sábado, 22 de agosto de 2020

FORMA

 

FORMA

 

 

Menudo imprime el pie

la huella de los dedos

sobre la arena fina,

que besa largo el viento.

 

Levántala, la lleva

a dar contra mi pecho,

y, aún calientes, cinco

yemas de carne siento.

 

El gesto blando que

mi mano opone al viento

es molde que yo al breve,

huidizo pie le ofrezco.

 

Mas ya el pasaje, esquivo,

se alza y quiebra el céfiro,

y el pie con lluvia fina

de arena, cae disperso.

 

Vicente Aleixandre

Cuadro: Joaquín Sorolla

 

viernes, 21 de agosto de 2020

HIJA DE LA MAR

 

HIJA DE LA MAR

 

 

Muchacha, corazón o sonrisa,

caliente nudo de presencia en el día,

irresponsable belleza que a sí misma se ignora,

ojos de azul radiante que estremece.

 

Tu inocencia como un mar en que vives

–qué pena a ti alcanzarte, tu sola isla aún intacta,

qué pecho el tuyo, playa o arena amada

que escurre entre los dedos aún sin forma.

 

Generosa presencia la de una niña que amar,

derribado o tendido cuerpo o playa a una brisa,

a unos ojos templados que te miran,

creando un desnudo dócil a su tacto.

 

No mientas nunca, conserva siempre

tu inerte y armoniosa fiebre que no resiste,

playa o cuerpo dorado, muchacha que en la orilla

es siempre alguna concha que unas ondas dejaron.

 

Vive, vive como el mismo rumor de que has nacido:

escucha el son de tu madre imperiosa:

sé tú espuma que queda después de aquel amor,

después de que, agua o madre, la orilla se retira.

 

Vicente Aleixandre

Cuadro: Joaquín Sorolla

jueves, 20 de agosto de 2020

ACABA


ACABA

 

 

En volandas,

como si no existiera el avispero,

aquí me tienes con los ojos desnudos,

ignorando las piedras que lastiman,

ignorando la misma suavidad de la muerte.

 

¿Te acuerdas? He vivido dos siglos, dos minutos,

sobre un pecho latiente,

he  visto golondrinas de plomo triste anidadas en ojos

y una mejilla rota por una letra.

La soledad de lo inmenso mientras media la capacidad de una gota.

 

Hecho pura memoria,

hecho aliento de pájaro,

he volado sobre los amaneceres espinosos,

sobre lo que no puede tocarse con las manos.

 

Un gris, un polvo gris parado impediría siempre el beso sobre la tierra,

sobre la única desnudez que yo amo,

y de mi tos caída como una pieza

no se esperaría un latido, sino un adiós yacente.

 

Lo yacente no sabe.

Se pueden tener brazos abandonados.

Se pueden tener unos oídos pálidos

que no se apliquen a la corteza ya muda.

Se puede aplicar la boca a lo irremediable.

Se puede sollozar sobre el mundo ignorante.

 

Como una nube silenciosa yo me elevaré de mí mismo.

Escúchame. Soy la avispa imprevista.

Soy esa elevación a lo alto

que como un ojo herido

se va a clavar en el azul indefenso.

Soy esa previsión triste de no ignorar todas las venas,

de saber cuándo, cuándo la sangre pasa por el corazón

y cuándo la sonrisa se entreabre estriada.

 

Todos los aires azules…

No.

Todos los aguijones dulces que salen de las manos,

todo ese afán de cerrar párpados, de echar oscuridad o sueño,

de soplar un olvido sobre las frentes cargadas,

de convertirlo todo en un lienzo sin sonido,

 

me transforma en la pura brisa de la hora,

en ese rostro azul que no piensa,

en la sonrisa de la piedra,

en el agua que junta los brazos mudamente.

En ese instante último en que todo lo uniforme pronuncia la palabra:

ACABA.

 

Vicente Aleixandre

Cuadro: Edward Hopper

miércoles, 19 de agosto de 2020

LA REALIDAD

 

LA REALIDAD

 

 

Sí, detenida;

nunca como desamor,

nunca huida, jamás como sueño, nunca sólo como el deseo.

En esta hora

del mediodía, blanca, preciosa, pura, limpísima:

en esta transparente hora del día completo.

 

Lo mismo que podría ser por la noche.

Porque siempre existes.

He soñado mucho. Toda mi vida soñando. Toda mi vida tentando bultos, confesando bultos.

