martes, 31 de diciembre de 2013


EL PAN NUESTRO

Se bebe el desayuno… Húmeda tierra
de cementerio huelo a sangre amada.
Ciudad de invierno…¡La mordaz cruzada
de una carrera que arrastrar parece
una emoción de ayuno encadenada!

Se quisiera tocar todas las puertas,
y preguntar por no sé quién; y luego
ver a los pobres, y, llorando quedos,
dar pedacitos de pan fresco a todos.
¡Y saquear a los ricos sus viñedos
con las dos manos santas
que a un golpe de luz
volaron desclavadas de la Cruz!
¡Pestaña matinal, no os levantéis!
¡El pan nuestro de cada día dánoslo,
Señor…!

Todos mis huesos son ajenos;
¡yo talvez los robé!
Yo vine a darme lo que acaso estuvo
asignado para otro;
¡y pienso que, si no hubiera nacido,
otro pobre tomara este café!
Yo soy un mal ladrón…¡A donde iré!

Y en esta hora fría, en que la tierra
trasciende a polvo humano y es tan triste,
quisiera yo tocar todas las puertas,
y suplicar a no sé quién, perdón,
y hacerle pedacitos de pan fresco
aquí, ¡en el horno de mi corazón...!

César Vallejo
Poema leído por Gloria Gómez

viernes, 20 de diciembre de 2013


SONETO LXXIX


De noche, amada, amarra tu corazón al mío
Y que ellos en el sueño derroten las tinieblas
Como un doble tambor combatiendo en el bosque
Contra el espeso muro de las hojas mojadas.

Nocturna travesía, brasa negra del sueño
Interceptando el hilo de las uvas terrestres
Con la puntualidad de un tren descabellado
Que sombra y piedras frías sin cesar arrastrara.

Por eso, amor, amárrame el movimiento puro,
A la tenacidad que en tu pecho golpea
Con las alas de un cisne sumergido,

Para que a las preguntas estrelladas del cielo
Responda nuestro sueño con una sola llave,
Con una sola puerta cerrada por la sombra.


Pablo Neruda , 1959
Leído por Maribel Domínguez Duarte

miércoles, 18 de diciembre de 2013


ODA A LA CRÍTICA

Yo escribí cinco versos:
uno verde,
otro era un pan redondo,
el tercero una casa levantándose,
el cuarto era un anillo,
el quinto vero era
corto como un relámpago
y al escribirlo
me dejó en la razón su quemadura.

Y bien, los hombres,
las mujeres,
vinieron y tomaron
la sencilla materia,
brizna, viento, fulgor, barro, madera
y con tan poca cosa
construyeron paredes, pisos, sueños.
en una línea de mi poesía
secaron ropa al viento.
Comieron
Mis palabras,
las guardaron
junto a la cabecera
vivieron con un verso,
con la luz que salió de mi costado.
entonces
llegó un crítico mudo
y otro lleno de lenguas,
y otros, otros llegaron
ciegos o llenos de ojos,
elegantes algunos
como claveles con zapatos rojos,
otros estrictamente
vestidos de cadáveres,
algunos partidarios
del rey y su elevada monarquía,
otros se habían
enredado en la frente
de Marx y pataleaban en su barba,
otros eran ingleses,
 y entre todos
se lanzaron
con dientes y cuchillos,
con diccionarios y otras armas negras
con citas respetables,
se lanzaron
a disputar mi pobre poesía
a las sencillas gentes
que la amaban
y la hicieron embudos,
la enrollaron,
la sujetaron con cien alfileres,
la cubrieron con polvo de esqueleto,
la llenaron de tinta,
la escupieron con suave
benignidad de gatos,
la destinaron a envolver relojes,
la protegieron y la condenaron,
le arrimaron petróleo,
le dedicaron húmedos tratados,
la cocieron con leche,
le agregaron pequeñas piedrecitas,
fueron borrándose vocales,
fueron matándole
sílabas y suspiros,
la arrugaron e hicieron
un pequeño paquete
que destinaron cuidadosamente
a sus desvanes, a sus cementerios,
luego
se retiraron uno a uno
enfurecidos hasta la locura
porque no fue bastante popular para ellos
o impregnados de dulce menosprecio
por mi ordinaria falta de tinieblas
se retiraron
todos
y entonces,
otra vez, junto a mi poesía
volvieron a vivir
mujeres y hombres
de nuevo hicieron fuego,
construyeron casas,
comieron pan,
se repartieron la luz
y en el amor unieron
relámpago y anillo.
y ahora,
perdonadme, señores,
que interrumpa este cuento
que les estoy contando
y me vaya a vivir
para siempre
con la gente sencilla.

