domingo, 14 de abril de 2019

PROFECÍA - Rafael de León


PROFECÍA


“Y me bendijo a mi mare;
y me bendijo a mi mare.
Diez céntimos le di a un pobre
y me bendijo a mi mare.
¡Ay! Qué limosna tan chiquita,
qué recompensa tan grande!”

¿A dónde vas tan deprisa
sin desirme ni ¡con Diço!?
Me puedes mirá de frente,
que estoy enterao de tó.
Me lo contaron ayer
las lenguas de doble filo,
que te casaste hase un mé
y me quedé tan tranquilo.
Otro cualquiera en mi caso,
se hubiera echao a llorá,
yo, cursándoe de brasos
dije que me daba iguá.
Y ná de pegarme un tiro
ni liarme a mardisiones
ni apedrear con suspiros
los vidrios de tus barcones.
¿Qué t`has casao? ¡Buena suerte!
Vive sien años contenta
y a la ahora de la muerte,
Dios no te lo tenga en cuenta.
Que si  al pie de los artares
mi nombre se te borró,
por la gloria de mi mare
que no te guardo rencor.
Porque sin sé tu marío,
ni tu novio, ni  tu amante,
yo fui quien más t`ha querío,
con eso tengo bastante.

******

--¿Qué tiene er niño, Malena?
Anda como tratornao,
tié la carilla de pena
y el colorsillo quebrao.
Y ya no juega a la tropa,
ni tira piedras al río,
ni se destrosa la ropa
subiéndose a coger níos.
¿No ate parese a ti extraño,
no ves una casa rara
que un chaval de dose años
lleva tan triste la cara?
Mira que soy perro viejo
y estás demasiao tranquila.
¿Quieres que te dé un consejo?
Vigilia, mujé, ¡vigilia!

****

Y fueron dos sentinela
los ojitos de mi mare.
--Cuando sale dela escuela
se va pa los olivare.
--Y ¿qué busca allí? –Una niña,
tendrá el mismo tiempo que él.
José Migué, no le riñas,
que está empesandoa queré.
Mi pare ensendió un pitillo,
se enteró bien de tu nombre,
te regaló unos sarsillos
y a mí un pantalón de hombre.

Yo no e dije “te adoro”
pero amarré en tu barcón
mi laso de seda y oro
de primera comunión.
Y tú, fina y orgullosa,
me ofreciste en recompensa
dos sintas color de rosa
que engalanaban tus trensas.
--Voy a misa con mis primos.
--Bueno, te everé en la hermita.
Y qué serios nos pusimos
al darte el agua bendita.
Mas luego en el campanario,
cuando rompimos a hablar:
--Dise mi tita Rosario
que la cigüeña es sagrá,
y el colorín y la fuente,
y las flores y el rosío,
y aquel torito valiente
que está bebiendo en el río;
y el bronse de esta campana,
y el romero de los montes,
y aquella linea lejana
que la llaman… ¡horizonte!
¡Todo es sagrao: tierra y sielo
porque así lo quiso Dió!
¿Qué te gusta más? –Tu pelo.
¡Qué bonito mde salió!
--Pues, ¿y tu boca, y tus brasos,
y tus manos reconditas,
y tus pies finiendo el paso
de las palomas suritas?
Con la puresa de un copo
de nieve te comparé;
te revestí de piropos
de la cabesa a los pié.
A la vuerta te hise un ramo
de pitiminí, presioso
y a luego nos retratamos
en las agüitas de un poso.
Y hablando de estas pamplinas
que inventan las criaturas,
llegamos hasta tu esquina
cogíos por la sintura.
Yo  te pregunté: --¿En qué piensas?
Tú dijiste: --En darte un beso.
Y yo sentí una vergüenza
que me caló hasta los huesos.
De noche, muertos de luna,
nos vimos por la ventana.
--¡Chssss! Mi hermaniyo está en la cuna,
le estoy catando la nana.

“Quítate de la esquina,
chiquillo loco,
que mimare no quiere
ni yo tampoco”.

Y mientras que tú cantabas
yo, inocente me pense
que nos casaba la luna
como a un marío y mujé.

¡Pamplinas! ¡Figuraciones
que se inventan los chavales!
Después la vida se impone;
tanto tiene, tanto vales;
por eso, yo al enterarme
que llevas un mes casá,
no dije que iba a matarme,
sino que me daba iguá.
Mas como es rico tu  dueño,
te vendo esta profesía:
tú, por la noche, entre sueños
soñarás que me querías,
y recordarás la tarde que
mi boca te besó
y te llamarás “¡cobarde!”
como te lo llamo yo.
Y verás, sueña que sueña,
que me morí siendo chico
y se llevó la cigüeña
mi corazón en su pico.
Pensarás: “no es sierto ná,
yo sé quelo estoy soñando”;  
pero allá en la madrugá
te despertarás llorando,
por el que no es tu marío,
ni tu novio, ni tu amante,
sino elque más te ha querío.
Con eso tengo bastante.
Por lo demás, tó se orvía.
Verás cómo Dios te manda
un hijo como una estrella;
avísame de seguía,
me servirá de alegría
cantarle la nana aquella:

“Quítate de la esquina,
chiquillo loco,
que mimare no quiere
no yo tampoco”.

Pensarás: “no es sierto ná,
yo sé que lo estoy soñando”.
Pero allá en la madrugá
te despertarás llorando.

Porque sin sé tu marío,
ni tu novio, ni tu amante,
yo soy… quien más t`ha querío…
¡Con eso tengo bastante!

Rafael de León

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