lunes, 24 de agosto de 2020
sábado, 22 de agosto de 2020
FORMA
FORMA
Menudo imprime el pie
la huella de los dedos
sobre la arena fina,
que besa largo el viento.
Levántala, la lleva
a dar contra mi pecho,
y, aún calientes, cinco
yemas de carne siento.
El gesto blando que
mi mano opone al viento
es molde que yo al breve,
huidizo pie le ofrezco.
Mas ya el pasaje, esquivo,
se alza y quiebra el
céfiro,
y el pie con lluvia fina
de arena, cae disperso.
Vicente Aleixandre
Cuadro: Joaquín Sorolla
viernes, 21 de agosto de 2020
HIJA DE LA MAR
HIJA DE LA MAR
Muchacha, corazón o
sonrisa,
caliente nudo de presencia
en el día,
irresponsable belleza que
a sí misma se ignora,
ojos de azul radiante que
estremece.
Tu inocencia como un mar
en que vives
–qué pena a ti alcanzarte,
tu sola isla aún intacta,
qué pecho el tuyo, playa o
arena amada
que escurre entre los
dedos aún sin forma.
Generosa presencia la de
una niña que amar,
derribado o tendido cuerpo
o playa a una brisa,
a unos ojos templados que
te miran,
creando un desnudo dócil a
su tacto.
No mientas nunca, conserva
siempre
tu inerte y armoniosa
fiebre que no resiste,
playa o cuerpo dorado,
muchacha que en la orilla
es siempre alguna concha
que unas ondas dejaron.
Vive, vive como el mismo
rumor de que has nacido:
escucha el son de tu madre
imperiosa:
sé tú espuma que queda
después de aquel amor,
después de que, agua o
madre, la orilla se retira.
Vicente Aleixandre
Cuadro: Joaquín Sorolla
jueves, 20 de agosto de 2020
ACABA
ACABA
En volandas,
como si no existiera el
avispero,
aquí me tienes con los
ojos desnudos,
ignorando las piedras que
lastiman,
ignorando la misma
suavidad de la muerte.
¿Te acuerdas? He vivido
dos siglos, dos minutos,
sobre un pecho latiente,
he visto golondrinas de plomo triste anidadas en
ojos
y una mejilla rota por una
letra.
La soledad de lo inmenso
mientras media la capacidad de una gota.
Hecho pura memoria,
hecho aliento de pájaro,
he volado sobre los
amaneceres espinosos,
sobre lo que no puede
tocarse con las manos.
Un gris, un polvo gris
parado impediría siempre el beso sobre la tierra,
sobre la única desnudez
que yo amo,
y de mi tos caída como una
pieza
no se esperaría un latido,
sino un adiós yacente.
Lo yacente no sabe.
Se pueden tener brazos
abandonados.
Se pueden tener unos oídos
pálidos
que no se apliquen a la
corteza ya muda.
Se puede aplicar la boca a
lo irremediable.
Se puede sollozar sobre el
mundo ignorante.
Como una nube silenciosa
yo me elevaré de mí mismo.
Escúchame. Soy la avispa
imprevista.
Soy esa elevación a lo
alto
que como un ojo herido
se va a clavar en el azul
indefenso.
Soy esa previsión triste
de no ignorar todas las venas,
de saber cuándo, cuándo la
sangre pasa por el corazón
y cuándo la sonrisa se
entreabre estriada.
Todos los aires azules…
No.
Todos los aguijones dulces
que salen de las manos,
todo ese afán de cerrar
párpados, de echar oscuridad o sueño,
de soplar un olvido sobre
las frentes cargadas,
de convertirlo todo en un
lienzo sin sonido,
me transforma en la pura
brisa de la hora,
en ese rostro azul que no
piensa,
en la sonrisa de la
piedra,
en el agua que junta los
brazos mudamente.
En ese instante último en
que todo lo uniforme pronuncia la palabra:
ACABA.
Vicente Aleixandre
miércoles, 19 de agosto de 2020
LA REALIDAD
LA REALIDAD
Sí, detenida;
nunca como desamor,
nunca huida, jamás como
sueño, nunca sólo como el deseo.
