que hacen inaccesible
la salida a aun mundo más
cierto,
sin poder amar, ni siquiera
sentir la caricia del viento,
alcanzar la nieve de los
tejados,
oler la olas que ofrecen su
musa,
sin apenas escuchar las
notas de aquella melodía.
Nos asusta la noche con
sus madrugadas,
la luna y las estrellas son un acecho,
hay soldados armados…
el sol y el hielo nos quema
para después apagarse con
la llama de la vida.
Esther Núñez Roma