MUJER IRREDENTA
Hay
quienes piensan
que
he celebrado en exceso
los
misterios del cuerpo
la
piel y su aroma de fruta.
¡Calla,
mujer! – me ordenan –
no
nos aburras más con tu lujuria
vete
a la habitación
desnúdate
haz
lo que quieras
pero
calla
no
lo pregones a los cuatro vientos.
Una
mujer es frágil, leve, maternal;
en
sus ojos los velos del pudor
la
erigen en eterna vestal de todas las virtudes.
Una
mujer que goza es un mar agitado
donde
sólo es posible el naufragio.
Cállate.
No hables más de vientres y humedades.
Era
quizás aceptable que lo hicieras en la juventud.
Después
de todo, en esa época, siempre hay lugar para el
desenfreno.
Pero
ahora, cállate.
Ya
pronto tendrás nietos. Ya no te sientan las pasiones
no
bien pierde la carne su solidez
debes
doblar el alma
ir
a la iglesia
tejer
escarpines
y
apagar la mirada con el forzado decoro de la menopausia.
Me
instalo hoy a escribir
para
los Sumos Sacerdotes de la decencia
para
los que, agotados los sucesivos argumentos,
nos
recetan a las mujeres la vejez prematura
la
solitaria tristeza
el
espanto precoz a las arrugas.
¡Ah!
Señores; no saben ustedes
cuántas
delicias esconden los cuerpos otoñales
cuánta
humedad, cuánto humus
cuánto
fulgor de oro oculta el follaje del bosque
donde
la tierra fértil
se
ha nutrido de tiempo.
Giodonda
Belli
Nicaragua
1948
De
“Apogeo”
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