Toda mi vida ciego dibujando personas.

 

Recuerdo aquel amor: ¿era amor?

Recuerdo aquel corazón. ¿Tenía la forma del corazón?

Recuerdo aquella música que yo pretendía escuchar en mi pecho.

Me quedaba dormido sobre un pecho cerrado. Y soñaba el hermoso color del amor en el corazón latidero.

 

Tenté bultos, indagué cuidados:

escuché el sonido del viento,

nocturnamente azotando, fingiendo, tomando de pronto la forma de un cuerpo, adelantando una mano; y oía su voz. Y mi nombre. Y se oía…

 

Pero no oía nada.

Así, por la vida;

por todos los libros; por las arenas; entre la mar; en las cuevas; debajo del tiempo…

 

Siempre soñando, o callando.

Destrozado de ropas. O vestido de nuevo.

O agolpado de pronto sobre una roca, desnudo, insumiso.

 

Pero engañándome.

 

Y hoy,

aquí, en este cuarto con sol

con delicado sol casi doméstico;

hoy, detenido,

aquí, con la ventana abierta, esperando.

Pero no esperando lo que nunca llega.

 

Porque tú si             que llegas. Porque un instante te has ido y vuelves.

Vuelves, y te veo llegar sobre un fondo de pared blanca.

En un jardín. Y te veo llegar entre acacias muy verdes,

con olor vivo, y sonidos…

 

Nunca como desamor,

nunca como el afán

jamás sólo como el deseo.

Sino con tu dibujo preciso

que yo no tengo

que trazar

con mi sueño…

 

Vicente Aleixandre

Cuadro: Vladimir Pervuninsky

viernes, 14 de agosto de 2020

TRILCE XXVIII

 

 

TRILCE

XXVIII

 

He almorzado solo ahora, y no he tenido

madre, ni súplica, ni sírvete, ni agua,

ni padre que, en el facundo ofertorio

de los choclos, pregunte para su tardanza

de imagen, por los broches mayores del sonido.

 

Cómo iba yo a almorzar. Cómo me iba a servir

de tales platos distantes esas cosas,

cuando habráse quebrado el propio hogar,

cuando no asoma ni madre a los labios.

Cómo iba yo a almorzar nonada.

 

A la mesa de un buen amigo he almorzado

con su padre recién llegado del mundo,

con sus canas tías que hablan

en tordillo retinte de porcelana,

bisbiseando por todos sus viudos alvéolos;

y con cubiertos francos de alegres tiroriros,

porque estánse en su casa. Así, qué gracia!

Y me han dolido los cuchillos

de esta mesa en todo el paladar.

 

El yantar de estas mesas así, en que se prueba

amor ajeno en vez del propio amor,

torna tierra el bocado que no brinda la

                                  MADRE,

hace golpe la dura deglución; el dulce,

hiel; aceite funéreo, el café.

 

Cuando ya se ha quebrado el propio hogar,

y el sírvete materno no sale de la

tumba,

la cocina a oscuras, la miseria de amor.

 

César Vallejo

Cuadro: Ramón Casas

 

sábado, 8 de agosto de 2020

HOY ME GUSTA LA VIDA MUCHO MENOS


 

HOY ME GUSTA LA VIDA MUCHO MENOS

 

Hoy me gusta la vida mucho menos,

pero siempre me gusta vivir: ya lo decía.

Casi toqué la parte de mi todo y me contuve

con un tiro en la lengua detrás de mi palabra.

 

Hoy me palpo el mentón en retirada

y en estos momentáneos pantalones yo me digo:

¡Tanta vida y jamás!

¡Tantos años y siempre mis semanas!...

Mis padres enterrados con su piedra

y su triste estirón que no ha acabado;

de cuerpo entero hermanos, mis hermanos,

y, en fin, mi ser parado en chaleco.

 

Me gusta la vida enormemente

pero, desde luego,

con mi muerte querida y mi café

y viendo los castaños frondosos de París

y diciendo:

Es un ojo éste, aquél; una frente ésta, aquélla… Y

repitiendo:

¡Tanta vida y jamás me falla la tonada!

¡Tantos años y siempre, siempre siempre!

 

Dije chaleco, dije

todo, parte, ansia, dije casi, por no llorar.

Que es verdad que sufrí en aquel hospital que queda

al lado

y está bien y está mal haber mirado

de abajo para arriba mi  organismo.

