TRILCE
XXVIII
He almorzado solo ahora, y
no he tenido
madre, ni súplica, ni
sírvete, ni agua,
ni padre que, en el
facundo ofertorio
de los choclos, pregunte
para su tardanza
de imagen, por los broches
mayores del sonido.
Cómo iba yo a almorzar.
Cómo me iba a servir
de tales platos distantes
esas cosas,
cuando habráse quebrado el
propio hogar,
cuando no asoma ni madre a
los labios.
Cómo iba yo a almorzar
nonada.
A la mesa de un buen amigo
he almorzado
con su padre recién
llegado del mundo,
con sus canas tías que
hablan
en tordillo retinte de
porcelana,
bisbiseando por todos sus
viudos alvéolos;
y con cubiertos francos de
alegres tiroriros,
porque estánse en su casa.
Así, qué gracia!
Y me han dolido los
cuchillos
de esta mesa en todo el
paladar.
El yantar de estas mesas
así, en que se prueba
amor ajeno en vez del
propio amor,
torna tierra el bocado que
no brinda la
MADRE,
hace golpe la dura
deglución; el dulce,
hiel; aceite funéreo, el
café.
Cuando ya se ha quebrado
el propio hogar,
y el sírvete materno no
sale de la
tumba,
la cocina a oscuras, la
miseria de amor.
César Vallejo
Cuadro: Ramón Casas
No hay comentarios:
Publicar un comentario