YO
Mi portento inmediato,
mi frenética pasión de
cada día,
mi flor, mi ángel de cada
instante,
aun como el pan caliente
con olor de tu hornada,
aun sumergido en las aguas
de Dios,
y en los aire azules del día
original del mundo:
dime, dulce amor mío,
dime, presencia incógnita,
45 años de misteriosa
compañía,
¿aún no son suficientes
para entregarte, para
desvelarte
a tu amigo, a tu hermano,
a tu triste doble?
¡No, no! Dime, alacrán,
necrófago,
cadáver que se me está
pudriendo encima
desde hace 45 años,
hiena crepuscular
fétida hidra de 800.000
cabezas,
¿por qué siempre me
muestras sólo una cara?
Siempre a cada segundo una
cara distinta,
unos ojos crueles,
los ojos de un
desconocido,
que me miran sin
comprender
(con ese odio del
desconocido)
y pasan:
a cada segundo.
Son tus cabezas hediondas,
tus cabezas crueles,
oh hidra violácea.
Hace 45 años que te odio,
que escupo, que te
maldigo,
pero no sé a quién
maldigo,
a quién odio, a quién
escupo.
Dulce,
dulce amor mío incógnito,
45 años hace ya
que te amo.
Dámaso Alonso
De “Hijos de la ira”