 

Me gustaría vivir siempre, así fuese de barriga,

porque, como iba diciendo y lo repito,

¡tanta vida y jamás! ¡Y tantos años,

y siempre, mucho siempre, siempre siempre!

 

César Vallejo

Cuadro: "El árbol de la vida" Gustav Klimt

viernes, 7 de agosto de 2020

LOS MINEROS SALIERON DE LA MINA...


 

LOS MINEROS SALIERON DE LA MINA…

 

 

Los mineros salieron de la mina

remontando sus ruinas venideras,

fajaron su salud con estampidos

y, elaborando su función mental,

cerraron con sus voces

el socavón, en forma de síntoma profundo.

 

¡Era de ver sus polvos corrosivos!

¡Era de oír sus óxidos de altura!

Cuñas de boca, yunques de boca, aparatos de boca (¡Es

formidable!)

 

El orden de sus túmulos,

sus inundaciones plásticas, sus respuestas corales,

agolpáronse al pie de ígneos percances

y airente amarillura conocieron los trístidos y tristes,

imbuidos

del metal que se acaba, del metaloide pálido y pequeño.

 

Craneados de labor,

y calzados de cuero de vizcacha

calzados de senderos infinitos,

y los ojos de físico llorar,

creadores de la profundidad,

saben, a cielo intermitente de escalera,

bajar mirando para arriba,

saben subir mirando para abajo.

 

¡Loor al antiguo juego de su naturaleza,

a sus insomnes órganos, a su saliva rústica!

¡Temple, filo y punta, a sus pestañas!

¡Crezcan la yerba, el liquen y la rana en sus adverbios!

¡Felpa de hierro a sus nupciales sábanas!

¡Mujeres hasta abajo, sus mujeres!

¡Mucha felicidad para los suyos!

¡Son algo portentoso, los mineros

remontando sus ruinas venideras,

elaborando su función mental

y abriendo con sus voces

el socavón, en forma de síntoma profundo!

¡Loor a su naturaleza amarillenta,

a su linterna mágica,

a sus cubos y rombos, a sus percances plásticos,

a sus ojazos de seis nervios ópticos

y a sus hijos que juegan en la iglesia

y a sus tácitos padres infantiles!

¡Salud, oh creadores de la profundidad!... (Es

formidable)

 

César Vallejo

Cuadro: Vincent Van Gohg

miércoles, 5 de agosto de 2020

DESHORA

DESHORA

 

 

Pureza amada, que mis ojos nunca

llegaron a gozar. ¡Pureza absurda!

 

Yo sé que estabas en la carne un día,

cuando yo hilaba aún mi embrión de vida.

 

Pureza en falda neutra de colegio;

y leche azul dentro del trigo tierno

 

a la tarde de lluvia, cuando el alma

ha roto su puñal en retirada,

 

cuando ha cuajado en no sé qué probeta

sin contenido una insolente piedra,

 

cuando hay gente contenta; y cuando lloran

párpados ciegos en purpúreas bordas.

 

Oh, pureza que nunca ni un recado

me dejaste, al partir del triste barro,

 

ni una migaja de tu voz; ni un nervio

de tu convite heroico de luceros.

 

Alejaos de mí, buenas maldades,

dulces bocas picantes….

 

Yo la recuerdo al veros ¡oh, mujeres!

Pues la vida en la perenne tarde,

nació un poco ¡pero mucho muere!

 

César Vallejo

Cuadro: Paul Gauguin


lunes, 3 de agosto de 2020

EL POETA A SU AMADA



EL POETA A SU AMADA


Amada, en esta noche tú te has crucificado
sobre los dos maderos curvados de mi beso;
y tu pena me ha  dicho que Jesús ha llorado,
y que hay un viernes santo más dulce que ese beso.

En esta noche rara que tanto te has mirado,
la muerte ha estado alegre y ha cantado en su hueso.
En esta noche de Setiembre se ha oficiado
mi segunda caída y el más humano beso.

Amada, moriremos los dos juntos, muy juntos;
se irá secando a pausas nuestra excelsa amargura;
y habrán tocado a sombra nuestros labios difuntos.

Y ya no habrá reproches en tus ojos benditos;
ni volveré a ofenderte. Y en una sepultura
los dos nos dormiremos, como dos hermanitos.

César Vallejo
Cuadro: Marc Chagall