miércoles, 31 de diciembre de 2014

Poemas del Recital 15 de diciembre de 2014


PARÁBOLAS

     Era un niño que soñaba
un caballo de cartón.
Abrió los ojos el niño
y el caballito no vio.
Con un caballito blanco
el niño volvió a soñar;
y por el crin lo cogía…
¡Ahora no te escaparás!
apenas lo hubo cogido,
el niño se despertó.
Tenía el puño cerrado.
¡El caballito voló!
Quedóse el niño muy serio
pensando que no es verdad
un caballito soñado.
Y ya no volvió a soñar.
Pero el niño se hizo mozo
y el mozo tuvo un amor,
Y a su amada le decía:
¿Tú eres de verdad o no?
Cuando el mozo se hizo viejo
pensaba: todo es soñar,
el caballito soñado
y el caballo de verdad.
y cuando vino la muerte,
el viejo a su corazón
preguntaba: ¿Tú eres sueño?
¡Quién sabe si despertó!

Antonio Machado

España 1875-1939

Poemas del Recital 15 de diciembre de 2014


VIENTOS DEL PUEBLO ME LLEVAN

Vientos del pueblo me llevan,
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón
y me aventan la garganta.

Los bueyes doblan la frente,
impotentemente mansa,
delante de los castigos:
los leones la levantan
y al mismo tiempo castigan
con su clamorosa zarpa.

No soy de un pueblo de bueyes,
que soy de un pueblo que embargan
yacimientos de leones,
desfiladeros de águilas
y cordilleras de toros
con el orgullo en el asta.
nunca medraron los bueyes
en los páramos de España.
¿Quién habló de echar un yugo
sobre el cuello de esta raza?
¿Quién ha puesto al huracán
jamás ni yugos ni trabas,
ni quién el rayo detuvo
prisionero en una jaula?

Asturianos de braveza,
vascos de piedra blindada,
valencianos de alegría
y castellanos de alma,
labrados como la tierra
y airosos como las alas;
andaluces de relámpagos,
nacidos entre guitarras
y forjados en los yunques
torrenciales de las lágrimas;
extremeños de centeno,
gallegos de lluvia y calma,
catalanes de firmeza,
aragoneses de casta,
murcianos de dinamita
frutalmente propagada,
leoneses, navarros, dueños
del hambre, el sudor y el hacha,
reyes de la minería,
señores de la labranza,
hombres que entre las raíces,
como raíces gallardas,
vais de la nada a la nada:
yugos os quieren poner
gentes de la hierba mala,
yugos que habéis de dejar
rotos sobre sus espaldas.
crepúsculo de los bueyes
está despuntando el alba.

Los bueyes mueren vestidos
de humildad y olor de cuadra:
las águilas, los leones
y los toros de arrogancia,
y detrás de ellos, el cielo
ni se enturbia ni se acaba.

La agonía de los bueyes
tiene pequeña la cara,
la del animal varón
toda la creación agranda.

Si me muero, que me muera
con la cabeza muy alta.
muerto y veinte veces muerto,
la boca contra la grama,
tendrá apretados los dientes
y decidida la barba.

Cantando espero a la muerte,
que hay ruiseñores que cantan
encima de los fusiles
y en medio de las batallas.

Miguel Hernández
España 1910-1942

De “Viento del pueblo”

