DIÁLOGO DE
LOS AMANTES
(Fragmento
de Bodas de Sangre)
LEONARDO:
¡Calla!
NOVIA:
Desde aquí yo me iré
sola.
¡Vete! Quiero
que te vuelvas.
LEONARDO. ¡Calla, digo!
NOVIA: Con los dientes,
con las manos, como puedas,
quita de mí cuello honrado
el metal de esta cadena
dejándome arrinconada
allá en mi casa de tierra.
Y si no quieres matarme
como víbora pequeña,
pon en mis manos de novia
el cañón de tu escopeta.
¡Ay, qué lamento, qué fuego
me sube por la cabeza!
¡Qué vidrios se me clavan en la
lengua!
LEONARDO:
Ya dimos el paso, ¡calla!
Porque nos persiguen cerca
y te he de llevar conmigo.
NOVIA: ¡Pero ha de ser a la
fuerza!
LEONARDO: ¿A la fuerza? ¿Quién bajo
primero las escaleras?
NOVIA: Yo las bajé.
LEONARDO: ¿Quién le puso
al caballo brillas nuevas?
NOVIA: Yo misma. Verdad
LEONARDO: ¿Y qué manos
me calzaron las espuelas?
NOVIA: Estas manos, que son tuyas,
pero que al
verte quisieran
quebrar los
ramos azules
y el murmullo
de tus venas.
¡Te quiero!
¡Te quiero! ¡Aparta!
Que si
matarte pudiera,
te pondría la mortaja
con los filos de violetas.
¡Ay, qué lamento, qué fuego
me sube por la cabeza.
LEONARDO: ¡Qué vidrios se me clavan en la
lengua!
Porque yo
quise olvidar
y puse un muro de piedra
entre tu casa y la mía.
es verdad. ¿No lo recuerdas?
Y cuando te vi de lejos
me eché a los ojos arena.
Pero montaba a caballo
y el caballo iba a tu puerta.
Con alfileres de plata
mi sangre se puso negra,
y el sueño me fue llenando
las carnes de mala hierba.
Que yo no tengo la culpa,
que la culpa es de la tierra
y de ese olor que te sale
de los pechos y las trenzas.
NOVIA: ¡Ay, qué sinrazón! No
quiero
contigo cama ni cena,
y no hay minuto del día
que estar contigo no quiera,
porque me arrastras y voy,
y me dices que me vuelva
y te sigo por el aire
como una brizna de hierba.
He dejado a un hombre duro
y a toda su descendencia
en la mitad de la boda
y con la corona puesta.
Para ti será el castigo
y no quiero que lo sea.
¡Déjame sola! ¿Huye tú!
No hay nadie que te defienda.
LEONARDO: Pájaros de la mañana
por los árboles se quiebran.
La noche se está muriendo
en el filo de la piedra.
Vamos al rincón oscuro
donde yo siempre te quiera,
que no me importe la gente
ni el veneno que nos echa.
NOVIA:
Y yo dormiré a tus
pies
para guardar lo que sueñas.
Desnuda, mirando al campo.
Como si fuera una perra,
¡porque lo soy! Que te miro
y tu hermosura me quema.
LEONARDO: Se abrasa lumbre con lumbre.
La misma llama pequeña
mata dos espigas juntas.
¡Vamos!
NOVIA: ¿A dónde me llevas?
LEONARDO: Adonde no puedan ir
Estos hombres que nos cercan.
¡Donde yo pueda mirarte!
NOVIA: Llévame de feria en feria,
dolor de mujer honrada,
a que las gentes me vean
con las sábanas de boda
al aire, como banderas.
LEONARDO: También yo quiero dejarte
si pienso como se piensa.
Pero voy donde tú vas.
Tú también. Da un paso. Prueba.
Clavos de luna nos funden
mi cintura y tus caderas.
NOVIA: ¿Oyes?
LEONARDO: Viene gente.
NOVIA:
¡Huye!
Es justo que yo aquí muera
con los pies dentro del agua
y espinas en la cabeza.
y que me lloren las hojas,
mujer perdida y doncella.
LEONARDO: Cállate. Ya suben
NOVIA: ¡Vete!
LEONARDO: Silencio. Que no nos sientan.
Tú delante. ¡Vamos, digo!
NOVIA: ¡Los dos juntos!
LEONARDO: ¡Como quieras!
Si nos separan, será
porque esté muerto.
NOVIA:
Y yo muerta.
Federico
García Lorca