martes, 30 de abril de 2019

LLAMADA VIVA - Ida Vitale - Premio Cervantes 2018


LLAMADA VIVA


Ponerse al margen
asistir a un pan
cantar un himno

menoscabarse en vano
abrogar voluntades
refrendar cataclismos

acompañar la soledad
no negarse a las quimeras
remansarse en el tomado

ir de los ceñido a lo vasto
desde lo opaco a la centella
de comisión al sueño libre

ofrecerse a lo parco del día
si morir una hora tras otra
volver a comenzar cada noche

volar de lo distinto a lo idéntico
admirar miradores y sótanos
infligirse penarse concernirse

estar en busca de alma diferida
preparar un milagro entre la sombra
y llamar vida a lo que sabe a muerte.

Ida Vitale
De “Reducción del infinito”
Premio Cervantes 2018, otorgado el 23 de abril de 2019 en Alcalá de Henares

lunes, 29 de abril de 2019

FORTUNA - Ida Vitale, Premio Cervantes 2018




FORTUNA

Por años, disfrutar del error
y de su enmienda,
haber podido hablar, caminar libre,
no existir mutilada,
no entrar o sí en iglesias,
leer, oír la música querida,  
ser en la noche un ser como en el día.
No ser  casada en un negocio,
medida en cabras,
sufrir gobierno de parientes
o legal lapidación.
No desfilar ya nunca
y  no admitir palabras
que pongan en la sangre
limaduras de hierro.
Descubrir por ti misma
otro ser no previsto
en el puente de la mirada.
Ser humano y mujer, ni más ni menos

Ida Vitale
Premio Cervantes 2018, entregado en Alcalá de Henares el 23 de abril de 2019.



sábado, 27 de abril de 2019

CÓMO -Josefina Pla


CÓMO


Ay, cómo abrirte este dolor de llaves,
en soledad de pulso amurallado.
Lo que ya se llevaron, cómo darte,
sueño, renunciación, ausencia, olvido.

Cómo franquear a tu claror las puertas
tras las cuales murió crucificado
cada latido virgen de tu nombre,
desposado no obstante de tu imagen.

Cómo agotar la senda de la ausencia,
el rumbo del viaje jamás hecho,
las jornadas cautivas del suspiro.

Ay, cómo en ascua recobrar ceniza,
y de la piedra absorta hacer el nardo
que se encienda a la orilla de tu sangre…
1953

Josefina Pla


miércoles, 24 de abril de 2019

VIERNES ANDALUZ - Lucía Serrano



VIERNES ANDALUZ


Cedo mis derechos y evito preocuparme por cualquier mensaje externo.
Amor, pagaron por todas mis lágrimas una suma exagerada diez minutos antes de tu muerte.
Sumisa y sin libertad, acepto que también mueren los inmortales.
Cárcel donde ni  el oro brilla.
Miedo frente al final mudo.
Vuelas recién nacido, tiempo donde nada sufre lo imposible.
Ya pasó, amor, el futuro entre nosotros.
Hoy hasta el verso pierde valor.
Mis ansias se evaporan en el aire tibio de la primavera.
Primitivas notas danzan a mi alrededor y detienen la partida de tu cuerpo alado en mi mirada.
Todos los sueños fueron ciegos frente a tu muerte.
Este viernes no iré a buscarte.
Mañana la humanidad entera será para el poeta un atrevimiento andaluz.
A partir de ahí, nuestros encuentros estarán acordados y el lugar será lejano.

Lucía Serrano
De “Caramelo”



lunes, 22 de abril de 2019

CREO EN MI CORAZÓN, RAMO DE AROMAS - Gabriela Mistral


CREO EN MI CORAZÓN, RAMO DE AROMAS


Creo en mi corazón, ramo de aromas
que mi Señor como una fronda agita,
perfumando de amor toda la vida
y haciéndola bendita.

Creo en mi corazón, el que no pide
nada porque es capaz del sumo ensueño
y abraza en el ensueño lo creado:
¡inmenso dueño!

Creo en mi corazón, que cuando canta
hunde en el Dios profundo el franco herido,
para subir de la piscina viva
recién nacido.

Creo en mi corazón, el que tremola
porque lo hizo el que turbó los mares,
y en el que da la Vida orquestaciones
como de pleamares.