Poemas del Recital 15 de diciembre de 2014

RETORNO DE LA DULCE LIBERTAD

Podías, cuando fuiste marinero en tierra,
Ser más libre que ahora,
Yéndote alegremente,
Desde las amarradas comarcas encendidas
De tu recién nacido soñar, por los profundos
Valles de huertos submarinos, por las verde
Laderas de delfines, sumergidos senderos
Que iban a dar a dulces sirenas deseadas.
Podías, bien podías entonces, bien podías,
Sin lágrimas inútiles, sin impuestas congojas,
Viajar, llenos de viento los labios, con un golpe
De abierta luz en medio del corazón, bien alta
La valerosa vida cayendo de tu frente.
¿En dónde las fronteras entonces, ese miedo,
Ese horror a los límites,
Ese cerco que escuchas avanzar en la noche
Como un triste mandato que ha de cumplirse al alba?
Libertad, dulce mía,
Por muy niña que fueses,
Por más chicos que fueran tus tiernos pasos, dime,
Contéstame, si aún tus pequeños oídos
Me conocen: ¿No intentas, fugitiva y cantando,
Retornarme a tus libres comarcas venturosas?
¿Quién te encarcela, dime? Di, ¿quién te pone grillos?
¿Quién te esposa las alas y quién, dime, cerrojos
Clava en tu lengua y sombras pone sólo en tus ámbitos?
Libertad, no me dejes. Vuelve a mí dura y dulce,
Como fresca muchacha madurada en la pena.
Hoy mi brazo es más fuerte que el de ayer, y mi canto,
Encendido en el tuyo, puede abrir para siempre,
Sobre los horizontes del mar, nuestra mañana.

Rafael Alberti
España 1902-1999
De “Retornos de lo vivo lejano”



Poemas Recital 15 de diciembre de 2014


LA OSCURIDAD

No pretendas encontrar una solución. ¡Has mantenido
     tanto tiempo abiertos los ojos!
Conocer, penetrar, indagar: una pasión que dura lo que
     la vida.
Desde que el niño furioso abre los ojos. Desde que rompe
     su primer juguete.
Desde que quiebra la cabeza de aquel muñeco y ve, mira
     el inexplicable vapor que no ven los otros ojos hu-
     manos.
Los que le regañan, los que dicen: “¿Ves? ¡Y te lo aca
     bábamos de regalar!...”
Y el niño no les oye porque está mirando, quizá está oyen-
     do el inexplicable sonido.

     Después cuando muchacho, cuando joven.
El primer desengaño. El primer beso no correspondido.

     Y luego de hombre, cuando ve sudores y penas, y trá-
   fago, y muchedumbre.
Y con generosos corazón se siente arrastrado
y es una sola oleada con la multitud, con la de los que
     van como él.
Porque todos ellos son uno, uno solo: él; como él es
     todos.
Una sola criatura viviente, padecida, de la que cada uno,
     sin saberlo, es totalmente solidario.

Y luego, separado un instante, pero con la mano ten-
     tando el extremo vivo donde se siente y hasta donde
     llega el latir de las otras manos,
escribir aquello o indagar esto, o estudiar en larga vigilia,
para con las primeras turbias gafas ante los ojos, ante
     los cansados y esperanzados y dulces ojos que siem-
     pre preguntan.

Y luego encenderse una luz. Es por la tarde. Ha caído
     lentamente el sol y se dora el ocaso.
Hay unos salpicados cabellos blancos, y la lenta
cabeza suave se inclina sobre una página.

Y la noche ha llegado. Es la noche larga.
Acéptala. Acéptala blandamente. Es la hora del sueño.
Tiéndete lentamente y déjate lentamente dormir.
Oh, sí. Todo está oscuro y no sabes. Pero ¿qué importa?
Nunca has sabido, ni has podido saber.
Pero ya has cerrado blandamente los ojos
y ahora como aquel niño,
como el niño que ya no puede romper el juguete,
estás tendido en la oscuridad y sientes la suave mano
     quietísima,
la grande y sedosa mano que cierra tus cansados ojos vi-
     vidos,
y tú aceptas la oscuridad y compasivamente te rindes.


Vicente Aleixandre
España 1898-1984
De “Historia del corazón”

martes, 30 de diciembre de 2014

Poemas del Recital 15 de diciembre de 2014


MUJER IRREDENTA

Hay quienes piensan
que he celebrado en exceso
los misterios  del cuerpo
la piel y su aroma de fruta.

¡Calla, mujer! – me ordenan –
no nos aburras más con tu lujuria
vete a la habitación
desnúdate
haz lo que quieras
pero calla
no lo pregones a los cuatro vientos.

