domingo, 27 de enero de 2013

Poema leído en el taller, 20 de enero 2013

Miércoles de Ceniza


I

Porque no tengo esperanza de volver otra vez
porque no tengo esperanza
porque no tengo esperanza de volver
deseando el don de este hombre y la capacidad de aquel
            hombre
ya no me esfuerzo por esforzarme hacia tales cosas
(¿por qué habría de extender sus alas el águila enve-
jecida?)
¿Por qué habría yo de lamentar
el desvanecido poder del reino acostumbrado?

Porque  no tengo esperanza de conocer otra vez
la gloria inválida de la hora positiva
porque no pienso
porque sé que no conoceré
el único verdadero poder transitorio
porque no puedo beber
ahí donde florecen árboles y brotan fuentes, pues ahí
            no ha nada otra vez.

Porque sé que el tiempo es siempre tiempo
y el lugar es siempre y sólo lugar
y lo que es efectivo es sólo efectivo por una vez
y sólo para un lugar
me alegro de que las cosas sean como son y
renuncio al rostro bienaventurado
y renuncio a la voz
porque no puedo tener esperanza de volver otra vez
por consiguiente me alegro, teniendo con construir algo
de que alegrarme
y ruego a Dios que tenga misericordia de nosotros
y ruego que pueda olvidar yo
esos asuntos que discuto demasiado conmigo mismo
explico demasiado
porque no tengo esperanza de volver otra vez
que respondan estas palabras
por lo que se ha hecho, para que no se vuelva a hacer
ojala el juicio sobre nosotros no sea demasiado gravoso.

Porque estas alas ya no son alas para volar
sino simples aspas para batir el aire
el aire que ahora está completamente tenue y seco
más tenue y más seco que la voluntad
enséñanos a que nos importe y a que no nos importe
enséñanos a estar sentados tranquilos.

Ruega por nosotros pecadores ahora y en a hora de
            nuestra muerte.
Ruega por nosotros ahora y en la hora de nuestra
            muerte.


            II

Señora, tres leopardos blancos estaban sentados al pie de
            un junípero
a la fresca del día, habiéndose nutrido hasta la saciedad
de mis piernas mi corazón mi hígado y los se contenía
en la hueca redondez de mi cráneo. Y Dios dijo
¿Han de vivir esos huesos? ¿han de vivir
esos huesos? Y lo que estaba contenido
en los huesos (que ya estaban secos) dijo gorjeando:
por la bondad de esa Señora
y por su amabilidad, y porque
honra a la Virgen en meditación,
brillamos de claridad. Y yo que estoy aquí desmembrado
ofrezco mis acciones al olvido, y mi amor
a la posteridad del desierto y al fruto de la calabaza.
Es eso lo que recobra

mis tripas las cuerdas de mis ojos y las porciones indi-
            geribles
que rechazan los leopardos. La Señora se ha retirado
con una túnica blanca, a la contemplación, con una túnica
            blanca.
Que la blancura de los huesos ofrezca expiación para el
            olvido.
No hay vida en ellos. Como estoy olvidado
y quería estar olvidado, así querría olvidar
así, devoto, concentrado en propósito. Y Dios dijo
Profetiza al viento, al viento sólo pues sólo
el viento escucha. Y los huesos cantaron gorjeando
con el estribillo de la cigarra, diciendo

Señora de los silencios
tranquila y agitada
desgarrada y enterísima
rosa de la memoria
rosa del olvido
agotada y dadora de vida
acongojada y llena de reposo
la Rosa única
es ahora el Jardín
donde acaban todos los amores
terminan el tormento
del amor insatisfecho
el mayor tormento
del amor satisfecho
fin del viaje
sin fin hacia ningún fin
conclusión de todo lo que
es inconcluible
lenguaje sin palabra y
palabra de ningún lenguaje
gracia a la Madre
por el Jardín
donde acaba todo amor.

