miércoles, 26 de diciembre de 2012

Poema leído en el taller, domingo 16 de diciembre

EL HOGAR

No se ha puesto el sol todavía
y aún no ha empezado la feria
que han montado en la ribera.
Pensé que había perdido
todo mi tiempo y mis monedas;
pero no, hermano mío, algo me resta aún.
La suerte no me lo ha quitado todo.

He acabado mi negocio.
Están hechas las cuentas
y regreso a mi hogar.
¿Qué he de pagarte, guardián?
Tranquilízate, algo me resta aún.
La suerte no me lo ha quitado todo.

Se ha detenido el viento
y las nubes oscuras y bajas del crepúsculo
no anuncian nada bueno.
El agua espera callada el vendaval.
Voy a pasar al otro lado del río
pues tengo miedo de que caiga la noche.
¿Me pides el dinero de¡ viaje, barquero?
Sí, hermano mío, algo me resta aún.
La suerte no me lo ha quitado todo.

Un mendigo se ha sentado
a la vera del camino debajo de un árbol.
Me mira esperando con timidez.
Es muy posible que crea que llevo mucho dinero.
Sí, hermano mío, algo me resta aún.
La suerte no me lo ha quitado todo.

Ya ha caído la noche
y se ha desvanecido el camino desierto.
Brillan las luciérnagas en medio de las frondas.
¿Quién me andará siguiendo en silencio,
ocultándose si me vuelvo a mirar?
¿Quieres robarme, verdad?
Pues no te marcharás con las manos vacías,
pues algo me resta aún.
La suerte no me lo ha quitado todo.

Luego, cuando a medianoche llego a mi casa
con la bolsa sin nada,
tú me estas aguardando a la puerta,
con un mirar ansioso,
insomne y silenciosa; y te echas en mi regazo
como un tímido pájaro, llena de amor.
Sí, sí, ¡Dios mío! ¡Cuánto me resta aún!
¡La suerte no me lo ha quitado todo!


Rabindranath Tagore
Poema leído por Gloria Gómez
 


lunes, 24 de diciembre de 2012

Poema leído en el taller el 16 de diciembre


LOS HERALDOS NEGROS

Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé.
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... Yo no sé.

Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma,
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.

Y el hombre... Pobre... pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como un charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan  fuertes ... Yo no sé!

 

César Vallejo
Poema leído por Esther Núñez

 

 

 

 

 

 

sábado, 1 de diciembre de 2012

Poema recitado en el taller, domingo 25 de noviembre

HOY LO CONFESARÉ TODO

Nací en un barrio.
"Crecí en sus veredas
un día alcé vuelo
soñando triunfar".
Hoy no puedo volver
ni pobre ni vencido.

Tengo sobre mi escritorio
algunas fotografías
papeles y poemas
mi suerte está echada.

Jugaba a los juegos más o menos
ganaba con algunos
perdía con algunos.
No trepé nunca a un árbol
me daban vértigo la hamaca
y el tobogán.
juagaba bien al monte
y a la troya y a la rayuela
jugaba con las minas.
Ellas me tocaban siempre
y a veces yo las tocaba.

Cada vez que abría los ojos
me daba cuenta que para mí
no había porvenir.

Era demasiado delgado
miraba siempre de frente
y sonreía.

Después vino el billar.
Apoyaba mi mano en elpaño
con firmeza
como con las mujeres
sin contemplaciones.
Dejaba que el cigarrillo
me quemara la boca
me hacía el distraído
y miraba a los rivales.
Mi manera de andar era sublime
ganaba casi siempre.
Jugando al billar era irresistible.

Fumaba y soñaba
durante todo el día
con una vieja rica
quería conocer el mar
hubiera dado mi vida
por un día en el mar.

Recuerdo todo a pleno sol
el sol en las orejas
dentro de la camisa
debajo de los brazos
entre las piernas
los pies llenos de sol.

Una mujer me dijo viejito
y me limpió los mocos.

Después no me creyeron
querían ver las pruebas.

Tengo sobre mi escritorio
algunas fotografías
una máquina de escribir
la lámpara votiva
papeles y poemas
mi suerte está echada.

El tango lo bailaba más o menos
con algunas mujeres podía
con algunas mujeres no podía.
Pero tenía una mirada
una tristeza en la mirada
y escribía poemas.

Un poema de Miguel Oscar Menassa
Leído por Gloria Gómez Candanedo