Pablo Neruda
Leído por Esther Núñez





sábado, 14 de diciembre de 2013



A UN RIO LE LLAMABAN CARLOS

(Charles River, Cambridge, Massachusetts)


Yo me senté en la orilla:
quería preguntarte, preguntarme tu secreto;
convencerme de que los ríos resbalan hacia un anhelo y vi
                        ven;

y que cada uno nace y muere distinto (lo mismo que a ti te
                        llaman Carlos).

Quería preguntarte, mi alma quería preguntarte
por qué anhelas, hacia qué resbalas, para qué vives.
dímelo, río,
y dime, di, por qué te llaman Carlos.
Ah, loco, yo, loco, quería saber qué eras, quién eras
(género, especie)
Y qué eran, que significaban “fluir”, “fluido”, “fluente”;
qué instante era tu instante;
cuál de tus mil reflejos, tu reflejo absoluto;
yo quería indagar el último recinto de tu vida:
tu unicidad, esa alma de agua única,
por la que te conocen por Carlos.

Carlos es una tristeza, muy mansa y gris, que fluye
entre edificios nobles, a Minerva sagrados,
y entre hangares que anuncios y consignas coronan.
y el río fluye y fluye, indiferente.
a veces, suburbana, verde, una sonrisilla
de hierba se distiende, pegada a la ribera.
Yo me he sentado allí, sobre la hierba quemada del in
vierno, para pensar que por qué los ríos
siempre anhelan futuro, como tú lento y gris.
Y para preguntarte por qué te llaman Carlos.

Y tú fluías, fluías, sin cesar, indiferente,
y no escuchabas a tu amante extático,
que te miraba preguntándote,
como miramos a nuestra primera enamorada para sabe si
le fluye un alma por los ojos,
y si en su sima el mundo será todo luz blanca,
o si acaso su sonreír es sólo eso: una boca amarga que  besa.
Así te preguntaba: como le preguntamos a Dios en el som-
                        bra de los quince años,
entre fiebres oscuras y los días –qué verano—tan lentos.
Yo quería que me revelaras el secreto de la vida
y de tu vida, y por qué te llamaban Carlos.

Yo no sé por qué me he puesto tan triste, contemplando
el fluir de este río.
Un río es agua, lágrimas: más no sé quién las llora.
El río Carlos es una tristeza gris, más no sé quién la llora.
Pero sé que la tristeza es gris y fluye.
Porque sólo fluye en el mundo la tristeza.
Tolo lo que fluye es lágrimas.
Todo lo que fluye es tristeza, y no sabemos de dónde viene
                        la tristeza.
Como yo no sé quién te llora, río Carlos,
Como yo no sé por qué eres una tristeza
Ni por qué te llaman Carlos

Era bien de mañana cuando yo me he sentado a contemplar
                        el misterio fluyente de este río,
y he pasado muchas horas preguntándome, preguntándome.
Preguntando a este río, gris lo mismo que un dios;
Preguntándome, como se le pregunta a un dios triste:
¿qué buscan los ríos?, ¿?qué es un río?
Dime, dime qué eres, qué buscas,
río, y por qué te llaman Carlos.

Y ahora me fluye dentro una tristeza,
un río de tristeza gris,
con lentos puentes grises, como estructuras funerales grises.
Tengo frío en el alma y en los pies.
Y el sol se pone.
Ha debido pasar mucho tiempo.
Ha debido pasar el tiempo lento, lento, minutos, siglos, eras.
Ha debido pasar toda la pena  del mundo, como un tiempo
Lentísimo.
Ha debido pasar todas las lágrimas del mundo, como un
                        Río indiferente
Ha debido pasar mucho tiempo, amigos míos, mucho tiempo
desde que yo me senté aquí en la orilla, a orillas
de esta tristeza, de este
río al que todos llamaban Dámaso, digo, Carlos.

Dámaso Alonso
(Hombre y Dios, 1955)
Poema leído por Gloria Gómez

viernes, 13 de diciembre de 2013



SONETO XII


Plena mujer, manzana carnal, luna caliente,
espeso aroma de algas, lodo y  luz machacados,
qué oscura claridad se abre entre tus columnas?
Qué antigua noche el hombre toca con sus sentidos?

Ay, amar es un viaje con agua y con estrellas,
con aire ahogado y bruscas tempestades de harina:
amar es un combate de relámpagos
y dos cuerpos por una sola miel derrotados.

Beso a beso recorro tu pequeño infinito,
tus márgenes, tus ríos, tus pueblos diminutos,
y el fuego genital transformado en delicia

Corre por los delgados caminos de la sangre
hasta precipitarse como un clavel nocturno,
hasta ser y no ser sino un rayo en la sombra.


