jueves, 31 de octubre de 2013

Piel de otoño

El Viajero

II

He andado muchos caminos,
He abierto muchas veredas;
He navegado en cien mares,
Y atracado en cien riberas.
   En todas partes he visto
Caravanas de tristeza,
Soberbios y melancólicos
Borrachos de sombra negra,
   Y pedantotes al paño
Que miran, callan, y piensan
Que saben, porque no beben
El vino de las tabernas.
   Mala gente que camina
Y va apestando la tierra…
   Y en todas partes he visto
Gentes que danzan o juegan,
Cuando pueden, y laboran
Sus cuatro palmos de tierra.
   Nunca, si llegan a un sitio,
Preguntan a dónde llegan.
Cuando caminan, cabalgan
A lomos de mula vieja,
   Y no conocen la prisa
Ni aún en los días de fiesta.
Donde hay vino, beben vino,
Donde no hay vino, agua fresca.
   Son buenas gentes que viven,
Laboran, pasan y sueñan,
Y en un día como tantos,
Descansan bajo la tierra.

Antonio Machado
Poema leído por Esther Núñez


miércoles, 30 de octubre de 2013

Piel de otoño

Trilce

L

El cancerbero cuatro veces
al día maneja su candado, abriéndonos
cerrándonos los estertores, en guiños
que entendemos perfectamente.

Con los fundillos lelos melancólicos,
amuchachado de trascendental desaliño,
parado, es adorable el pobre viejo.
chancea con los presos, hasta el tope
los puños en las ingles. Y hasta mojarrilla
les roe algún mendrugo; pero siempre
cumpliendo su deber.

Por entre los barrotes pone el punto
fiscal, inadvertido, izándose en la falangita
del meñique,
a la pista de lo que hablo,
lo que como,
lo que sueño.
Quiere el corvino ya no hayan adentros,
y cómo nos duele esto que quiere el cancerbero.

 Por un sistema de relojería, juega
el viejo inminente, pitagórico!
a lo ancho de las aortas. Y sólo
de tarde en noche, con noche
soslaya alguna su excepción de metal.
Pero, naturalmente,
siempre cumpliendo su deber.

César Vallejo
Poema leído por Gloria Gómez Candanedo

martes, 29 de octubre de 2013

Piel de otoño

Es Infinita Esta Riqueza Abandonada

Es infinita esta riqueza abandonada
esta mano no es la mano ni la piel de tu alegría
al fondo de las calles encuentras siempre otro cielo
tras el cielo hay siempre otra hierba playas distintas
nunca terminará es infinita esta riqueza abandonada
nunca supongas que la espuma del alba se ha extinguido
después del rostro hay otro rostro
tras la marcha de tu amante hay otra marcha
tras el canto un nuevo roce se prolonga
y las madrugadas esconden abecedarios inauditos islas remotas
siempre será así
algunas veces tu sueño cree haberlo dicho todo
pero otro sueño s levanta y no es el mismo
entonces tú vuelves a las manos al corazón de todos
de cualquiera
no eres
el mismo no son los mismos
otros saben la palabra tu la ignoras
otros saben olvidar los hechos innecesarios
y levantan su pulgar han olvidado
tú has de volver no importa tu fracaso
nunca terminará es infinita esta riqueza abandonada
y cada gesto cada forma de amor o de reproche
entre las últimas risas el dolor y los comienzos
encontrará el agrio viento y las estrellas vencidas
una máscara de abedul presagia la visión
has querido ver
en el fondo del día lo has conseguido algunas veces
el río llega a os dioses
suben murmullos lejanos a la claridad del sol
amenazas
resplandor en frío
no esperas nada
sino la ruta del sol y de la pena
nunca terminará es infinita esta riqueza abandonada.

Edgar Bayley
Del libro “La vigilia y el viaje”
Poema leído por Maribel Domínguez Duarte

viernes, 25 de octubre de 2013

Piel de otoño

Límite Otro; La Locura

Hoy como nunca
amé mi cuerpo en soledad.

Hoy como ayer
fui el amante infernal.

Hoy no llegué muy lejos.

Caminé todo el día
dando vueltas
adentro de mi pieza.
Mi padre
cantaba en árabe
con voz alta
hermosa.

Ensayé algunos pasos.
Movía con ternura mis manos
por delante de mi cara.
Mis movimientos
eran sensuales y ligeros.