Bajo un junípero cantaban los huesos, dispersos y bri
            llantes.
Nos alegra estar dispersos, nos servimos de poco unos
            a otros,
bajo un árbol a la fresca del día, con el consuelo de la
            arena,
olvidándose de ellos mismos y el uno del otro, unidos
en la calma del desierto. Esta es la tierra que os
repartiréis echando a suertes. Y ni división ni unidad
importan. Esta es la tierra. Tenemos nuestra herencia.



            III

En la primera revuelta de la segunda escalera
me volví y vi abajo
la misma forma retorcida en la baranda
bajo el vapor en el aire fétido
luchando con el demonio de las escaleras que revistel
la cara engañosa de esperanza y de desesperación.

En la segunda revuelta de la segunda escalera
les dejé retorciéndose, volviendo abajo:
a no había más caras y la escalera estaba oscura,
húmeda, mellada, como la boca de un viejo babeando,
            ya sin arreglo,
o el dentado gaznate de un tiburón envejecido.

En la primera vuelta de la tercera escalera
había una ventana estriada con panza como de higo
y más allá del espino en flor y una escena pastoril
la figura de anchas espaldas vestida de azul y verde
hechizaba el mayo con una antigua flauta.
Dulce es el pelo al viento, pelo pardo al viento sobre
            La boca,
lila y pelo pardo;
distración, música de la flauta, descansillos y escalones
            De la mente en al tercera escalera,
desvaneciéndose, desvaneciéndose: fuerza más allá de
            esperanza y desesperación
trepando la tercera escalera.

Señor, no soy digno
Señor, no soy digno
            pero di sólo la palabra.

           
            IV

Quién andaba entre lo violeta y lo violeta
quién andaba entre
las diversas filas de variado verde
yendo de blanco y azul,  el color de María,
hablando de cosas triviales
en ignorancia  y en conocimiento del dolor eterno
quién se movía entre los demás mientras caminaban,
quién entonces dio fuerza a las fuentes y refrescó los
            manantiales

Enfrió la roca seca y afirmó la arena
en azul de espuela-de-caballero, azul de color de María,
Sovegna vos.

Aquí están los años que caminan por en medio, llevándose
allá los violines y las flautas, restaurando
a través de una clara nube de lágrimas, los años, res-
            taurando
con nueva estrofa la antigua rima. Redime
el tiempo. Redime
la visión no leída en el sueño superior
mientras enjoyados unicornios pasan tirando del dorado
            coche fúnebre.

La silenciosa hermana velada en blanco y azul
entre los tejos, tras el  dios del jardín,
con su flauta sin aliento, inclinó la cabeza con una señal
            pero no dijo palabra.

Pero la fuente se alzó y el pájaro dejó caer su canto
redime el tiempo, redime el sueño
la prenda de la palabra no oída, no dicha

hasta que el viento sacuda mil susurros del tejo

y después de este nuestro destierro.


            V

Si la palabra perdida se ha perdido, si la palabra gastada
            se ha gastado,
si la palabra no oída, no dicha
no está dicha ni oída,
sigue siendo la palabra no dicha, la palabra no oída,
la Palabra sin palabra, la Palabra dentro
del mundo y para el mundo;
y la luz brilló en la tiniebla y
contra la Palabra el mundo sin acallar aún daba vueltas
en torno al centro de la Palabra silenciosa.

            Oh pueblo mío, qué te he hecho yo.

¿Dónde se encontrará la palabra, dónde resonará
la palabra? No aquí, ahí no hay bastante silencio
no en el mar ni en las islas, no
en tierra firme, en el desierto ni en tierra de lluvia,
para aquellos que caminan en la oscuridad
tanto en el día como en la noche
el tiempo justo y el lugar justo no están aquí
no hay lugar de gracia para los que evitan el rostro
no hay tiempo de alegría para los que caminan entre el
            ruido y niegan la voz.

¿Rogará la velada hermana por
los que caminan en tiniebla, los que te eligieron y se te
            Opusieron,
los desgarrados en el dilema entre estación y estación,
            tiempo y tiempo, entre
hora y hora, palabra y palabra, poder y poder, los que
            esperan
en tiniebla? ¿Rogará le velada hermana
por los niños ante las puertas
que no se quieren marchar y no pueden rezar?
Ruega por los que eligieron y se oponen

            Oh pueblo mío, qué te he hecho yo.