Pablo Neruda, 1959
Leído por Maribel Domínguez Duarte


martes, 10 de diciembre de 2013


¡Cuánto sabe la flor! Sabe ser blanca...
¡Cuánto sabe la flor! Sabe ser blanca
cuando es jazmín, morada cuando es lirio.
Sabe abrir el capullo
sin reservar dulzuras para ella,
a la mirada o a la abeja.
Permite sonriendo
que con su alma se haga miel.

¡Cuánto sabe la flor! Sabe dejarse
coger por ti, para que tú la lleves,
ascendida, en tu pecho alguna noche.
Sabe fingir, cuando al siguiente día
la separas de ti, que no es la pena
por tu abandono lo que la marchita.

¡Cuánto sabe la flor! Sabe el silencio;
y teniendo unos labios tan hermosos
sabe callar el "¡ay!" y el "no", e ignora
la negativa y el sollozo.

¡Cuánto sabe la flor! Sabe entregarse,
dar, dar todo lo suyo al que la quiere,
sin pedir más que eso: que la quiera.
Sabe, sencillamente sabe, amor.



Pedro Salinas
Leído por Esther Núñez


sábado, 7 de diciembre de 2013


CANCIÓN DEL COMERCIANTE

Río abajo hay arroz,
río arriba la gente necesita el arroz.
Si los guardamos en los silos,
más caro les saldrá luego el arroz.
Los que arrastran las barcas, recibirán aún menos.
Y tanto más barato será para mí.
Pero ¿qué es el arroz realmente?

          ¡Yo qué sé lo que es el arroz!
          ¡Yo que sé quién lo sabrá!
           Yo no sé lo que es el arroz.
          No sé más que su precio.

Se acerca el invierno, la gente necesita ropa.
Es preciso, pues, comprar algodón
y no darle salida.
Cuando el frío llegue, encarecerán los vestidos.
Las hilanderas pagan jornales excesivos.
En fin, que hay demasiado algodón.
Pero ¿qué es realmente el algodón?

        ¡Yo que sé lo que es el algodón!
        ¡Yo qué sé  quién lo sabrá!
        Yo no sé lo que es el algodón
        No sé mas que su precio.

El hombre necesita abundante comida
y ello hace que el hombre salga  más caro.
Para hacer alimentos se necesitan hombres.
Los cocineros abaratan la comida,
pero la ponen cara los mismos que la comen.
En fin, son demasiado escasos los hombres.
Pero ¿qué es realmente un hombre?

       ¡Yo qué sé lo que es un hombre!
       ¡Yo qué sé quién lo sabrá!
       Yo no sé los que es un hombre.
       No sé más que su precio.

Bertolt Brecht
Leído por Gloria Gómez

viernes, 6 de diciembre de 2013


Estoy Cansado

Estoy cansado de vivir en mi tierra.
Fatigado por la vasta llanura de trigo
sarraceno, abandonaré mi cabaña,
me marcharé, y seré vagabundo y ladrón.

Con los rizos blancos del día
buscaré un paradero miserable.
Y, pensando en mí, mi amigo querido
afilará la navaja de su bota.

El camino amarillo del prado
se envolverá con sol y primavera,
y aquélla cuyo nombre guardo
me expulsará del umbral.

Y de nuevo volveré a la casa del padre,
me consolaré con ajena alegría
y una tarde verde, bajo la ventana,
me colgaré de mi propia manga.

Al pie del cercado los sauces canosos
amorosamente inclinarán sus copas,
y me enterrarán sin lavar
bajo el ladrido de los perros.

Navegará la luna, navegará,
y dejará caer sus remos en los lagos.
Y Rusia vivirá como antes
bailando y llorando al pie del cercado.

Serguei  Esenin
Poema leído por Maribel Domínguez Duarte

martes, 3 de diciembre de 2013


INVENTARIO GALANTE

XLIII

Era una mañana y abril sonreía.
Frente al horizonte dorado moría
la luna, muy blanca y opaca; tras ella,
cual tenue ligera quimera, corría
la nube que apenas enturbia una estrella.

…………………………………………………

Como sonreía la rosa mañana
al sol del Oriente abrí mi ventana;
y en mi triste alcoba penetró el Oriente
en canto de alondras, en risa de fuente
y en suave perfume de flora temprana.
  Fue una clara tarde de melancolía.
Abril sonreía. Yo abrí las ventanas
de mi casa al viento… el viento traía
perfume de rosas, doblar de campanas…
  Doblar de campanas lejanas, llorosas,
suave de rosas aromado aliento…
…¿Dónde están los huertos floridos de rosas?
¿Qué dicen las dulces campanas al viento?
………………………………………………………..
   Pregunté a la tarde de abril que moría:
¿Al fin la alegría se acerca a mi casa?
La tarde de abril sonrió: La alegría
pasó por tu puerta --y luego, sombría:
Pasó por tu puerta. dos veces no pasa.

