viernes, 30 de junio de 2017

Homenaje a la revista "Las 2001 noches" - poema publicado en la nº 31


LOS DOS ÁNGELES


Ángel de luz, ardiendo,
¡oh ven!, y con tu espada
incendia los abismos donde yace
mi subterráneo ángel de las nieblas.
¡Oh espadazo en las sombras!
Chispas múltiples,
clavándose en mi cuerpo,
en mis alas sin plumas,
en lo que nadie ve,
vida.
Me estás quemando vivo.
Vuela ya de mí, oscuro
Luzbel de las canteras sin auroras,
de los pozos sin sueño,
ya carbón de espíritu,
sol, luna.
Me duelen los cabellos
y las ansias. ¡Oh, quémame!
¡Quémalo, ángel de luz, custodio mío,
tú que andabas llorando por las nubes,
tú, sin mí, tú, por mí,
ángel frío de polvo, ya sin gloria,
volcado en las tinieblas!
¡Quémalo, ángel de luz,
quémame y huye!


Rafael Alberti

miércoles, 28 de junio de 2017

Homenaje a la revista "Las 2001 Noches" - poema publicado en la nº 140


SOY EL DESTINO


Sí, te he querido como nunca.

¿Por qué besar tus labios, si se sabe que la muerte esta próxima,
si se sabe que amar es sólo olvidar la vida,
cerrar los ojos a lo oscuro presente
para abrirlos a los radiantes límites de un cuerpo?

Yo no quiero leer en los libros una verdad que poco a poco
sube como un agua,
renuncio a ese espejo que dondequiera las montañas ofrecen,
pelada roca donde se refleja mi frente
cruzada por unos pájaros cuyo sentido ignoro.

No quiero asomarme a los ríos donde los peces colorados
con el rubor de vivir,
embisten a las orillas límites de su anhelo,
ríos de los que unas voces inefables se alzan,
signos que no comprendo echado entre los juncos.

No quiero, no; renuncio a tragar ese polvo, esa tierra
dolorosa, esa arena mordida,
esa seguridad de vivir con que la carne comulga
cuando comprende que el mundo y este cuerpo
ruedan como ese signo que el celeste ojo no entiende.

No quiero no, clamar, alzar la lengua,
proyectarla como esa piedra que se estrella en la frente,
que quiebra los cristales de esos inmensos cielos
tras los que nadie escucha el rumor de la vida.


Quiero vivir, vivir como la hierba dura,
como el cierzo o la nieve, como el carbón vigilante,
como el futuro de un niño que todavía no nace,
como el contacto de los amantes cuando la luna los ignora.


Soy la música que bajo tantos cabellos
hace el mundo en su vuelo misterioso,
pájaro de inocencia que con sangre en las alas
va a morir en un pecho oprimido.

Soy el destino que convoca a todos los que aman,
mar único al que vendrán todos los radios amantes
que buscan a su centro, rizados por el círculo
que gira como la rosa rumorosa y total.

Soy el caballo que enciende su crin contra el pelado viento,
soy el león torturado por su propia melena,
la gacela que teme al río indiferente,
el avasallador tigre que despuebla la selva,
el diminuto escarabajo que también brilla en el día.

Nadie puede ignorar la presencia del que vive,
del que en pie en medio de las flechas gritadas,
muestra su pecho transparente que no impide mirar,
que nunca será cristal a pesar de su claridad,
porque si acercáis vuestras manos, podréis sentir la sangre.

Vicente Aleixandre

Homenaje a la revista "Las 2001 Noches" - poema publicado en la nº 104



LA CASA


La casa está gris, cerrada,
como una muerta esperando
que el féretro sea blando.
La casa está mal usada
por la tristeza y el tedio.
Las tardes dan cenicientas
sobre sus persianas lentas.
Crece el polvo; hay un asedio
de olvido por las ventanas.
La casa quiere manzanas...:
sólo vive por los gatos
que en las sábanas vacías
forman con cuatro alegrías
dolorosos garabatos.