¿Rogará la velada hermana entre los esbeltos
tejos por los que la ofenden
y están aterrados y no pueden rendirse
y afirman ante el mundo y niegan entre las rocas
el desierto en el jardín el jardín en el desierto
de sequía, escupiendo por la boca la reseca semilla de
            manzana?

Oh pueblo mío.


VI

Aunque no tengo esperanza de volver nunca más
aunque no tengo esperanza
aunque no tengo esperanza de volver

oscilando entre el beneficio y la pérdida
en este breve tránsito donde cruzan los sueños
el crepúsculo cruzado de sueños entre nacimiento y agonía
(Me acuso Padre) aunque no deseo desear esas cosas
desde la ancha ventana hacia la orilla de granito
las blancas velas siguen volando al mar, al mar volando
alas sin romper

Y el corazón perdido se pone duro y se alegra
de la lila perdida y las perdidas voces del mar
y el débil espíritu se aviva para rebelarse
por la inclinada vara-de-oro y el perdido olor del mar
se aviva para recobrar
el grito de la codorniz y el chorlito que revolotea
y el ojo ciego crea
las formas vacías entre las puertas de marfil
y el olor renueva el sabor de sal de la tierra arenosa

Este es el tiempo  de tensión entre morir y nacer
el lugar de soledad donde cruzan tres sueños
entre rocas azules
pero cuando las voces sacudidas del tejo se van a la deriva
sacúdase al otro tejo y conteste.
Bienaventurada hermana, madre santa, espíritu de la
            fuente, espíritu del jardín,
no nos consientas que nos burlemos de nosotros mismos
            con falsedades,
enséñanos a que nos importe y a que no nos importe
enséñanos a estar sentados quietos
incluso entre estas rocas,
nuestra paz en Su voluntad
e incluso entre estas rocas
hermana, madre
y espíritu del río, espíritu del mar,
no me consientas quedar separado

y llegue hasta Ti mi clamor.

Poema leído por
Esther Núñez, Maribel Domínguez Duarte y Gloria Gómez




sábado, 26 de enero de 2013

Poema presentado en el taller, 20 de enero de 2013

A Veces


Y es bueno recordar que los peores son los mejores,
sólo a veces.
Miguel Oscar Menassa

A veces, cuando la madrugada se viste
Con atavíos de infortunios ante la ventana,
Una flor emergente del fondo de ese cieno
Viene a soltar sus pétalos en la almohada,
Esbozando tintes de fábula ramificada.

A veces, cuando el frío penetra en las venas,
Hasta helar los sentidos sin clemencia;
Un brote de pasión entre las inhóspitas ramas
Rodea el torso con un cerco de incandescencia
Sublimando fértiles surcos en la campiña.

A veces, sólo a veces, cuando la penumbra
Encubre todas mis fatigas en un solo tallo,
Prieto de espinas, bañadas en crema acicate,
Surge del crepúsculo septentrional
Una dorada luz, capaz de hacer saltar
El gozo resquebrajado,
Capaz de soltar,  amarras entumecidas
Por gélidas manos, de destinos oprimidos
En cuevas ancestrales.

Tantas veces, envueltos entre ramajes de necedad,
Una estrella fugaz nos lleva explorar
Recónditos parajes enzarzados en subsuelo
De almas llenas de afán, vacía de serenidad.

Y a veces, el impío despoja su desabrida piel
Mostrando le endeble de su alma,
Parece amelgar benevolencia,
Pero, solo a veces.

Un poema de Gloria Gómez
Integrante del taller de poesía Grupo Cero
Alcalá de Henares


Poema presentado en el taller, 20 de enero 2013

Poema para un Nuevo Año



En el vértice de este tiempo salvaje
Ante el rumor de un abismo desolado
Entre las amenazantes fauces
De un mecanismo impío,
Hambriento, ciego en latidos
Que pisa sobre un cenagoso terreno
Bajo una espiral de soledad y abatimiento.