Creo en mi corazón, el que yo exprimo
para teñir el lienzo de la vida
de rojez o palor y que le ha hecho
veste encendida.

Creo en mi corazón, el que en la siembra
por el surco sin fin fue acrecentado.
Creo en mi corazón, siempre vertido,
pero nunca vaciado.

Creo en mi corazón, en que el gusano
no ha remorder, pues mellará a la muerte;
creo en mi corazón, el reclinado
en el pecho de Dios terrible y fuerte.

Gabriela Mistral


AUSENCIA - Gabriela Mistral



AUSENCIA


Se va de ti mi cuerpo gota a gota.
Se va mi cara en un óleo sordo;
se van mis manos en azogue suelto;
se van mis pies en dos tiempos de polvo.

¡Se e va todo, se nos va todo!
Se va mi voz que te hacía campana
Cerrada  a cuanto no somos nosotros.
Se van mis gestos que se devanaban,
en lanzaderas, debajo tus ojos.
Y se te va la mirada que entrega,
cuando te mira, el enebro y el olmo.

Me voy de ti con tus mismos alientos:
como humedad de tu cuerpo evaporo.
Me voy de ti con vigilia y con sueño,
y  en tu  recuerdo más fiel ya me borro.
Y en tu memoria me vuelvo como esos
que no nacieron ni en llanos ni en sotos.

Sangre sería y me fuese en las palmas
de tu labor, y en tu boca de mosto.
Tu entraña fuese, y sería quemada
en marchas tuyas que nunca más oigo,
¡y en tu pasión que retumba en la noche
como demencia de mares solos!

¡Se nos va todo, se nos va todo!

Gabriela Mistral







miércoles, 17 de abril de 2019

DESOLACIÓN - Gabriela Mistral


DESOLACIÓN


La bruma espesa, eterna, para que olvide dónde
me ha arrojado la mar en su ola salmuera.
La tierra a la que vine no tiene primavera:
tiene su noche larga que cual madre me esconde.

El viento hace a mi casa su ronda de sollozos
y de alarido, y quiebra, como un cristal, mi grito.
Y en la llanura blanca, de horizonte infinito,
miro morir intensos ocasos dolorosos.

¿A quién podrá llamar la que hasta aquí ha venido
si más lejos que ella sólo fueron los muertos?
¡Tan sólo ellos contemplan un mar callado y yerto
crecer entre sus brazos y los brazos queridos!

Los barcos cuyas velas blanquean en el puerto
vienen de tierras donde no están los que son míos;
y traen frutos pálidos, sin la luz de mis huertos
sus hombres de ojos claros no conocen mis ríos.

Y la interrogación que sube a mi garganta
al mirarlos pasar, me desciende, vencida:
hablan extrañas lenguas y no la conmovida
lengua que en tierras de oro mi vieja madre canta.

Miro bajar la nieve como el polvo en la huesa;
miro crecer la niebla como el agonizante,
y por no enloquecer no encuentro los instantes,
porque la “noche larga” ahora tan solo empieza.

Miro el llano extasiado y recojo su duelo,
que vine para ver los paisajes morales.
La nieve es el semblante que asoma a mis cristales;
¡siempre será su altura bajando de los cielos!

Siempre ella, silenciosa, como la gran mirada
de Dios sobre mí; siempre su azahar sobre mi casa;
siempre, como el destino que ni mengua ni pasa,
descenderá a cubrirme, terrible y extasiada.

Gabriela Mistral

lunes, 15 de abril de 2019

VEINTE AÑOS - Ángela Figuera Aymerich


VEINTE AÑOS

A mi hijo

Muchachos, torres, álamos rectamente creciendo,
cuajando reciamente, modelándose firmes;
rompiendo las cortezas, desclavando ventanas.
Muchachos, hijos míos, a vuestro veinte años,
yo vieja, yo cansada, yo madre, me dirijo.

Al fin, tengo que hablaros, muchachos, hijos todos
nacidos de mi entraña,
nacidos en el fuego y en la sangre y la pólvora
una noche sin sueño cuando mi hijo nacía.
Nacía con vosotros,
lloraba con vosotros un proféticos llanto
sobre  una tierra triste ya cebada de lágrimas;
caía con vosotros en medio de la herida
de España, en los escombros de sus bellas ciudades,
para dormir un sueño de metralla sin pájaros
en una frágil cuna que cercaban las hienas.