Junto al baño se detiene
el talco: atónito y mudo
al ver que no me desnudo.
En el aire se va y viene
olor a duelo y a hombre...
Los cactus y las arañas
hacen uniones extrañas.
El lecho busca mi nombre
dicho por la voz aquella
-voz entre humo y estrella
Cuando mordía lo triste
que llevo siempre en la boca...


La sala está como loca.
El patio apenas existe.


No importan esos papeles
que ensucian cariño y sueño;
no importa ese desconsuelo
de los cortinajes fieles.
No importa la última carta
no recogida, la puerta
sorda como una flor yerta;
no importa el sol que se aparta
del jesucristo y la copa,
ni los espejos con hambre
de copiar una ilusión.
No importa que no haya ropa;
yo he colgado en el alambre
a mi propio corazón...

Y allí me quedo y la cuido
de huracanes y dolores:
sueño que le planto flores,
que el cielo vive encendido
sobre su techo pequeño...
Y sueño que Dios promete
regalarme este juguete
para soñar lo que sueño.
Y cuando sueño se alegra
mi pena espumosa y negra
y un pájaro la traspasa.
¡Qué miedo más malo el miedo
de que el Azar con su dedo
me borre toda la casa...!

Carilda Oliver Labra

lunes, 26 de junio de 2017

Homenaje a la revista "Las 2001 Noches" - poema publicado en la nº 5 y 131


Esta mano no es la mano ni la piel de tu alegría
al fondo de las calles encuentras siempre otro cielo
tras el cielo hay siempre otra hierba playas distintas
nunca terminará es infinita esta riqueza abandonada
nunca supongas que la espuma del alba se ha extinguido después del rostro hay otro rostro
tras la marcha de tu amante hay otra marcha
tras el canto un nuevo roce se prolonga
y las madrugadas esconden abecedarios inauditos islas
                                                               [remotas
siempre será así
algunas veces tu sueño cree haberlo dicho todo
pero otro sueño se levanta y no es el mismo
entonces tú vuelves a las manos al corazón de todos de
                                                                    [cualquiera
no eres el mismo no son los mismos
otros saben la palabra tú la ignoras
otros saben olvidar los hechos innecesarios
y levantan su pulgar han olvidado
tú has de volver no importa tu fracaso
nunca terminará es infinita esta riqueza abandonada
y cada gesto cada forma de amor o de reproche
entre las últimas risas el dolor y los comienzos
encontrará el agrio viento y las estrellas vencidas
una máscara de abedul presagia la visión
has querido ver
en el fondo del día lo has conseguido algunas veces
el río llega a los dioses
sube murmullos lejanos a la claridad del sol
amenazas
resplandor en frío
no esperas nada
sino la ruta del sol y de la pena
nunca terminará es infinita esta riqueza abandonada.


Edgar Bayley

sábado, 24 de junio de 2017

Homenaje a la revista "Las 2001 Noches" - poema publicado en la nº 152


IMPOSIBLE


Imposible saber cuándo ese rincón de mi alma se
ha dormido
y cuándo volverá otra vez a tomar parte en más fiestas
íntimas
o si ese trozo se fue para siempre
o bien si fue robado y se encuentra íntegro en otro

imposible saber si el árbol primitivo adentro de tu ser
siente todavía el viento milenario
si tú recuerdas el canto de la madre cuaternaria
y los grandes gritos de tu rapto
y la voz sollozante del océano que acababa de abrir
los ojos
y agitaba las manos y lloraba en su cuna

para vivir no necesitamos tantos horizontes
las cabezas de amapola que hemos comido sufren
por nosotros
mi almendro habla por una parte de mí mismo
yo estoy cerca y estoy lejos

tengo centenares de épocas en mi breve tiempo
tengo miles de lenguas en mi ser profundo
cataclismos de la tierra accidentes de planetas
y algunas estrellas de luto
¿Recuerdas cuando eras un sonido entre los árboles
Y cuando eras un pequeño rayo vertiginoso?