En esta hora
del mediodía, blanca,
preciosa, pura, limpísima:
en esta transparente hora
del día completo.
Lo mismo que podría ser
por la noche.
Porque siempre existes.
He soñado mucho. Toda mi
vida soñando. Toda mi vida tentando bultos, confesando bultos.
Toda mi vida ciego
dibujando personas.
Recuerdo aquel amor: ¿era
amor?
Recuerdo aquel corazón.
¿Tenía la forma del corazón?
Recuerdo aquella música
que yo pretendía escuchar en mi pecho.
Me quedaba dormido sobre
un pecho cerrado. Y soñaba el hermoso color del amor en el corazón latidero.
Tenté bultos, indagué
cuidados:
escuché el sonido del
viento,
nocturnamente azotando,
fingiendo, tomando de pronto la forma de un cuerpo, adelantando una mano; y oía
su voz. Y mi nombre. Y se oía…
Pero no oía nada.
Así, por la vida;
por todos los libros; por
las arenas; entre la mar; en las cuevas; debajo del tiempo…
Siempre soñando, o
callando.
Destrozado de ropas. O
vestido de nuevo.
O agolpado de pronto sobre
una roca, desnudo, insumiso.
Pero engañándome.
Y hoy,
aquí, en este cuarto con
sol
con delicado sol casi
doméstico;
hoy, detenido,
aquí, con la ventana
abierta, esperando.
Pero no esperando lo que
nunca llega.
Porque tú si que llegas. Porque un instante te
has ido y vuelves.
Vuelves, y te veo llegar
sobre un fondo de pared blanca.
En un jardín. Y te veo
llegar entre acacias muy verdes,
con olor vivo, y sonidos…
Nunca como desamor,
nunca como el afán
jamás sólo como el deseo.
Sino con tu dibujo preciso
que yo no tengo
que trazar
con mi sueño…
Vicente Aleixandre
Cuadro: Vladimir Pervuninsky
viernes, 14 de agosto de 2020
TRILCE XXVIII
TRILCE
XXVIII
He almorzado solo ahora, y
no he tenido
madre, ni súplica, ni
sírvete, ni agua,
ni padre que, en el
facundo ofertorio
de los choclos, pregunte
para su tardanza
de imagen, por los broches
mayores del sonido.
Cómo iba yo a almorzar.
Cómo me iba a servir
de tales platos distantes
esas cosas,
cuando habráse quebrado el
propio hogar,
cuando no asoma ni madre a
los labios.
Cómo iba yo a almorzar
nonada.
A la mesa de un buen amigo
he almorzado
con su padre recién
llegado del mundo,
con sus canas tías que
hablan
en tordillo retinte de
porcelana,
bisbiseando por todos sus
viudos alvéolos;
y con cubiertos francos de
alegres tiroriros,
porque estánse en su casa.
Así, qué gracia!
Y me han dolido los
cuchillos
de esta mesa en todo el
paladar.
El yantar de estas mesas
así, en que se prueba
amor ajeno en vez del
propio amor,
torna tierra el bocado que
no brinda la
MADRE,
hace golpe la dura
deglución; el dulce,
hiel; aceite funéreo, el
café.
Cuando ya se ha quebrado
el propio hogar,
y el sírvete materno no
sale de la
tumba,
la cocina a oscuras, la
miseria de amor.
César Vallejo
Cuadro: Ramón Casas
sábado, 8 de agosto de 2020
HOY ME GUSTA LA VIDA MUCHO MENOS
HOY ME GUSTA LA VIDA
MUCHO MENOS
Hoy me gusta la vida mucho
menos,
pero siempre me gusta
vivir: ya lo decía.
Casi toqué la parte de mi
todo y me contuve
con un tiro en la lengua
detrás de mi palabra.
Hoy me palpo el mentón en
retirada
y en estos momentáneos
pantalones yo me digo:
¡Tanta vida y jamás!
¡Tantos años y siempre mis
semanas!...
Mis padres enterrados con
su piedra
y su triste estirón que no
ha acabado;
de cuerpo entero hermanos,
mis hermanos,
y, en fin, mi ser parado
en chaleco.