Hoy he de hablaros, hijos, porque tenéis veinte años,
la frente ya muy lejos del suelo, el pulso ardiente,
los ojos y los sueños poblados de muchachas,
y las mejillas ásperas y  los pies decididos.
(Yo sola sé, no importa, que aún queda  una blandura,
un dulce olor de madre que os ciñe la garganta.
Pero qué bellas manos, tan de hombre ya, tan hechas
tan ávidas, tan duras. Y  tan nuevas y limpias).

No puedo esperar más. Porque ya es hora
de que sepáis. Y yo voy a morirme,
voy a morirme cualquier día.
De aquello (y de callarlo) y de esto (y de decirlo)
y de mi corazón atragantado
a fuerza de penosas digestiones,
tabletas de aspirina y cocacola,
aire acondicionado por las calles,
hambre en la tierra y Dios en las alturas.

Podéis creer que lo he pensado mucho,
que lo he llorado mucho antes de hablaros.
Han sido largos años de morderse
los puños y la lengua, mucho tiempo
de comulgar con ruedas de molino,
de comulgar con ruedas de poesía
a diario y a sabiendas. Tantas penas,
tantas jornadas fueron necesarias
acumulando sangre gota a gota,
para lograr exacta la medida
de un hombre y ve colmada su estatura.
Ya estáis aquí. Mirándoos, amanece
sobre las aguas del dolor antiguo.

No, no os diré de aquello: (la ignominia,
la destrucción, la muerte), cuando observo
el puro resplandor de vuestras manos.
No, no os diré del odio y la venganza.
De cada niño muerto aquella noche
no renació ningún fusil con ojos.

Salieron vuestras manos, esas manos
con uñas y con palmas tan viriles.
Ponedlas a la obra. Alegremente.
Tomad en ellas pronto la herramienta,
que es mucha la labro y es vuestra hora.
Las manos de los jóvenes del mundo
están alzando a pulso las montañas.
Uníos. Trabajad hombro con hombro.
Mirad hacia delante. Haced camino.
Las sendas enlodadas ya no sirven.
Dejad que las podridas estructuras
se caigan sobre el débil y el cobarde.
Muera el chacal, la zorra, el cuervo, el buitre,
si os salen al encuentro y os detienen.
Arrinconad banderas desteñidas,
los libros de Historia apolillados,
las bellas etiquetas de colores
de tantos analgésicos. Quitaos
el plomo que os cayó sobre las cejas.

Dejadlo todo atrás. Para nosotros
quedó la infamia, el látigo el grillete.
Nosotros ya secamos nuestras venas,
quemamos nuestros pies y nuestras manos
y hay demasiada hiel en nuestras bocas.

Vosotros, no. Vosotros, adelante.
Tenéis la mano a punto y la esperanza.
Inaugurad el tiempo de la viña,
del pan y de la miel y la paloma.

Pronto: sumad esfuerzos al esfuerzo,
vida a la vida. Fecundad la tierra,
andad el mar, volad sobre la nueve.
Pasad sobre las ruinas. Olvidadnos
si, muertos, enterramos nuestros muertos.
Sed sanos, libres, justos y tenaces.
Labrad, edificad, haced España.
España en paz y en gracia de trabajo.
España a hechura y semejanza vuestra,
nacida limpia, madurada al viento,
muchachos, hijos míos, ya tan hombres,
los que cumplís veinte años este día.


Angela Figuera Aymerich

domingo, 14 de abril de 2019

CONOZCO DEMONIOS - Carlos Fernández del Ganso


CONOZCO DEMONIOS


 Conozco demonios, como el agua
vigila el aljibe del pozo.
Visité tumbas y conversé
fuego a fuego con Lucifer
y le vencí.

Engendré en laboratorios de pasión,
puzzles de palabras
bailando noche a noche en partituras de violín.

Formé parte en la alborada,
de danzas
vientre adentro
en muros de silencio y horror.
Crin de la estampida final,
a lomos del viento,
abracé mujeres y niños
como los hombres de mi tierra
gritan en cada verso de muerte,
en cada beso de miel,
firme, de pie, amando.

