lunes, 22 de agosto de 2022

EL RELOJ

 

EL RELOJ

 

 

¡Reloj!  Dios siniestro, espantoso, impasible,

cuyo dedo nos amenaza y nos dice: “¡Acuérdate!

Los vibrantes dolores en tu corazón lleno de espanto

se plantarán pronto como en un blanco;

el placer vaporoso huirá hacia el horizonte

igual que una sílfide al fondo de una ranura;

cada instante te devora un fragmento de delicia

a cada
hombre otorgada para toda su estación.

Tres mil seiscientas veces por hora, el segundo

murmura: ¡Acuérdate! –prodiga ¡Esto menor!

(Mi gaznate de metal habla todas las lenguas.)

¡Los minutos, mortal retozón, son gangas

que no se deben abandonar sin extraer el oro!

¡Acuérdate que el Tiempo es un jugador ávido

que gana sin trampear, en todo lance! ¡Es la ley!

El día disminuye; la noche aumenta; ¡Acuérdate!

El abismo tiene siempre sed; la clepsidra se vacía.

Tan pronto sonará la hora en que el divino Azar,

en la cual augusta Virtud, tu esposa todavía virgen,

en la cual el Arrepentimiento mismo (¡oh, el último refugio!)

en la cual todo te dirá: ¡Muere, viejo cobarde; es demasiado tarde!

 

 

Charles Baudelaire

Cuadro: "El tiempo vuela" de Frida Kahlo

  

jueves, 18 de agosto de 2022

PRIMER RECUERDO

 


PRIMER RECUERDO

 

 

ENGARZADO en la brisa, casi gema,

tu recuerdo primero, en este espacio

con su dulce violencia te pervive,

insiste, dura, intacto entre los días.

 

Fue un catorce de abril. Tus ojos eran

asombro y campo abierto. Sin saberlo

absorbiste los cánticos, la imagen

de trémulas banderas, la alegría

 

que llameaba en el aire; aquella manos,

palmas al gozo abiertas, y el aliento

libre y puro del mar… tanta belleza

 

en tu primer recuerdo rescatando

de la nada el ensueño, ¿te ha valido,

en el frío país del desaliento?

 

Angelina Gatell

domingo, 14 de agosto de 2022

EDAD DE UN NUEVO AÑO

 


EDAD DE UN NUEVO AÑO

 

Inesperadamente, llegase de improviso,

sin anuncio y sin ángel, como llega la muerte.

Como irrumpe en el alma el amor insumiso.

Como el tiempo hecho río, en la sombra se vierte.

 

Llegaste. Ahora me miro a familiar, ya extraño

en los verdes espejos de la clara memoria,

y a veces soy un hombre fugitivo y huraño

que huye por no escuchar su propia historia.

 

A veces a mí mismo, me escucho como a un eco,

y playas de ventura, de amor, cruzo sin huellas.

Tu bosque, juventud, solo es un árbol seco.

Me reconozco sólo si miro a las estrellas.

 

Por qué esta voz estreno ahora tan diferente

para nombrar las cosas que fueron alegría.

Por qué hasta mis pupilas llega heridoramente

esta luz –esta espada—clara sangre del día.

 

Llegaste. No hay lindero que marque tu camino

ni pájaros te anuncian, como a las estaciones.

Cuando llegas, el hombre se dice: es el destino.

Y muerde el agrio tallo de las desilusiones.

 

Una edad que ya deja tristemente lejana

la de infantiles aves, me habita y ensombrece.

Vivir es sentir como, mañana tras mañana,

en nosotros un ave de alegría enmudece.

 

Pero la vida sigue tras de la errante pena

y el hombre va sumido en su vasta espesura.

Su fuerza nos empuja, nos late en honda vena.

Tornemos doloroso esfuerzo la amargura.

 

Leopoldo de luis

Cuadro: "Etapas de la vida" de Caspar David Friedrich

 

domingo, 7 de agosto de 2022

AL HIJO

 


AL HIJO

 

 

No soy yo quien te engendra. Son los muertos.

Son mi padre, su padre y sus mayores;

son los que un largo dédalo de amores

trazaron desde adán y los desiertos

de Caín y de Abel, en una aurora

tan antigua que ya es mitología,

y llegan, sangre y médula, a este día

del porvenir, en que te engendro ahora.