Una mujer es frágil, leve, maternal;
en sus ojos los velos del pudor
la erigen en eterna vestal de todas las virtudes.
Una mujer que goza es un mar agitado
donde sólo es posible el naufragio.

Cállate. No hables más de vientres y humedades.
Era quizás aceptable que lo hicieras en la juventud.
Después de todo, en esa época, siempre hay lugar para el
desenfreno.
Pero ahora, cállate.

Ya pronto tendrás nietos. Ya no te sientan las pasiones
no bien pierde la carne su solidez
debes doblar el alma
ir a la iglesia
tejer escarpines
y apagar la mirada con el forzado decoro de la menopausia.

Me instalo hoy a escribir
para los Sumos Sacerdotes de la decencia
para los que, agotados los sucesivos argumentos,
nos recetan a las mujeres la vejez prematura
la solitaria tristeza
el espanto precoz a las arrugas.

¡Ah! Señores; no saben ustedes
cuántas delicias esconden los cuerpos otoñales
cuánta humedad, cuánto humus
cuánto fulgor de oro oculta el follaje del bosque
donde la tierra fértil
se ha nutrido de tiempo.


Giodonda Belli
Nicaragua 1948

De “Apogeo”

lunes, 29 de diciembre de 2014

Poemas del recital 15 de diciembre 2014

A LOS HOMBRES FUTUROS

1

Verdaderamente, vivo en tiempos sombríos.
Es insensata la palabra ingenua. Una frente lisa
revela insensibilidad. El que ríe
es porque no ha oído aún la noticia terrible,
aún no le ha llegado.

¡Qué tiempos estos en que
hablar sobre árboles es casi un crimen
porque supone callar sobre tantas alevosías!
ese hombre que va tranquilamente por la calle,
¿lo encontrarán sus amigos cuando lo necesiten?

Es cierto que aún me gano la vida.
Pero, creedme, es pura casualidad. Nada
de lo que hago me da derecho a hartarme.
Por casualidad me he librado (si mi suerte acabara, estaría
perdido.)
Me dicen. “¡Come y bebe! ¡Goza de lo que tienes!
Pero ¿cómo puedo comer y beber
si al hambriento le quito lo que como
y mi vaso de agua le hace falta al sediento?
Y, sin embargo, como y bebo.

Me gustaría ser sabio también.
Los viejos libros explican la sabiduría:
apartarse de las luchas del mundo y transcurrir
sin inquietudes nuestro breve tiempo.
Librarse de la violencia,
dar bien por mal,
no satisfacer los deseos y hasta
olvidarlos: tal es la sabiduría.
Pero yo no puedo hacer nada de esto:
verdaderamente, vivo en tiempos sombríos.


2

Llegué a las ciudades en tiempos del desorden,
cuando el hambre reinaba.
Me mezclé con los hombres en tiempos de rebeldía
y me rebelé con ellos.
Así pasé el tiempo
que me fue concedido en la tierra.

Mi pan lo comí entre batalla y batalla.
Entre los asesinos dormí.
Hice el amor sin prestarle atención
y contemplé la naturaleza con impaciencia.
Así pasé el tiempo
que me fue concedido en la atierra.

En mis tiempos, las calles desembocaban en pantanos.
La palabra me traicionaba al verdugo.
Poco podía yo. Y los poderosos
se sentían más tranquilos sin mí. Lo sabía.
Así transcurrió el tiempo
que me fue concedido en la tierra.

Escasas eran las fuerzas. La meta
estaba muy lejos aún.
Ya se podía ver claramente, aunque para mí
fuera casi inalcanzable.
Así pasé el tiempo
que me fue concedido en la tierra.


3

Vosotros, que surgiréis del marasmo
en el que nosotros nos hemos hundido,
cuando habléis de nuestras debilidades,
pensad también en los tiempos sombríos
de los que os habéis escapado.