Carlos Fernández del Ganso
De “Contando piedras”

PROFECÍA - Rafael de León


PROFECÍA


“Y me bendijo a mi mare;
y me bendijo a mi mare.
Diez céntimos le di a un pobre
y me bendijo a mi mare.
¡Ay! Qué limosna tan chiquita,
qué recompensa tan grande!”

¿A dónde vas tan deprisa
sin desirme ni ¡con Diço!?
Me puedes mirá de frente,
que estoy enterao de tó.
Me lo contaron ayer
las lenguas de doble filo,
que te casaste hase un mé
y me quedé tan tranquilo.
Otro cualquiera en mi caso,
se hubiera echao a llorá,
yo, cursándoe de brasos
dije que me daba iguá.
Y ná de pegarme un tiro
ni liarme a mardisiones
ni apedrear con suspiros
los vidrios de tus barcones.
¿Qué t`has casao? ¡Buena suerte!
Vive sien años contenta
y a la ahora de la muerte,
Dios no te lo tenga en cuenta.
Que si  al pie de los artares
mi nombre se te borró,
por la gloria de mi mare
que no te guardo rencor.
Porque sin sé tu marío,
ni tu novio, ni  tu amante,
yo fui quien más t`ha querío,
con eso tengo bastante.

******

--¿Qué tiene er niño, Malena?
Anda como tratornao,
tié la carilla de pena
y el colorsillo quebrao.
Y ya no juega a la tropa,
ni tira piedras al río,
ni se destrosa la ropa
subiéndose a coger níos.
¿No ate parese a ti extraño,
no ves una casa rara
que un chaval de dose años
lleva tan triste la cara?
Mira que soy perro viejo
y estás demasiao tranquila.
¿Quieres que te dé un consejo?
Vigilia, mujé, ¡vigilia!

****

Y fueron dos sentinela
los ojitos de mi mare.
--Cuando sale dela escuela
se va pa los olivare.
--Y ¿qué busca allí? –Una niña,
tendrá el mismo tiempo que él.
José Migué, no le riñas,
que está empesandoa queré.
Mi pare ensendió un pitillo,
se enteró bien de tu nombre,
te regaló unos sarsillos
y a mí un pantalón de hombre.

Yo no e dije “te adoro”
pero amarré en tu barcón
mi laso de seda y oro
de primera comunión.
Y tú, fina y orgullosa,
me ofreciste en recompensa
dos sintas color de rosa
que engalanaban tus trensas.
--Voy a misa con mis primos.
--Bueno, te everé en la hermita.
Y qué serios nos pusimos
al darte el agua bendita.
Mas luego en el campanario,
cuando rompimos a hablar:
--Dise mi tita Rosario
que la cigüeña es sagrá,
y el colorín y la fuente,
y las flores y el rosío,
y aquel torito valiente
que está bebiendo en el río;
y el bronse de esta campana,
y el romero de los montes,
y aquella linea lejana
que la llaman… ¡horizonte!
¡Todo es sagrao: tierra y sielo
porque así lo quiso Dió!
¿Qué te gusta más? –Tu pelo.
¡Qué bonito mde salió!
--Pues, ¿y tu boca, y tus brasos,
y tus manos reconditas,
y tus pies finiendo el paso
de las palomas suritas?
Con la puresa de un copo
de nieve te comparé;
te revestí de piropos
de la cabesa a los pié.
A la vuerta te hise un ramo
de pitiminí, presioso
y a luego nos retratamos
en las agüitas de un poso.
Y hablando de estas pamplinas
que inventan las criaturas,
llegamos hasta tu esquina
cogíos por la sintura.
Yo  te pregunté: --¿En qué piensas?
Tú dijiste: --En darte un beso.
Y yo sentí una vergüenza
que me caló hasta los huesos.
De noche, muertos de luna,
nos vimos por la ventana.
--¡Chssss! Mi hermaniyo está en la cuna,
le estoy catando la nana.

“Quítate de la esquina,
chiquillo loco,
que mimare no quiere
ni yo tampoco”.

Y mientras que tú cantabas
yo, inocente me pense
que nos casaba la luna
como a un marío y mujé.