Siento su multitud. Somos nosotros

y, entre nosotros, tú y los venideros

hijos que has de engendrar. Los postrimeros

y los del rojo adán. Soy esos otros,

también. La eternidad está en las cosas

del tiempo, que son formas presurosas.

 

Jorge Luis Borges

Cuadro: Joaquín Sorolla

 

jueves, 4 de agosto de 2022

A QUIEN YA NO ES JOVEN

 


A QUIEN YA NO ES JOVEN

 

“La espada morirá como el racimo.

El cristal no es más frágil que la roca.

Las cosas son su porvenir de polvo…”

 

Ya puedes ver el trágico escenario

y cada cosa en el lugar debido;

la espada y la ceniza para Dios

y la moneda para Belisario.

 

¿A qué sigues buscando en el brumoso

bronce de los hexámetros la guerra

si están aquí los siete pies de la tierra,

la brusca sangre y el abierto foso?

 

Aquí te acecha el insondable espejo

que soñara y olvidará el reflejo

de tus postrimerías y agonías.

 

Ya te cerca lo último. Es la casa

donde tu lenta y breve tarde pasa

y la calle que ves todos los días.

 

Jorge Luis Borges

 

 

 

lunes, 1 de agosto de 2022

HISTORIA CON POETAS

 


HISTORIA CON POETAS

 

En cruces de sangre,

los maragatos –raza maldita-,

como trashumantes marinos

llegaron en oleajes de odio extranjero

portando míticos pecados y fresco pescado

hasta las montañas leonesas

donde barro y piedra

se convirtió en lecho de cansadas espaldas

y crearon esfinges de sal

cuya insolente belleza

alertó a los pastores del lugar haciéndoles gritar:

¡¡Poetas en mis tierras!!

¡¡Malditos poetas!!

¡¡Al poeta, al poeta!!

El rebaño cegado por la sordera,

pintó un guion entre el realismo analfabético de la dictadura

y el sur del continente

balando las ovejas “Sur-realismo”, “Sur-realismo”.

Pasaron lunas rojas de azafrán

que despertaron al lobo en el focarón de su extinción,

haciéndole portar

árboles y pájaros en su cabeza llena de esdrújulas visiones.

Pintor de grises, el abuelo poeta,

el cojo, comunista y ateo abuelo sastre,

conversaba loco su destino con rocío por la mañana

y orujo por la mañana, tarde y noche.

Cojo de metralla enemiga,

el abuelo maragato

creó, vida a la encina en su cojera

y asiento a las raíces,

que en sus manos de artesano,

tecla de los vientos

sobre su piel, tejió enjambres de hilo

para que en su tierra hubiera fiesta.

Descansaba los deseos en orujo,

nieto de la noche,

el suelo de tapizados otoños

y surcaba labriego de silencios,

blasfemias contra no se sabe qué demonios impidió,

que aquellos gramos de penicilina no llegaron a tiempo;

entierro de otro hijo

y camino del cementerio se cagaba en dioses

y era por ello ateo

y comunista rojo de mierda porque

los domingos no lustraba el cepillo de aquel sotanero

que prometía un cielo eterno

y cojo de labranza,

arrastraba semillas de sudor para nueve bocas hambrientas

que llevaron su apellido

en el decir de lápidas celestes equívocos orgullos de la raza.

En invierno frío y en verano a envenenarse de calor

y mudar la piel en cada jirón de siega

y sujetar los párpados con blasfemias

y pana de pana en las rodillas

y años como siglos 

sujetando cosechas de libros ocultos a los sables.

Disfrazado maqui,

hoy tu nieto de la noche,

voz de la última boca,

quiere dedicarte esta historia:

Nueve bocas devoraban cada silencio de tus escondidos versos,

pero no rezabas;

dormías descansada cojera en tu gallata de negrillo,

y desviada boina de deseos entre tantos ciegos

eras tú, el único maldito maragato que sabía leer

y tejías trajes a las rapazas y rapaces de la noche,

con manos de artesano, tecla de los vientos,

sobre tu piel cosiste enjambres de hilo

para que las campanas danzaran y en tu tierra hubiera fiesta.

 

Carlos Fernández del Ganso

Del libro: “Contando piedras”

Cuadro: "Viento de banderas" de Carlos Fernández del Ganso