Ahora tenemos la memoria demasiado cargada
las flores de nuestras orejas palidecen
a veces veo reflejos de plumas en mi pecho
no mires con tantos fantasmas
quiero dormir quiero oír otra vez las voces perdidas
como los cometas que han pasado a otros sistemas

¿En dónde estábamos? ¿En qué luz en qué silencio?
¿En dónde estaremos?
tantas cosas tantas cosas tantas cosas


Yo soplo para apagar tus ojos
¿Recuerdas cuando eras un suspiro entre dos ramas?


Vicente Huidobro

jueves, 22 de junio de 2017

Homenaje a la revista "Las 2001 Noches" - poema publicado en la nº 133


DE LA VIDA COTIDIANA


De la vida cotidiana

de fuera a dentro

penetran por mi piel

cada momento,

penas alegrías sucesos

y salen a la vez

de dentro a fuera

convertidos en versos.


Gloria Fuertes

martes, 20 de junio de 2017

Homenaje a la revista "Las 2001 Noches" - poema publicado en el nº 141


EL CHICO VOLADOR

 

tenía 8 años y la cosa no iba
bien.
mi padre era un bestia y mi madre
su sirvienta.
no caía bien a los chicos
del vecindario.
tenía un escondite.
era en el tejado del garaje.
allá arriba hacía mucho calor
así que me desnudaba y tomaba el sol.
decidí broncearme y ponerme
cachas.
hacía flexiones y sudaba
al sol.
el tejado estaba cubierto de gravilla
blanca que se me clavaba en la
piel,
pero no llegué a broncearme, sólo
se me puso la piel de un rojo
idiota.
aun así, seguía en el tejado.
era mi escondite.
entonces se me metió en la cabeza que podía
volar.
no sé cómo surgió, fue
gradual, la idea de que podía
volar.
pero conforme pasaba el tiempo la idea
iba cobrando cada vez más
fuerza.
no sabía a ciencia cierta por qué quería
volar
pero la idea me dominaba
cada vez más.
me encontré encaramado al
borde del tejado
varias veces
pero siempre reculaba.
entonces llegó la tarde en que
decidí que iba a volar.
de pronto, tuve la seguridad de que podía.
estaba eufórico.
salí al borde del tejado,
di un salto y aleteé con
los brazos.
caí a plomo y me di
un buen golpe contra el suelo.
al levantarme vi que me
pasaba algo raro en
el tobillo derecho.
apenas podía andar.
cojeé hasta llegar a casa, logré
llegar al dormitorio y me
acosté.
una hora después tenía el tobillo
hinchado,
inmenso.
me quité el zapato.

 
mis padres
llegaron a casa
más o menos entonces.
-Henri, ¿dónde estás? -preguntó
mi padre.

 
-estoy aquí.
 

entraron los dos, mi
padre primero y mi madre
detrás.

 
-¿qué te ha pasado en el
tobillo, Henry? -preguntó mi madre.

-un accidente.

 
-¿un accidente? -preguntó mi padre-. ¿qué
clase de accidente?

 
-intentaba volar, pero no ha dado resultado.

 
-¿volar? ¿cómo? ¿desde dónde?

 
-desde el tejado del garaje.

 
-así que ahí es donde andabas
escondido últimamente, ¿no?

 
-sí.

 
-¿te das cuenta de que habrá que
pagar a un médico?
-¿te das cuenta de que no
tenemos dinero?

 
-no me hace falta ningún médico.

 
-¡los médicos cuestan dinero!
¡vete al baño!

 
me levanté y fui dando saltitos hasta el
cuarto de baño.

 
-¡bájate los pantalones!
¡los calzoncillos!

 
lo hice.