Cambiábamos de país como de zapatos
a través de las guerras de clases, y nos desesperábamos
donde sólo había injusticia y nadie se alzaba contra ella.
y, sin embargo, sabíamos
que también el odio contra la bajeza
desfigura la cara.
También la ira contra la injusticia
pone ronca la voz. Desgraciadamente, nosotros,
que queríamos preparar el camino para la amabilidad
no pudimos ser amables.
Pero vosotros, cuando lleguen los tiempos
en que el hombre sea amigo del hombre,
pensad en nosotros
con indulgencia.

Bertolt Brecht


miércoles, 17 de diciembre de 2014

Un poema de Rafael Alberti


EL ÁNGEL DE ARENA

Seriamente, en tus ojos era la mar dos niños que me espiaban,
Temerosos de lazos y palabras duras.
Dos niños de la noche, terribles, expulsados del cielo,
cuya infancia era un robo de barcos y un crimen de soles y de lunas.
Duérmete. Ciérralos.

Vi que el mar verdadero era un muchacho que saltaba desnudo,
Invitándote a un plato de estrellas y un reposo de algas.
¡Sí, sí! Ya mi vida iba a ser, ya lo era, litoral desprendido.
Pero tú, despertando, me hundiste en tus ojos.

Rafael Alberti
De “Sobre los ángeles”

sábado, 6 de diciembre de 2014

Recital de Poesía


Un poema de Vicente Aleixandre


CIUDAD DEL PARAÍSO

Siempre te ven mis ojos, ciudad de mis días marinos.
Colgada de imponente monte, apenas detenida
en tu vertical caída a las ondas azules,
pareces reinar bajo el cielo, sobre las aguas,
intermedia en los aires, como si una mano dichosa
te hubiera retenido, un momento de gloria, antes de hundirte
   para siempre en las olas amantes.

Pero tú duras, nunca desciendes, y el mar suspira
o brama, por ti, ciudad de mis días alegres,
ciudad madre o blanquísima donde viví y recuerdo,
angélica ciudad que, más alta que el mar, presides sus
   espumas.

Calles apenas, leves, musicales. Jardines
donde flores tropicales elevan sus juveniles palmas gruesas.
Palmas de luz que sobre las cabezas, aladas,
mecen el brillo de la brisa y suspenden
por un instante labios celestiales que cruzan
con destino a las islas remotísimas, mágicas,
que allá en el azul índigo, libertadas, navegan.

Allí también viví, allí, ciudad graciosa, ciudad honda.
Allí, donde los jóvenes resbalan sobre la piedra amable,
y donde las rutilantes paredes besan siempre
a quienes siempre cruzan, hervidores, en brillos.

Allí fui conducido por una mano materna.
Acaso de una reja florida una guitarra triste
cantaba la súbita canción suspendida en el tiempo;
quieta la noche, más quieto el amante,
bajo la luna eterna que instantánea transcurre.

Un soplo de eternidad pudo destruirte,
ciudad prodigiosa, momento que en la mente de un Dios
   emergiste.
Los hombres por un sueño vivieron, no vivieron,
eternamente fúlgidos como un soplo divino.

Jardines, flores. Mar alentando como un brazo que anhela
a la ciudad voladora entre monte y abismo,
blanca en los aires, con calidad de pájaro suspenso
que nunca arriba ¡Oh ciudad no en la tierra!

Por aquella mano materna fui llevado ligero
por tus calles ingrávidas. Pie desnudo en el día.
Pie desnudo en la noche. Lina grande. Sol puro.
Allí el cielo eras tú, ciudad que en él morabas.
Ciudad que en él volabas con tus alas abiertas.


Vicente Aleixandre

jueves, 4 de diciembre de 2014

Leído en el taller


CANCIÓN DE LOS PESCADORES POBRES DE CÁDIZ


Hijos de la mar de Cádiz
nuestras casas son las olas
somos los pobres del mar
de ayer y ahora.