Arranqué de la higuera
las pequeñas brevas marinas
y  me tendí al sol
dejé que el desierto
invadiera mi pieza.

Yo era el camello azul que galopaba
sin agua y sin amor por el desierto.

Arena fugaz y seguía galopando,
el tiempo
se encorvaba sobre mis espaldas
y después
un paso de baile
aquel movimiento
como una ceremonia
y dejaba caer
una joya a tus pies
señora locura
y tú prisionera
envilecida en mimbrada
te arrastrabas
entre las cadenas
mis lágrimas,
acero y piedra
y no podías
salir de este poema.

Me arrastré
contigo a tu compás.

Después forcejeando
nos caímos
por la ventana abierta
hacia los cielos
y nos estrellamos
como se estrellan
los grandes hombres
las grandes mujeres contra la tierra.

Y nos besamos y reímos,
de nuestra torpeza para volar.

Juntos
llevados por la manía
de acompañarnos
pedimos limosna:
alas
para estos pobres
pájaros sin alas.

Y nos nacieron hijos
como nacen
las grandes orquestas de la noche.
Y brotaron de mis manos poemas
como cataratas de silencio
y nosotros
seguíamos practicando
en nuestra pieza
el vuelo de los pájaros.

Lográbamos vuelo atómico,
tus ojos
en la inmensidad marina
vagina motora
volando contigo infinita
golpe de amor contra la vida.

INSTATNTE instante
y perforabas la pared y huías,
siempre hacia el porvenir.

Antes de partir
dejabas una flor
mirada de terror
clavada en mi mirada.

Habrá catástrofe esta noche
y cada vez
volabas más alto todavía.

En ese vuelo
más allá del cielo
modificabas el rumbo
de los astros celestes
y el rumbo
de los oscuros astros negros.

Instante
           amado
                      instante
el fin del mundo será nuestro.

Perlas como alcántaras
como toneladas de pasión,
contra los ojos
del gran timonel de los espacios.
Brillantes perlas de marfil
cerrando el paso
de la marcha del hombre
hacia la muerte.


Miguel Oscar Menassa
“La Poesía y Yo”
Poema leído por Esther Núñez

jueves, 24 de octubre de 2013

Piel de otoño

Al Principio

Al principio era la estrella de tres puntas,
única sonrisa de luz a través de la cara vacía;
única rama de hueso a través del aire enraizado
la sustancia partida que fue la médula del sol primero;
y ardientes cifras en el curso espacio
iban mezclando el cielo y el infierno en su ronda.

Al principio era la firma pálida,
trisílaba y estrellada como la sonrisa;
y vinieron después las huellas sobre el agua,
el sello e la cara acuñada en la luna;
la sangre que tocaba el árbol de la cruz y el cáliz
tocó la primera nube y en ella dejó un signo.

Al principio era el fuego ascendente
que encendía con una chispa las atmósferas,
chispa de ojos rojizos, chispa de triplicados ojos,
brusca como una flor,
se irguió la vida a  chorros de los mares rodantes,
estalló en las raíces, arrancó de la tierra y la roca
los aceites secretos que impulsan la hierba.

Al principio era la palabra, la palabra
que de las sólidas bases de la luz
le sustrajo todas las letras al vacío;
y de las bases nubladas desaliento
la palabra fluyó, y al corazón tradujo
los primeros indicios de nacimiento y muerte.

Al principio era la mente secreta,
lamente estaba encarcelada y soldada al pensamiento
antes que la pendiente se bifurcara rumbo al sol;
antes que las venas se sacudieran en sus cedazos
se disparó la sangre y esparció hacia os vientos de la luz
la costilla original del amor

Dylan Thomas
Reino Unido 1914
Poema leído por Maribel Domínguez Duarte

miércoles, 23 de octubre de 2013

Piel de otoño

Elegía por Mercedes

Se llamaba Mercedes. Y era buen.
Dicen que todo el mundo la quería.
Con su sonrisa ajena
una estatura de niebla parecía.

Se llamaba Mercedes. Y no existe
sin su sol un capullo de alegría.
Señor; ¡claro que es triste
este tanto quererla todavía…!

Pero nunca sabré dejarla sola:
aquí bajo la luz sigo con ella,
me saluda la piel en cada ola
y se asoma a mirarme en toda estrella.

Hasta el llanto que baja a mis mejillas
es casi necesario.
Tú sabes: he crecido en sus rodillas,
y también me enseñó el abecedario.