 
-¡los médicos cuestan dinero!

 
cogió el suavizador de la
navaja.
noté el primer
mordisco.
me estalló
en la cabeza un
fogonazo.
volvió a darme con el
suavizador.
el ruido que hizo
contra mi piel fue
horrible.

 
-¡putos médicos!

 
el suavizador volvió
a alcanzarme
y entonces supe por qué
había querido
salir volando... volando
a través de las paredes,
salir volando
por la ventana,
a cualquier sitio lejos de
allí.

 
Charles Bukowski

lunes, 19 de junio de 2017

Homenaje a la revista "Las 2001 Noches" - poema publicado en el nº 114


 

VECINO DE LA MUERTE

 

Patio de vecindad que nadie alquila

igual que un pueblo de panales secos;

pintadas de recuerdos y leche las paredes

a mi ventana emiten silencios y anteojos.

Aquí entro: aquí anduvo la muerte mi vecina

sesteando a la sombra de los sepultureros,

lamida por la lengua de un perro guarda-lápidas;

aquí, muy preservados del relente y las penas,

porfiaron los muertos con los muertos

rivalizando en huesos como en mármoles.

Oigo una voz de rostro desmayado,

unos cuervos que informan mi corazón de luto

haciéndome tragar húmedas ranas,

echándome a la cara los tornasoles trémulos

que devuelve en su espejo la inquietud.

¿Qué queda en este campo secuestrado,

en estas minas de carbón y plomo,

de tantos enterrados por riguroso orden?

No hay nada sino un monte de riqueza explotado.

Los enterrados con bastón y mitra,

los altos personajes de la muerte,

las niñas que expiraron de sed por la entrepierna

donde jamás tuvieron un arado y dos bueyes,

los duros picadores pródigos de sus músculos

muertos con las heridas rodeadas de cuernos:

todos los destetados del aire y el amor

de un polvo huésped ahora se amamantan.

¿Y para quién están los tercos epitafios,

las alabanzas más sañudas,

formuladas a fuerza de cincel y mentiras,

atacando el silencio natural de las piedras,

todas con menoscabos y agujeros

de ser ramoneadas con hambre y con constancia

por una amante oveja de dos labios?

¿Y este espolón constituido en gallo

irá a una sombra malgastada en mármol y ladrillo?

¿No cumplirá mi sangre su misión: ser estiércol?

¿Oiré cómo murmuran de mis huesos,

me mirarán con esa mirada de tinaja vacía

que da la muerte a todo el que la trata?

¿Me asaltarán espectros en forma de coronas,

funerarios nacidos del pecado

de un cirio y una caja boquiabierta?

Yo no quiero agregar pechuga al polvo:

me niego a su destino: ser echado a un rincón.

Prefiero que me coman los lobos y los perros,

que mis huesos actúen como estacas

para atar cerdos o picar espartos.

El polvo es paz que llega con su bandera blanca

sobre los ataúdes y las cosas caídas,

pero bajo los pliegues un colmillo

de rabioso marfil contaminado

nos sigue a todas partes, nos vigila,

y apenas nos paramos nos inciensa de siglos,

nos reduce a cornisas y a santos arrumbados.

Y es que el polvo no es tierra.

La tierra es un amor dispuesto a ser un hoyo,

dispuesto a ser un árbol, un volcán y una fuente.

Mi cuerpo pide el hoyo que promete la tierra,

el hoyo desde el cual daré mis privilegios de león y nitrato

a todas las raíces que me tiendan sus trenzas.

Guárdate de que el polvo coloque dulcemente

su secular paloma en tu cabeza,

de que incube sus huevos en tus labios,

de que anide cayéndose en tus ojos,

de que habite tranquilo en tu vestido,

de aceptar sus herencias de notarías y templos.

Úsate en contra suya,

defiéndete de su callado ataque,

asústalo con besos y caricias,

ahuyéntalo con saltos y canciones,

mátalo rociándolo de vino, amor y sangre.