Desdeño coleccionar días de hastío
Amontonar frías noches
Desperdiciar abrazos distantes de firmamento.

Bajo la luz de la luna
Miremos nuestras manos
Batamos polvorientas alas
Desabrochemos madrugadas
Afilando el lápiz de la escondida garganta.
Cuestionemos ancestrales dudas,
Doctrinales palabras inhibidoras
Y sigamos acariciando todas y cada una
De nuestras utopías.


Un poema de Maribel Domínguez Duarte
Integrante del taller de Poesía Grupo Cero
Alcalá de Henares

Poema leído en el taller,20 de enero de 2013

Iglesia Abandonada

( BALADA DE LA GRAN GUERRA)


Yo tenía un hijo que se llamaba Juan.
Yo tenía un hijo.
Se perdió por los arcos un viernes de todos los muertos.
Lo vi jugar en las últimas escaleras de la misa,
y echaba un cubito de hojalata en el corazón del sacerdote.
He golpeado los ataúdes. ¡Mi hijo! ¡Mi hijo! ¡Mi hijo!
Saqué una para de gallina por detrás de la luna, y luego,
Comprendí que mi niña era un pez
Por donde se alejan las carretas.
Yo tenía una niña.
Yo tenía un pez muerto bajo la ceniza de los incensarios.
Yo tenía un mar. ¿De qué? ¡Dios mío! ¡Un mar!
Subí a tocar las campanas pero las frutas tenían gusanos
Y las cerillas apagadas
Se comían los trigos de la primavera.
Yo vi la transparente cigüeña de alcohol
Mondar las negras cabezas de los soldados agonizantes
Y vi las cabañas de goma
Donde giraban las copas llenas de lágrimas.
En las anémonas del ofertorio te encontraré ¡corazón mío!
Cuando el sacerdote levante la mula y el buey con sus fuertes
[brazos,
Para espantar los sapos nocturnos que rondan los helados pai-
           [sajes del cáliz.
Yo tenía un hijo que era un gigante,
Pero los muertos son más fuertes y saben devorar pedazos de
[cielo.
Si mi niño hubiera sido un oso,
Yo no temería el sigilo de los caimanes,
Ni hubiese visto el mar amarrado a los árboles
Para ser fornicado y herido por el tropel de los regimiento.
¡Si mi niño hubiera sido un oso!
Me envolveré sobre esta lona dura para no sentir el frío de los
[musgos.
Sé muy bien que me darán una manga o la corbata;
Pero en el centro de la misa yo romperé el timón y entonces
Vendrá a la piedra la locura de pingüinos y gaviotas
Que harán decir a los que duermen y a los que cantan  por las
[esquinas.
El tenía un hijo.
¡Un hijo! ¡Un hijo! ¡Un hijo!
Que no era más que suyo, porque era su hijo!
¡Su hijo! ¡Su hijo! ¡Su hijo!

Federico García Lorca
Del libro "Poeta en Nueva York"
Poema leído por Gloria Gómez

viernes, 25 de enero de 2013

Poema leído en el taller, 20 de nero de 2013

La Cena Miserable


Hasta cuándo estaremos esperando lo que
no se nos debe... Y en qué recodo estiraremos
nuestra pobre rodilla para siempre! Hasta cuándo
la cruz que nos alienta no detendrá sus remos.

Hasta cuándo la Duda nos brindará blasones
por haber padecido!...

Ya nos hemos sentado
mucho a la mesa, con la amargura de un niño
que a media noche, llora de hambre, desvelado...

Y cuándo nos veremos con los demás, al borde
de una mañana eterna, desayunados todos!

Hasta cuándo este valle de lágrimas, a donde
yo nunca dije que me trajeran.
De codos
todo bañado en llanto, repito cabizbajo
y vencido: hasta cuándo la cena durará.
Hay alguien que ha bebido mucho, y se burla,
y acerca y aleja de nosotros, como negra cuchara
de amarga esencia humana, la tumba...

Y menos sabe
ése oscuro hasta cuándo la cena durará!

