lunes, 1 de agosto de 2022

HISTORIA CON POETAS

 


HISTORIA CON POETAS

 

En cruces de sangre,

los maragatos –raza maldita-,

como trashumantes marinos

llegaron en oleajes de odio extranjero

portando míticos pecados y fresco pescado

hasta las montañas leonesas

donde barro y piedra

se convirtió en lecho de cansadas espaldas

y crearon esfinges de sal

cuya insolente belleza

alertó a los pastores del lugar haciéndoles gritar:

¡¡Poetas en mis tierras!!

¡¡Malditos poetas!!

¡¡Al poeta, al poeta!!

El rebaño cegado por la sordera,

pintó un guion entre el realismo analfabético de la dictadura

y el sur del continente

balando las ovejas “Sur-realismo”, “Sur-realismo”.

Pasaron lunas rojas de azafrán

que despertaron al lobo en el focarón de su extinción,

haciéndole portar

árboles y pájaros en su cabeza llena de esdrújulas visiones.

Pintor de grises, el abuelo poeta,

el cojo, comunista y ateo abuelo sastre,

conversaba loco su destino con rocío por la mañana

y orujo por la mañana, tarde y noche.

Cojo de metralla enemiga,

el abuelo maragato

creó, vida a la encina en su cojera

y asiento a las raíces,

que en sus manos de artesano,

tecla de los vientos

sobre su piel, tejió enjambres de hilo

para que en su tierra hubiera fiesta.

Descansaba los deseos en orujo,

nieto de la noche,

el suelo de tapizados otoños

y surcaba labriego de silencios,

blasfemias contra no se sabe qué demonios impidió,

que aquellos gramos de penicilina no llegaron a tiempo;

entierro de otro hijo

y camino del cementerio se cagaba en dioses

y era por ello ateo

y comunista rojo de mierda porque

los domingos no lustraba el cepillo de aquel sotanero

que prometía un cielo eterno

y cojo de labranza,

arrastraba semillas de sudor para nueve bocas hambrientas

que llevaron su apellido

en el decir de lápidas celestes equívocos orgullos de la raza.

En invierno frío y en verano a envenenarse de calor

y mudar la piel en cada jirón de siega

y sujetar los párpados con blasfemias

y pana de pana en las rodillas

y años como siglos 

sujetando cosechas de libros ocultos a los sables.

Disfrazado maqui,

hoy tu nieto de la noche,

voz de la última boca,

quiere dedicarte esta historia:

Nueve bocas devoraban cada silencio de tus escondidos versos,

pero no rezabas;

dormías descansada cojera en tu gallata de negrillo,

y desviada boina de deseos entre tantos ciegos

eras tú, el único maldito maragato que sabía leer

y tejías trajes a las rapazas y rapaces de la noche,

con manos de artesano, tecla de los vientos,

sobre tu piel cosiste enjambres de hilo

para que las campanas danzaran y en tu tierra hubiera fiesta.

 

Carlos Fernández del Ganso

Del libro: “Contando piedras”

Cuadro: "Viento de banderas" de Carlos Fernández del Ganso

 

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