¡Pamplinas! ¡Figuraciones
que se inventan los chavales!
Después la vida se impone;
tanto tiene, tanto vales;
por eso, yo al enterarme
que llevas un mes casá,
no dije que iba a matarme,
sino que me daba iguá.
Mas como es rico tu  dueño,
te vendo esta profesía:
tú, por la noche, entre sueños
soñarás que me querías,
y recordarás la tarde que
mi boca te besó
y te llamarás “¡cobarde!”
como te lo llamo yo.
Y verás, sueña que sueña,
que me morí siendo chico
y se llevó la cigüeña
mi corazón en su pico.
Pensarás: “no es sierto ná,
yo sé quelo estoy soñando”;  
pero allá en la madrugá
te despertarás llorando,
por el que no es tu marío,
ni tu novio, ni tu amante,
sino elque más te ha querío.
Con eso tengo bastante.
Por lo demás, tó se orvía.
Verás cómo Dios te manda
un hijo como una estrella;
avísame de seguía,
me servirá de alegría
cantarle la nana aquella:

“Quítate de la esquina,
chiquillo loco,
que mimare no quiere
no yo tampoco”.

Pensarás: “no es sierto ná,
yo sé que lo estoy soñando”.
Pero allá en la madrugá
te despertarás llorando.

Porque sin sé tu marío,
ni tu novio, ni tu amante,
yo soy… quien más t`ha querío…
¡Con eso tengo bastante!

Rafael de León

lunes, 8 de abril de 2019

AQUÍ ESTÁN TUS RECUERDOS - Olga Orozco


AQUÍ ESTÁN TUS RECUERDOS…
            
Aquí están tus recuerdos:
este leve polvillo de violetas
cayendo inútilmente sobre las olvidadas fechas;
tu nombre,
el persistente nombre que abandonó tu mano entre las piedras;
el árbol familiar, su rumos siempre verde contra el vidrio;
mi infancia, tan cercana,
en el mismo jardín donde la hierba canta todavía
y donde tantas veces tu cabeza reposaba de pronto junto a mí,
entre los matorrales de la sombra.
Todo siempre es igual.
Cuando otra vez llamamos como ahora en el lejano muro:
todo siempre es igual.
Aquí están tus dominios, pálido  adolescente:
la húmeda llanura para tus pies furtivos,
la aspereza del cardo, la recordada escarcha del amanecer,
las antiguas leyendas,
la tierra en que nacimos con idéntica niebla sobre el llanto.
-¿Recuerdas la nevada? ¡Hace ya tanto tiempo!
¡Cómo han crecido desde entonces tus cabellos!
Sin embargo, llevas aún sus efímeras flores sobre el pecho
y tu frente se inclina bajo ese mismo cielo
tan deslumbrante y claro.
¿Por qué habrás de volver acompañado, como un dios a su mundo,
por algún paisaje que he querido?
¿Recuerdas todavía la nevada?
¡Qué sola estará hoy, detrás de las inútiles paredes,
tu orada de hierros y de flores!
Abandonada, su juventud que tiene la forma de tu cuerpo,
extrañará ahora tus silencios demasiado obstinados,
tu piel, tan desolada como un país al que sólo visitaran
cenicientos pétalos
después de haber mirado pasar, ¡tanto tiempo!,
la paciencia inacabable de la hormiga entre sus solitarias ruinas.
Espera, espera, corazón mío:
no es el semblante frío de la temida nieve ni el del sueño reciente.
Otra vez, otra vez, corazón mío:
el roce inconfundible de la arena en la verja,
el grito de la abuela,
la misma soledad, la no mentida,
y este largo destino de mirarse las manos hasta envejecer.

Olga Orozco



jueves, 4 de abril de 2019

EN UN SON DE DESPEDIDA - José Hierro


EN UN SON DE DESPEDIDA


No vine sólo por decirte
(aunque también) que no volveré nunca,
y que nunca podré olvidarte.

Emprendo la tarea
(imposible, si es que algo hay imposible)
de racionalizar, interpretar, reconstruir y desandar
aquellas fábulas y hechizos
que gracias a ti fueron realidad.

Recupero los pasos iniciados a la orilla del río
y que desembocaban en “Kiss Bar” (aunque no estoy
seguro
donde estaba el principio y dónde el fin).

