VEO LOS NIÑOS
Mira
la vida, está en los ojos
de
estos niños. Pasar los veo.
La
esperanza se deletrea
en
sus menudos alfabetos.
En
el viejo encerado escriben
sus
signos prodigiosamente nuevos.
Aprendamos
su abecedario
si
salva de la muerte queremos.
En
sus bolsillos escondido
o
enredándose entre sus juegos
está
el mundo que no será
este
mismo que ahora tenemos.
Si
deseamos saber algo
los
niños son nuestros maestros,
lo
que nosotros aprendimos
¿vale
aún, tan gastado y viejo?
Cómo
hablarles de tantas vagas
ideas
en que no creemos,
cómo darles la certidumbre
si
la duda nos pone cerco,
con
qué palabras les pintamos
la
justicia que no tenemos
o
elevamos ante sus ojos
la
libertad, si estamos presos.
Y
cómo hablarles de la patria
si
la patria mejor son ellos,
o
de la historia, si la historia
se
va a tejer entre sus dedos.
Apenas
si nos es posible
más
que mostrarles el concreto
ámbito
real: éste es el monte,
éste
es el mar, el río, el puerto…
Éste
es el mundo: una gran casa
en
la que el hombre habita y trémulo
mira
el milagro tan previsto
y
asombroso del diario suceso.
Apenas
si nos es posible
mostrarles
puros los objetos,
las
exactas y persistentes
formas,
sus límites escuetos.
Mira
los niños. Han salido
alborozados
al recreo.
Veo
sus manos que ahora juegan
con
tizas y piedras e insectos.
Estas
manos tendrán mañana
del
trabajo los instrumentos.
Vuelven
a clase y hay un pájaro
aleteando
en cada pecho.
¿Volará
con mejores alas,
por
un aire mejor que el nuestro?
Tomad
la tiza, y en el cuadro
desalentadamente
negro
escribid
VIDA, con mayúsculas,
a
ver si los rasgos inéditos
le
pueden dar a la palabra
otra
vez su dorado fuego.
Leopoldo
de Luis
Cuadro de Joaquín Sorolla