Creímos en las sirenas
que cantan entre las olas
sus cantos nada nos dieron
ni ayer, ni ahora.

Cádiz nos mirará un día
dueños del mar, en las olas
Cádiz, que será más Cádiz
que ayer y ahora.

Somos los mismos que el viento
nos tiró en las mismas olas
los hijos pobres del mar
de ayer y ahora.

Cádiz nos vio desde Cádiz
viviendo sobre las olas
ir pobres y volver pobres
ayer y ahora.

Cádiz nos mirará un día
dueños del mar, en las olas
Cádiz, que será más Cádiz
que ayer y ahora.

Rafael Alberti

miércoles, 3 de diciembre de 2014

Poema para el otoño


RETORNOS DEL OTOÑO

Nos dicen: Sed alegres.
Que no escuchen los hombres rodar en vuestros cantos
ni el más leve ruido de una lágrima.
Está bien. Yo quisiera, diariamente lo quiero,
mas hay horas, hay días, hasta meses y años
en que se carga el alma de una justa tristeza
y por tantos motivos que luchan silenciosos
rompe a llorar, abiertas las llaves de los ríos.


Miro el otoño, escucho sus aguas melancólicas
de dobladas umbrías que pronto van a irse.
Me miro a mí, me escucho esta mañana
y perdido ese miedo
que me atenaza a veces hasta dejarme mudo,
me repito: Confiesa
grita valientemente que quisieras morirte.


Di también: Tienes frío.
Di también: Estás solo, aunque otros te acompañen.
¿Qué sería de ti si al cabo no volvieras?
Tus amigos, tu niña, tu mujer, todos esos
que parecen quererte de verdad, ¿qué dirían?


Sonreíd. Sed alegres. Cantad la vida nueva.
Pero yo sin vivirla, ¡cuántas veces la canto!
¡Cuántas veces animo ciegamente a los tristes,
diciéndoles: Sed fuertes, porque vuestra es el alba!


Perdonadme que hoy sienta pena y la diga.
No me culpéis. Ha sido
la vuelta del otoño.


Rafael Alberti

De “Retornos de lo vivo lejano”

lunes, 1 de diciembre de 2014

Poesía Contemporánea


ARENGA A LAS ROSAS

Rosas, creced, pujad, multiplicaos
hasta invadir las cajas de caudales
hasta impedir las ametralladoras,
hasta sembrar la pólvora y el hierro
de luz primavera,
hasta ocupar el odio y las entrañas
de obuses; bombas, balas y morteros,

¡Creced, rosas, creced! ¡Pujad sin tregua!
Llenad los ojos de los tocineros,
floreced los cerebros belicosos,
corroed de esperanza a los podridos,
iluminad la mente de las bestias
que se alimentan de oro, y sangre, y lágrimas;
que son capaces de matar la vida
porque palpita y brilla nuestras manos.
Árboles, aguas, pájaros, frutales,
mieses, vides, obreros, plantas, madres,
óleos, música, máquinas, ideas,
vamos a proclamar la resistencia
de amor contra la guerra.

Están sembrando el aire de temores
para amargarnos la alegría,
para que nos matemos tú y yo, hermano,
ahora que ya maduran los dolores, y el
sentido va a revelarse al mundo.
Trabajad de espaldas al temor.
Abrid los ojos, rosas, hombres,
al bien y a la belleza.
¡Creced! ¡Cantad! La vida es nuestra;
la tierra es nuestra, y nuestro es el futuro.
Trabajos, pensamientos, esperanzas,
vuestros y nuestros, rosas, hombres.
Nosotros encendemos las estrellas
y traemos el día, y por nosotros
se hará la paz.
Estamos en peligro, rosas, hombres,
perfume, sol, materia, inteligencia,
ciencia, fe, muerte, piedra, gracia, Dios.

¡Ahoguemos a los bárbaros en luces!
¡Avanzad, rosas, hombres! ¡Ocupad el mundo!


Ramón de Garciasol