Antonio Machado
Leído por Esther Núñez

lunes, 2 de diciembre de 2013


DE TODOS LOS OBJETOS

De todos los objetos, los que más amo
son los usados.
Las vasijas de cobre con abolladura y bordes aplastados,
los cuchillos y tenedores cuyos mangos de madera
han sido cogidos por muchas manos. Estas  son las formas
que me parecen más nobles. Esas losas en torno a viejas casas,
desgastadas de haber sido pisadas tantas veces,
esas losas entre las que crece la hierba, me parecen
objetos felices.

Impregnados del uso de muchos,
a menudo transformados, han ido perfeccionando
                              [sus formas y se han hecho preciosos
porque han sido apreciados muchas veces.

Me gustan incluso los fragmentos  de esculturas
con los brazos cortados. Vivieron
también para mí. Cayeron porque fueron trasladadas;
Si las derribaron, fue porque no estaban muy altas.
Las construcciones casi en ruinas
parecen todavía proyectos sin acabar,
grandiosos; sus bellas medidas
pueden ya imaginarse, pero aún necesitan
de nuestra comprensión. Y, además,
ya sirvieron, ya fueron superadas incluso. Todas estas cosas
me hacen feliz.

Bertolt Brecht
Leído por Gloria Gómez


domingo, 1 de diciembre de 2013



ESTO ES AMOR

"Esto es amor, quien lo probó, lo sabe"
(Lope de Vega)



La mente se resiste a olvidar las cosas hermosas,
se aferra a ellas y olvida todo lo doloroso,
mágicamente anonadada por la belleza.

No recuerdo discursos contra mis débiles brazos,
guardando la exacta dimensión de tu cintura;
recuerdo la suave, exacta, lúcida transparencia de tus manos,
tus palabras en un papel que encuentro por allí,
la sensación de dulzura en las mañanas.
Lo prosaico se vuelve bello
cuando el amor lo toca con sus alas de Fénix,
ceniza de mi cigarro que es el humo
después de hacer el amor,
o el humo compartido,
quitado suavemente de la boca sin decir nada,
íntimamente conociendo que lo del uno es del otro
cuando dos se pertenecen.

No te entiendo y quisiera odiarte
y quisiera no sentir como ahora
el calor de las lágrimas en mis ojos
por tanto rato ganado al vacío,
al hastío de los días intrascendentes,
vueltos inmortales en el eco de tu risa
y te amo monstruo apocalíptico de la Biblia de mis días
y te lloro con ganas de odiar
todo lo que alguna vez me hizo sentir
flor rara en un paraíso recobrado
donde toda felicidad era posible
y me dueles en el cuerpo sensible y seco de caricias,
abandonado ya meses al sonido de besos
y palabras susurradas o risas a la hora del baño.

Te añoro con furia de cacto en el desierto
y sé que no vendrás
que nunca vendrás
y que si venís seré débil como no debería
y me resisto a crecerme en roca,
en Tarpeya,
en espartana mujer arrojando su amor lisiado para que no viva
y te escondo y te cuido en la oscuridad
y entre las letras negras de mis escritos
volcados como río de lava entre débiles rayas azules de cuaderno
que me recuerdan que la línea es recta
pero que el mundo es curvo
como la pendiente de mis caderas.

Te amo y te lo grito estés donde estés,
sordo como estás
a la única palabra que puede sacarte del infierno
que estás labrando como ciego destructor
de tu íntima y reprimida ternura que yo conozco
y de cuyo conocimiento
ya nunca podrás escapar.

Y sé que mi sed sólo se sacia con tu agua
y que nadie podrá darme de beber
ni amor, ni sexo, ni rama florida
sin que yo le odie por querer parecérsete
y no quiero saber nada de otras voces
aunque me duela querer ternura
y conversación larga y entendida entre dos
porque sólo vos tenés el cifrado secreto
de la clave de mis palabras
y sólo vos pareces tener
el sol, la luna, el universo de mis alegrías
y por eso quisiera odiarte como no lo logro,
como sé que no lo haré
porque me hechizaste con tu mochila de hierbas
y nostalgias y chispa encendida
y largos silencios
y me tenés presa de tus manos mercuriales
y yo me desato en Venus con tormentas de hojarasca
y ramas largas y mojadas como el agua de las cañadas
y el ozono de la tierra que siente venir la lluvia
y sabe que ya no hay nubes,
ni evaporización,
ni ríos,
que el mundo se secó
y que no volverá jamás a llover,
ni habrá ya nieve o frío o paraíso
donde pájaro alguno pueda romper
el silencio del llanto.

Gioconda Belli
Leído por Maribel Domínguez Duarte