En esta gran bodega donde fermenta el polvo,

donde es inútil injerir sonrisas,

pido ser cuando quieto lo que no soy movido:

un vegetal sin ojos ni problemas,

cuajar, cuajar en algo más que en polvo,

como el sueño en estatua derribada;

que mis zapatos últimos demuestren ser cortezas,

que se produzcan cuarzos de mi encantada boca,

que se apoyen en mí sembrados y viñedos,

que me dediquen mosto las cepas por su origen.

Aquel barbecho lleno de inagotables besos,

aquella cuesta de uvas quiero tener encima

cuando descanse al fin de esta faena

de dar conversaciones, abrazos y pesares,

de cultivar cabellos, arrugas y esperanzas

y de sentir un yunque sobre cada deseo.

No quiero que me entierren donde me han de enterrar.

Haré un hoyo en el campo y esperaré a que venga

la muerte en dirección a mi garganta

con un cuerno, un tintero, un monaguillo

y un collar de cencerros castrados en la lengua,

para echarme puñados de mi especie.

 

Miguel Hernández

 

viernes, 16 de junio de 2017

Homenaje a la revista "Las 2001 Noches" - poema publicado en el nº 18



UN RELÁMPAGO

Y no saber adónde vamos, ni de
dónde venimos

Rubén Darío.

Sabemos adónde vamos y de dónde venimos. Entre dos
oscuridades, un relámpago.
Y allí, en la súbita iluminación, un gesto, un único gesto,
una mueca más bien, iluminada por una luz de estertor.

Pero no nos engañemos, no nos crezcamos. Con humildad
con tristeza, con aceptación, con ternura,
acojamos esto que llega. La conciencia súbita de una
compañía, allí en el desierto.
Bajo una gran luna colgada que dura lo que la vida, el
instante del darse cuenta entre dos infinitas oscuridades,
miremos este rostro triste que alza hacia nosotros sus
grandes ojos humanos,
y que tiene miedo, y que nos ama.
Y pongamos los labios sobre la tibia frente y rodeemos
con nuestros brazos el cuerpo débil, y temblemos,
temblemos sobre la vasta llanura sin término donde sólo
brilla la luna del estertor.

Como en una tienda de campaña,
que el viento furioso muerde, viento que viene de las
hondas profundidades de un caos,
aquí la pareja humana, tú y yo, amada, sentimos las
arenas largas que nos esperan.
No acaban nunca, ¿verdad? En una larga noche, sin
saberlo, las hemos recorrido;
quizá juntos, oh, no, quizá solos, seguramente solos, con
un invisible rostro cansado desde el origen, las
hemos recorrido.
Y después, cuando esta súbita luna colgada bajo la que
nos hemos reconocido
se apague,
echaremos de nuevo a andar. No sé si solos, no sé si
acompañados.
No sé si por estas mismas arenas que en una noche hacia atrás
de nuevo recorreremos.
Pero ahora la luna colgada, la luna como estrangulada,
un momento brilla.
Y te miro. Y déjame que te reconozca.
A ti, mi compañía, mi sola seguridad, mi reposo
instantáneo, mi reconocimiento expreso donde yo
me siento y me soy.
Y déjame poner mis labios sobre tu frente tibia -oh,
cómo la siento-,
Y un momento dormir sobre tu pecho, como tú sobre el mío,
mientras la instantánea luna larga nos mira y con piadosa
luz nos cierra los ojos.

Vicente Aleixandre

jueves, 15 de junio de 2017

Homenaje a la revista "Las 2001 Noches" - poema publicado en el nº 152


BALADA DE LAS MADRES

 

Me pregunto qué madres habéis tenido.
Si os vieran ahora, trabajando
en un mundo para ellas desconocido,
presos en un ciclo siempre inacabado
de experiencias tan distintas de las suyas,
¿qué mirada tendrían sus ojos?