Me gusta la vida
enormemente
pero, desde luego,
con mi muerte querida y mi
café
y viendo los castaños
frondosos de París
y diciendo:
Es un ojo éste, aquél; una
frente ésta, aquélla… Y
repitiendo:
¡Tanta vida y jamás me
falla la tonada!
¡Tantos años y siempre,
siempre siempre!
Dije chaleco, dije
todo, parte, ansia, dije
casi, por no llorar.
Que es verdad que sufrí en
aquel hospital que queda
al lado
y está bien y está mal
haber mirado
de abajo para arriba
mi organismo.
Me gustaría vivir siempre,
así fuese de barriga,
porque, como iba diciendo
y lo repito,
¡tanta vida y jamás! ¡Y tantos
años,
y siempre, mucho siempre,
siempre siempre!
César Vallejo
Cuadro: "El árbol de la vida" Gustav Klimt
viernes, 7 de agosto de 2020
LOS MINEROS SALIERON DE LA MINA...
LOS MINEROS SALIERON DE LA MINA…
Los mineros salieron de la
mina
remontando sus ruinas
venideras,
fajaron su salud con
estampidos
y, elaborando su función
mental,
cerraron con sus voces
el socavón, en forma de
síntoma profundo.
¡Era de ver sus polvos
corrosivos!
¡Era de oír sus óxidos de
altura!
Cuñas de boca, yunques de
boca, aparatos de boca (¡Es
formidable!)
El orden de sus túmulos,
sus inundaciones
plásticas, sus respuestas corales,
agolpáronse al pie de ígneos
percances
y airente amarillura
conocieron los trístidos y tristes,
imbuidos
del metal que se acaba,
del metaloide pálido y pequeño.
Craneados de labor,
y calzados de cuero de vizcacha
calzados de senderos
infinitos,
y los ojos de físico
llorar,
creadores de la
profundidad,
saben, a cielo intermitente
de escalera,
bajar mirando para arriba,
saben subir mirando para
abajo.
¡Loor al antiguo juego de
su naturaleza,
a sus insomnes órganos, a
su saliva rústica!
¡Temple, filo y punta, a
sus pestañas!
¡Crezcan la yerba, el
liquen y la rana en sus adverbios!
¡Felpa de hierro a sus
nupciales sábanas!
¡Mujeres hasta abajo, sus
mujeres!
¡Mucha felicidad para los
suyos!
¡Son algo portentoso, los
mineros
remontando sus ruinas
venideras,
elaborando su función
mental
y abriendo con sus voces
el socavón, en forma de
síntoma profundo!
¡Loor a su naturaleza
amarillenta,
a su linterna mágica,
a sus cubos y rombos, a
sus percances plásticos,
a sus ojazos de seis
nervios ópticos
y a sus hijos que juegan
en la iglesia
y a sus tácitos padres
infantiles!
¡Salud, oh creadores de la
profundidad!... (Es
formidable)
César Vallejo
Cuadro: Vincent Van Gohg
miércoles, 5 de agosto de 2020
DESHORA
DESHORA
Pureza amada, que mis ojos
nunca
llegaron a gozar. ¡Pureza
absurda!
Yo sé que estabas en la
carne un día,
cuando yo hilaba aún mi
embrión de vida.
Pureza en falda neutra de
colegio;
y leche azul dentro del
trigo tierno
a la tarde de lluvia,
cuando el alma
ha roto su puñal en
retirada,
cuando ha cuajado en no sé
qué probeta
sin contenido una
insolente piedra,
cuando hay gente contenta;
y cuando lloran
párpados ciegos en
purpúreas bordas.
Oh, pureza que nunca ni un
recado
me dejaste, al partir del
triste barro,
ni una migaja de tu voz;
ni un nervio
de tu convite heroico de
luceros.
Alejaos de mí, buenas maldades,
dulces bocas picantes….
Yo la recuerdo al veros
¡oh, mujeres!
Pues la vida en la perenne
tarde,
nació un poco ¡pero mucho
muere!
César Vallejo
Cuadro: Paul Gauguin