CÉSAR VALLEJO
Poema leído por Maribel Domínguez Duarte

Poema leído en el taller, 20 de enero de2013

Pepe y el Tango


A mí me gustaba
llegar del trabajo,
ponerme en pelotas
y cantar un tango.

Un tango de cosas
que no cantaba nadie,
porque yo mismo inventaba
por las tardes al llegar
casi muerto del laburo
y me ponía a cantar.

A mí me gustaba
cantar por las tardes,
con la ventana abierta,
un tango sin par.

Hablaba del hombre
cayendo y alzándose
y la mujer labriega
y la puta también.

Algunas mujeres,
tal vez, indiferentes,
esperan que un hombre
les dé amor y pan.

No saben las gilis
que el hombre ya ha muerto
haciendo la guerra,
matando al rival.

Así que ahora te toca,
muchacha arrebolera,
levantarte la falda
y ponerte a trabajar.

Y si algún hombre llega
triste y cabizbajo,
herido de guerra,
lo tendrás que cuidar.


Miguel Oscar Menassa
Canciones
Poema leído por Esther Núñez

lunes, 21 de enero de 2013

PROVERBIOS Y CANTARES

1    Nunca perseguí la gloria
ni dejar en la memoria
de los hombres mi canción;
yo amo los mundos sutiles,
ingrávidos y gentiles
como pompas de jabón.
Me gusta verlos pintarse
de sol y grana, volar
bajo el cielo azul, temblar
súbitamente y quebrarse.

  2     ¿Para qué llamar caminos
a los surcos del azar?…
Todo el que camina anda,
como Jesús, sobre el mar.

 3   A quien nos justifica nuestra desconfianza
llamamos enemigo, ladrón de una esperanza.
Jamás perdona el necio si ve la nuez vacía
que dio a cascar el diente de la sabiduría.

4
Nuestras horas son minutos
cuando esperamos saber,
y siglos cuando sabemos
lo que se puede aprender.

5
        Ni vale nada el fruto
cogido sin sazón…
Ni aunque te elogie un bruto
ha de tener razón.

6
De lo que llaman los hombres
virtud,  justicia y bondad,
una mitad es envidia,
y la otra, no es caridad.

       7
       Yo he visto garras fieras en las pulidas manos;
conozco grajos mélicos y líricos marranos…
El más truhán se lleva la mano al corazón,
y el bruto más espeso se carga de razón.

8
En preguntar lo que sabes
el tiempo no has de perder…
y a preguntas sin respuesta
¿quién te podrá responder?

        9
        El hombre, a quien el hambre de la rapiña acucia,
De ingénita malicia y natural astucia,
Formó la inteligencia y acaparó la tierra.
¡Y aún la verdad proclama! ¡Supremo ardid de guerra!

        10
        La envidia de la virtud
hizo a Caín criminal.
¡Gloria a Caín! Hoy el vicio
es lo que se envidia más.

11
La mano del piadoso nos quita siempre honor;
más nunca ofende al darnos su mano el lidiador.
Virtud es fortaleza, ser bueno es ser valiente;
escudo, espada y maza llevar bajo la frente
porque el honrado de todas armas viste:
no solo para, hiere, y mas que aguarda, embiste.
Que la piqueta arruine,  y el látigo flagele;
la fragua ablande el hierro, la lima pula y gaste,
y que el buril burile, y que el cincel cincele,
la espada punce y hienda y el gran martillo aplaste.

      12
       ¡Ojos que a luz se abrieron
un día para,  después,
ciegos tornar a la tierra,
hartos de mirar sin ver!

       13
       Es el mejor de los buenos
quien sabe que en esta vida
todo es cuestión de medida:
un poco más, algo menos…

       14
       Virtud es la alegría que alivia el corazón
más grave y desarruga el ceño del Catón.
el bueno es el que aguarda, cual venta del camino,
para el sediento el agua, para el borracho el vino.

       15
       Cantad conmigo en coro: Saber, nada sabemos,
de arcano mar vinimos, a ignota mar iremos…
Y entre los dos misterios está el enigma grave;
tres arcas cierra una desconocida llave.
La luz nada ilumina, y el sabio nada enseña.
¿Qué dice la palabra? ¿Qué el agua de la peña?

