EN LA RUEDA SOLAR
Cada ojo en el fondo es
una cripta donde se exhuma el sol,
donde brilla la luna sobre
la piedra roja del altar
erigida entre espejos y
entre alucinaciones.
Yo asisto cada día con los
ojos abiertos al sacrificio de la resurrección,
a la alquimia del oro en
aguas estancadas.
Es difícil mirar con la
sustancia misma de la luz filtrada por la tierra del destierro;
es imposible ver quién se
levanta y anda entre malezas
desde estos dos fragmentos
arrancados a la cantera de la eternidad.
Uno al lado del otro en su
prisión de nácar,
en su evasión de nubes y
de lágrimas;
uno ajeno del otro,
sometidos a ciegas a la
ley de la alianza en la separación,
fabulan la distancia, la
envoltura de cada desencuentro, la isla que no soy.
¿Y acaso no me acechan
desde el fondo de todo cuanto miro
igual que a una
extranjera?
¿No me dejan a solas con
su estuche de nieblas,
lo mismo que a un rehén,
contra la trampa abierta
en la espalda del mundo?
¡Extraña esta custodia que
permite avanzar al enemigo transparente
y retiene hacia adentro
este insondable vacío de caverna!
No tiene explicación esta
córnea con piel de escalofrío,
con avaricia de ostra que
incuba al mismo tiempo su misterio y el cuchillo final;
tampoco es razonable
este iris que tiembla como una flor al borde del abismo,
que destella y se
apaga lo mismo que un relámpago de tigres,
que se acerca y se aleja
semejante a una selva sumergida en un ala de insecto.
¿Y la pupila, entonces?
¿Quién puede descifrar
esta pupila cautiva entre cristales,
este túnel contráctil
siempre alerta a la inminencia a solas,
esta palpitación a medias
con la muerte?
¡Basta, mirada de fisura,
incesante mirada de pólipo en tinieblas!
Es otra vez el mismo
tembladeral de aguas voraces,
la misma negra rampa
circular que me pierde hacia adentro.
Es otra vez el mismo
recinto central adonde caigo
arrastrando un telón sobre
la lejanía,
entreabriendo la escena
donde los personajes son una sola máscara de Dios.
Es otra vez al mismo
centinela que dice que no estoy,
la misma luz de espada
queme empuja hacia fuera hasta el revés de mí,
hasta la ciega condena de
estos ojos que me impiden mirar
y que sólo atestiguan la
división debajo de estos párpados.
Olga Orozco
Cuadro: "Caravana de luz" de Miguel O. Menassa