 
Si estuvieran allí mientras escribís
vuestro artículo, conformistas y barrocos,
o lo entregáis a redactores vendidos
a cualquier compromiso, ¿entenderían quiénes sois?
Madres viles, que llevan en sus rostros el temor antiguo,
ese que, como una enfermedad,
deforma los rasgos en un blancor
de niebla, los aleja del corazón,
los encierra en el viejo rechazo moral.

 
Madres viles, pobrecitas, preocupadas
de que sus hijos conozcan la vileza
para pedir un empleo, para ser prácticos,
para no ofender almas privilegiadas,
para defenderse de cualquier piedad.

 
Madres mediocres, que aprendieron
con humildad de niñas, de nosotros,
un único, desnudo significado,
con almas en las que el mundo está condenado
a no dar ni dolor ni alegría.

 
Madres mediocres, que jamás tuvieron
para vosotros más palabras de amor
que la de un amor sórdidamente mudo,
de bestia, y en él os criaron
impotentes ante los reales deseos del corazón.
 

Madres serviles, acostumbradas desde hace siglos
a agachar sin amor la cabeza,
a transmitir a su feto
el antiguo vergonzoso secreto
de conformarse con las sobras de la fiesta.

 
Madres serviles, que os han enseñado
cómo puede el siervo ser feliz
odiando a quien, igual que él, está atado,
cómo puede ser beato traicionando,
y seguro, haciendo lo que no dice.

 
Madres feroces, ocupadas en defender
lo poco que, como burguesas, poseen,
la normalidad y el salario,
casi con la rabia de quien se venga
o se siente acorralado en un absurdo asedio.

 
Madres feroces, que os dijeron:
¡Sobrevivid! ¡Pensad sólo en vosotros!
¡No sintáis jamás piedad o respeto
por nadie, guardad en el pecho
vuestra integridad de buitres!
 

¡Ahí tenéis, viles, mediocres, siervas,
feroces, a vuestras pobres madres!
Sin ninguna vergüenza de saberos
-en vuestro odio- incluso altivos
en este valle de lágrimas.

Así es como os pertenece este mundo:
hermanados en pasiones opuestas,
o patrias enemigas, por el profundo rechazo
a ser distintos, a responder
del dolor salvaje de ser hombres.

 

 Pier Paolo Pasolini

miércoles, 14 de junio de 2017

Homenaje a la revista "Las 2001 Noches" - poema publicado en el nº145


EMBESTIDA

A MI HOMBRO IZQUIERDO

 
Se van tus manos sobre mi mirada
la sostienes, la sueltas.
Embistes mi hombro izquierdo,
lo sitias desde el cuello,
lo asaltas con las flechas de tu boca.
Embistes mi hombro izquierdo
feroz y dulcemente a dentelladas.
Nos va envolviendo el amor
con su modo redondo
de hacer pasar el tiempo entre los besos
y somos dos volutas de humo
flotando en el espacio
llenándolo con chasquidos y murmullos
o suavemente quedándonos callados
para explorar el secreto profundo de los poros
para penetrarlos en un afán de invasión
de descorrer la piel
y encontrar nuestros ojos
mirándonos desde la interioridad de la sangre.
Hablamos un lenguaje de jeroglíficos
y me vas descifrando sin más instrumentos
que la ternura lenta de tus manos,
desenredándome sin esfuerzo,
alisándome como una sábana recién planchada,
mientras yo te voy dando mi universo;
todos los meteoritos y las lunas
que han venido gravitando en la órbita de mis sueños,
mis dedos llenos del deseo de tocar las estrellas
los soles que habitan en mi cuerpo.

 
Una mansa sonrisa empieza a subirme por los tobillos,
se va riendo en mis rodillas
sube recorriendo mi corteza de árbol
llenándome de capullos reventados de gozo transparente.
El aire que sale de mis pulmones va risueño
a vivir en el viento de la noche
mientras de nuevo embistes mi hombro izquierdo,
feroz
y dulcemente
a dentelladas.

 
Gioconda Belli