        16
        El hombre es por natura la bestia paradójica,
un animal absurdo que necesita lógica.
Creo de nada un mundo y, su obra terminada,
“Ya estoy en el secreto –se dijo-, todo es nada.”

       17
        El hombre sólo es rico en hipocresía.
En sus diez mil disfraces para engañar confía;
y con la doble llave que guarda su mansión
para la ajena hace ganzúa de ladrón.

       18
       ¡Ah, cuando yo era niño
soñaba con los héroes de la Iliada!
Ayax era más fuerte que Diómedes,
Héctor,  más fuerte que Ayax,
y Aquiles el más fuerte; porque era
el más fuerte… ¡Inocencias de la infancia!
¡Ah, cuando yo era niño
soñaba con los héroes de la Iliada!

       19 
       El casca-nueces-vacías,
Colón de cien vanidades,
vive de supercherías
que vende como vanidades.

       20
       ¡Teresa, alma de fuego,
Juan de la Cruz, espíritu de llama
por aquí, hay mucho frío, padres, nuestros
corazoncitos de Jesús se apagan!

      21
      Ayer soñé que veía
a Dios y que a Dios hablaba;
y soñé que Dios me oía…
después soñé que soñaba.

      22
      Cosas de hombres y mujeres,
los amoríos de ayer,
casi los tengo olvidados,
si fueron alguna vez.

      23 
      No extrañéis, dulces amigos,
que esté mi frente arrugada;
yo vivo en paz con los hombres
y en guerra con mis entrañas.

     24
     De diez cabezas, nueve
Embisten y una piensa.
Nunca extrañéis que un bruto
se descuerne luchando por la idea.

        25
        Las abejas de las flores
Sacan miel, y melodía
del amor, los ruiseñores;
Dante y yo –perdón, señores-,
tocamos, -perdón, Lucía-,
El amor en Teología.

       26
       Poned sobre los campos
un carbonero, un sabio y un poeta.
Veréis cómo el poeta admira y calla,
el sabio mira y piensa…
Seguramente el carbonero busca
las moras y las setas.
Llevadlos al teatro
y sólo el carbonero no bosteza.
Quien prefiere lo vivo a lo pintado
es el hombre que piensa, canta o sueña.
El carbonero tiene
llena de fantasías la cabeza.

27
¿Dónde está la utilidad
de nuestras utilidades?
Volvamos a la verdad:
vanidad de vanidades.

     28
      Todo hombre tiene dos
batallas que pelear:
en sueños lucha con Dios;
y despierto, con el mar.

      29
      Caminante, son tus huellas
el camino, y nada más;
caminante, no hay camino
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante, no hay camino
sino estelas en la mar.

30
El que espera desespera,
dice la voz popular.
¡Qué verdad tan verdadera!

         31
        Corazón, ayer sonoro,
¿ya no suena,
tu monedilla de oro?
Tu alcancía,
antes que el tiempo la rompa,
¿se irá quedando vacía?
Confiemos
en que no será verdad
nada de lo que sabemos.

       32
       ¡Oh fe del meditabundo!
¡Oh fe después del pensar!
Solo si viene un corazón al mundo
rebosa el vaso humano y se hincha el mar.

      33
      Soñé a Dios como una fragua
de fuego, que ablanda el hierro,
como un forjador de espadas,
como un bruñidor de aceros,
que iba firmando en las hojas
de luz: Libertad. – Imperio.

       34
       Yo amo a Jesús que nos dijo
Cielo y tierra pasarán.
Cuando el cielo y la tierra pasen
mi palabra quedará.
¿Cuál fue, Jesús, tu palabra?
¿Amor? ¿Perdón? ¿Caridad?
Todas tus palabras fueron
una palabra: Velad.