Lo que duele quizás en esta aurora,
lo que sangra mi voz, lo que me aterra,
es esto de sentir que a cada hora
se está volviendo un poco más de tierra.

La recuerdo dormida en su sillón
el último verano;
todavía tenía corazón,
a veces suspiraba con la mano.

Su mirada venía desde el mar,
Y no sé, a cada rato,
miraba como mira el azahar:
con un poco de miedo y de recato.

Se llamaba Mercedes. Y era pura
como el blanco cansado de su pelo.
andará con su dulzura,
saliéndose del cielo…

Aquí está su reloj, está su armario,
su vestido de lana para el frío;
qué sobra un dedal, sobra un rosario.
El tercer cuarto está vacío.


Carilda Oliver Labra
Poema leído por Gloria Gómez

domingo, 20 de octubre de 2013

Piel de otoño

Sobre la Libertad Humana


Qué hermosa eres, libertad. No hay nada
que te contraste. ¿Qué? Dadme tormento.
Más brilla y en más puro firmamento
libertad en tormento acrisolada.

¿Qué no grite? ¿Mordaza hay preparada?
Venid: amordazad mi pensamiento.
Grito no es vibración de ondas al viento:
grito es conciencia de hombre sublevada.

Qué hermosa eres, libertad. Dios mismo
te vio lucir, ante el primer abismo
sobre su pecho, solitaria estrella.

Una chispita del volcán ardiente
tomó en su mano. Y te prendió en mi frente,
libre llama de Dios, libertad bella.


Dámaso Alonso
Poema leído por Gloria Gómez

viernes, 18 de octubre de 2013

Piel de Otoño


Soy el Destino

Sí, te he querido como nunca.

¿Por qué besar tus labios, si se sabe que la muerte está
   próxima,
si se sabe que amar es sólo olvidar la vida,
cerrar los ojos a lo oscuro presente
para abrirlos a los radiantes límites de un cuerpo?

Yo no quiero leer en los libros una verdad que poco a poco
  sube como un agua,
renuncio a ese espejo que dondequiera las montañas ofrecen
pelada roca donde se refleja mi frente
cruzada por unos pájaros cuyo sentido ignoro.

No quiero asomarme a los ríos donde los peces colorados
   con el rubor de vivir,
embisten a las orillas límites de su anhelo,
ríos de los que unas voces inefables se alzan,
signos que no comprendo echado entre los juncos.

No quiero, no; renuncio a tragar ese polvo, esa tierra
   dolorosa, esa arena mordida,
esa seguridad de vivir con que la carne comulga
cuando comprende que el mundo y este cuerpo
ruedan como ese signo que el celeste ojo no entiende.

No quiero no, clamar, alzar la lengua,
proyectarla como esa piedra que se estrella en la frente,
que quiebra los cristales de esos inmensos cielos
tras los que nadie escucha el rumor de la vida.

Quiero vivir, vivir como la hierba dura,
como el cierzo o la nieve, como el carbón vigilante,
como el futuro de un niño que todavía no nace,
como el contacto de los amantes cuando la luna los ignora.

Soy la música que bajo tantos cabellos
hace el mundo en su vuelo misterioso,
pájaro de inocencia que con sangre en las alas
va a morir en un pecho oprimido.

Soy el destino que convoca a todos los que aman,
mar único al que vendrán todos los radios amantes
que buscan a su centro, rizados por el círculo
que gira como la rosa rumorosa y total.

Soy el caballo que enciende su crin contra el pelado viento,
soy el león torturado por su propia melena,
la gacela que teme al río indiferente,
el avasallador tigre que despuebla la selva,
el diminuto escarabajo que también brilla en el día.

Nadie puede ignorar la presencia del que vive,
del que en pie en medio de las flechas gritadas,
muestra su pecho transparente que no impide mirar,
que nunca será cristal a pesar de su crueldad,
porque si acercáis vuestras manos, podréis sentir la sangre.