Estoy cansado, muy cansado.
Don Antonio Machado dijo hace más de sesenta años
“Soy viejo porque tengo más de setenta años,
que es mucha edad para un español”.
(Sin comentarios).

He vivido días radiantes
gracias a ti. Entre mis dedos se escurrían
cristalinas las horas, agua pura. Benditas sean.

Fue un tercer grado carcelario:
regresas a la cárcel por la noche,
por el día –espejismo—te sientes libre, libre.
Nadie pudo, ni puede, ni podrá por los siglos de los siglos
arrebatarme tanta felicidad.

Yo no he venido –te lo dije—
para decirte adiós. Sé que no me echarás de menos,
y eso que yo soñaba ser todo para ti
como tú lo eres para mí.
¡Ay vanidad de vanidades y todo vanidad!

No te importuno más (ni siquiera sé si me escuchas).
Bebo el último whisky en el “Kiss Bar”,
la última margarita en “Santa Fe”,
rodeo luego la ciudad y su muralla de agua
en la que ya no queda nada que fue mío.
Desisto de adentrarme en su recinto,
no tengo fuerzas para celebrar
la melancólica liturgia de la separación.
Sólo deseo ya dormir, dormir,
tal vez soñar….

José Hierro
De “Cuaderno de Nueva Cork”



miércoles, 3 de abril de 2019

GACELA DEL RECUERDO DEL AMOR - Federico García Lorca


GACELA DEL RECUERDO DEL AMOR


No te lleves tu recuerdo.
Déjalo solo en mi pecho,

temblor de blanco cerezo
en el martirio de enero.

Me separa de los muertos
un muro de malos sueños.

Doy pena de lirio fresco
para un corazón de yeso.

Toda la noche, en el huerto
mis ojos, como dos perros.

Toda la noche, corriendo
los membrillos de veneno.

Algunas veces el viento
es un tulipán de miedo,

es un tulipán enfermo,
la madrugada de invierno.

Un muro de malos sueños
me separa de los muertos.

La niebla cubre en silencio
el valle gris de tu cuerpo.

Por el arco del encuentro
la cicuta está creciendo.

Pero deja tu recuerdo
déjalo solo en mi pecho.

Federico García Lorca



DORMIDO EN LA YERBA - Emilio Prados


DORMIDO EN LA YERBA


Todos vienen a darme consejo.
Yo estoy dormido junto a un pozo.

Todos se acercan y me dicen:
-La vida se te va,
y tú te tiendes en la yerba,
bajo la luz más tenue del crepúsculo,
atento solamente
a mirar cómo nace
el temblor del lucero
o el pequeño rumor
del agua, entre los árboles.

Y tú te tiendes sobre la yerba:
cuando ya tus cabellos
comienzan a sentir
más cerca y fríos que nunca,
la caricia y el beso
de la mano constante
y sueño de la luna.

Y  tú te tiendes sobre la yerba:
cuando apenas si puedes
sentir en tu costado
el húmedo calor
del grano que germina
y el amargo crujir
de la rosa ya muerta.

Y tú te tiendes sobre la yerba:
cuando apenas si el viento
contiene su rigor,
al mirar en ruina
los muros de tu espalda,
y, el sol, ni se detiene
a levantar tu sangre del silencio.

Todos se acercan y me dicen:
-La vida se te va.
Tú, vienes de la orilla
donde crece el romero y la alhucema
entre la nieve y el jazmín, eternos,
y, es un mar todo espumas
lo que aquí te ha traído
por que nos hables…
y tú te duermes sobre la yerba.

Todos se acercan para decirme:
-Tú duermes en la tierra
y tu corazón sangra
y sangra, gota a gota
ya sin dolor, encima de tu sueño,
como en lo más oculto
del jardín, en la noche,
ya sin olor, se muere la violeta.
Todos vienen a darme consejo.
Yo estoy dormido junto a un pozo.

Sólo , si algún amigo
se acerca, y, sin preguntar
me da un abrazo entre las sombras:
lo llevo hasta asomarnos
al borde, juntos, del abismo,
y, en sus profundas aguas,
ver llorar a la luna y su reflejo,
que más tarde ha de hundirse
como piedra de oro,
bajo el otoño frío de la muerte.

Emilio Prados