ADVIENTO
Se
avecina un frío invierno, es tiempo de Adviento.
En
algún cálido corazón anida una remota esperanza
que
algún día brotará.
Las
almas solitarias se reflejan en el espejo de la indiferencia
y
parecen aún más tristes,
las
numerosas luces de colores de la ciudad.
Los
huesos húmedos del mendigo mueren en la acera
mientras
la vorágine consumista se justifica
volviendo
la vista a otro lugar.
Inevitablemente,
recordamos nuestra infancia, una vez más.
Una
lágrima rueda por el rostro recordando a los que ya no están.
Es
una necesidad
alzar
una copa, elaborar buenos momentos
con
los que permanecen a nuestro lado,
sentirnos
amados,
dar
las gracias por lo que tenemos y
por
lo que está por llegar
y
recibir un abrazo fraternal de un amigo,
de
un hermano o simplemente aquellos compañeros de vida cercanos.
Mientras
recordemos que en un humilde portal,
un
ideal de esperanza, amor y fraternidad cambió el mundo,
se
enfrentó con lo establecido,
luchó
por un ideal,
habrá
un motivo para celebrar la Navidad.
Maribel
Domínguez Duarte
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