       35
       Hay dos modos de conciencia:
una es luz, y otra, paciencia.
Una estriba en alumbrar
un poquito el hondo mar;
otra, en hacer penitencia
con caña o red, y esperar
el pez, como pescador.
Dime tu. ¿Cuál es mejor?
¿Conciencia de visionario
que mira en el hondo acuario
peces vivos,
fugitivos,
que no se pueden pescar,
o esa maldita faena
de ir arrojando a la arena,
muertos, los peces del mar?

        36
        Fe empirista. Ni somos ni seremos.
Todo nuestro vivir es emprestado.
Nada trajimos; nada llevaremos.

       37
        ¿Dices que nada se crea?
No te importe, con el barro
de la tierra, haz una copa
para que beba tu hermano.

       38
       ¿Dices que nada se crea?
Alfarero, a tus cacharros.
Haz tu copa y no te importe
si no puedes hacer barro.

       39
       Dicen que el ave divina
trocada en pobre gallina,
por obra de las tijeras
de aquel sabio profesor
(fue Kant un esquilador
de las aves altaneras;
toda su filosofía,
un sport de cetrería),
dicen que quiere saltar
las tapias de un corralón,
y volar
otra vez,  hacia Platón.
¡Hurra! ¡Sea!
¡Feliz será quien lo vea!

        40
        Sí, cada uno y todos sobre la tierra iguales:
el ómnibus que arrastran dos pencos matalones,
por el camino, a tumbos, hacia las estaciones,
el ómnibus completo de viajeros banales,
y en medio un hombre mudo, hipocondríaco, austero,
a quien se cuentan cosas y se ofrece vino…
Y allá, cuando se llegue, ¿descenderá un viajero
no más? ¿O abranse todos quedado en el camino?

        41
        Bueno es saber que los vasos
nos sirven para beber;
lo malo es que no sabemos
para qué sirve la sed.

       42
        ¿Dices que nada se pierde?
Si esta copa de cristal
se me rompe,  nunca en ella
beberé, nunca jamás.

       43
        Dices que nada se pierde,
y acaso dices verdad;  
pero todo lo perdemos
y todo nos perderá.

        44
        Todo pasa y todo queda;
pero lo nuestro es pasar,
pasar haciendo caminos,
caminos sobre la mar.

        45
        Morir…¿Caer como gota
de mar en el mar inmenso?
¿O ser lo que nunca ha sido:
uno, sin sombra y sin sueño,
un solitario que avanza
sin camino y sin espejo?

      46
      Anoche soñé que oía
a Dios, gritándome: ¡Alerta!
Luego era Dios quien dormía,
y yo gritaba: ¡Despierta!

      47
      Cuatro cosas tiene el hombre
que nos sirven en la mar:
ancla, gobernalle y remos,
y miedo de naufragar.

       48
       Mirando mi calavera
un nuevo Hamlet dirá:
He aquí un lindo fósil de una
careta de carnaval.

       49
      Ya noto, al paso que me torno viejo,
que en el inmenso espejo,
donde orgulloso me miraba un día,
en el azogue, lo que yo ponía.
Al espejo del fondo de mi casa
una mano fatal
ya rayendo el azogue, y todo pasa
por él como la luz por el cristal.

        50
         Nuestro español bosteza
¿Es hambre? ¿Sueño? ¿Hastío?
Doctor, ¿tendrá el estómago vacío?
-         El vacío es mas bien en la cabeza.

        51
        La luz del alma, luz divina
faro, antorcha, estrella, sol…
Un hombre a tientas camina;
Lleva a la espalda un farol.

       52
       Discutiendo están dos mozos
si a la fiesta del lugar
irán por la carretera
o campo atraviesa irán.
Discutiendo y disputando
empiezan a pelear.
Ya con las trancas de pino
furiosos golpes se dan;
ya se tiran de las barbas,
que se las quieren pelar.
Ha pasado un carretero,
Que va cantando un cantar:
“Romero, para ir a Roma,
lo que importa es caminar;
a Roma por todas partes,
por todas partes se va”.

        53
        Ya hay un español que quiere
vivir y a vivir empieza,
entre una España que muere
y otra España que bosteza.
Españolito que vienes
al mundo, te guarde Dios.
Una de las dos Españas
Ha de helarte el corazón.

Antonio Machado