Vicente Aleixandre
Poema leído por Esther Núñez

jueves, 17 de octubre de 2013

Piel de otoño


LA CEIBA ME DIJO TÚ

No sé qué paso equivoco
cuando el crepúsculo rima
su color que me lastima
con este esqueleto loco.
No sé qué sucede. Evoco
los juegos de mis hermanos
-hogar en tiempos lejanos,
familia feliz entonces-
y van cayendo los bronces
de campanas, los veranos

Persistentes, lenta hora
de la lección, aquel trompo
que con mis lágrimas rompo;
siempre la luz turbadora
hecha rayo de la aurora
que, madre, en tus ojos vi.
Bordo el pasado y así
toda mi infancia cayendo
como un dado azul, tremendo,
va a parar al Yumurí…

¿Por qué sacarla del río
si se han muerto mis muñecas?
remolinos de hojas secas
me dan miedo, me dan frío…
que lo verde ya no es mío;
juventud, no te detienes,
sólo en retratos me tienes,
uso una cinta borrada
y el rostro de enamorada
va plateando por las sienes.

Adiós, lis de muselina
que hizo fiebre en mi cintura.
Adiós, muchachita pura
que he sido color de harina.
Adiós, mujer, peregrina
que tuve dentro cantando
y hoy es un recuerdo blando,
grito apenas que desborda
o quizás tampoco, sorda
estoy desde no sé cuándo.

Adiós, barrio, Pueblo Nuevo,
donde bailaba al andar,
besos que di junto al mar
(de decirlo me conmuevo).
Adiós, Matanzas, en abril
sueñan tus laureles viejos
y yo, presa en los espejos,
me he quedo sin perfil.

Tu allá, es el punto más serio,
amor, amor, que te fuiste.
Si te menciono, hombre triste
no vuelvo del cementerio.
Me tienes bajo tu imperio,
con la muerte te engalanas.
(Resucita en mis ventanas,
pide pan, pide café…).

De la tumba en que te eché
te sacaría con ganas.

Y pasaron tantas cosas
-abuela fue la primera
en volverseme de cera-
que olvidé mirara las rosas.
¿Ves, padre?; tus poderosas
hambres de luz van conmigo,
te siento cerca del trigo;
cuando me pongo cobarde
y no te encuentro en la tarde
con memoria te persigo.

Vida, vida, no te vayas;
no te vayas, vida, vida,
que no estoy arrepentida
de verme entre guardarrayas.
Soy feliz en estas playas
con libertad, sin dinero.
¡Ay, vida, si yo me muero
habrá en el valle una pena,
menos mar, menos arena
quemándose en Varadero!

Con el corazón que aguanto
-pues no es ala  muy segura-
te digo, mi tierra pura,
que la hora no es de llanto.
es tiempo de hacer el canto
del uno al otro, confín,
y de pie junto al jazmín
ver cómo casa: el monte,
el guajiro, el horizonte,
el tractor y el tomeguín.

Por eso dije, perdida
entre el ayer y el futuro:
no soy un cadáver, duro,
tengo el puño, la mordida.
Asumiendo al fin la vida
-más alma que carne bella-
sin ¿Dónde estuve? ¿es mi huella?
deshice el pasado roto.
Mitad fango, mitad loto
me puse frente a una estrella.

Escuché entonces distantes
rumores: mocha, sijú:
la ceiba me dijo tú
en hojas volando errantes.
hizo el rocío diamantes;
un ritmo a bolero, a son,
un gusto a caña y a anón
me dio hambre, me dio sed
y tuve gracia y merced,
y hasta nuevo corazón.

Cuba, Cuba, con qué vuelo
limpias luto, me haces clara…
¡Si me fundaste la cara
en propia luz de tu cielo!
cuido esta gloria, te velo
como a madre y poesía.
y tengo lo que quería:
alzarme aquí simiente,
sentir tu sol en mi frente,
ver la palma abriendo el día.


Carilda Oliver Labra
Poema leído por Maribel Domínguez Duarte

lunes, 7 de octubre de 2013

Llegada del otoño


La Aurora

La aurora de Nueva York tiene
cuatro columnas de cieno
y  un huracán de negras palomas
que chapotean las aguas podridas.
La aurora de Nueva York gime
por las inmensas escaleras
buscando entre las aristas
nardos de angustia dibujada.
La aurora llega y nadie la recibe en su boca
porque allí no hay mañana ni esperanza posible.
A veces las monedas  en enjambres furiosos
taladran y devoran abandonados niños.
Los primeros que saben comprenden con sus huesos
que no habrá paraíso ni amores deshojados,
saben que van al cieno de números y leyes,
a los juegos sin arte, a sudores sin fruto.
La luz es sepultada por cadenas y ruidos
en impúdico reto de ciencia sin raíces.
Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes
como recién salidas de un náufrago de sangre.

Federico García Lorca
Del libro “Poeta en Nueva York”
Leído por Gloria Gómez Candanedo