martes, 28 de marzo de 2023

CALLE DE LAS SIERPES

 


CALLE DE LAS SIERPES

A D. Ramón de la Serna

 

Una corriente de brazos y de espaldas

nos encauza

y nos hace desembocar

bajo los abanicos,

las pipas,

los anteojos enormes

colgados en medio de la calle;

únicos testimonios de una raza

desaparecida de gigantes.

 

Sentados al borde de las sillas,

cual si fueran a dar un brinco

y ponerse a bailar,

los parroquianos de los cafés

aplauden la actividad del camarero,

mientras los limpiabotas les lustran los zapatos

hasta que pueda leerse

el anuncio de la corrida del domingo.

 

Con sus caras de mascarón de proa,

el habano hace las veces de bauprés,

los hacendados penetran

en los despachos de bebidas,

a muletear los argumentos

como si entraran a matar;

y acodados en los mostradores,

que simulan barreras,

brindan a la concurrencia

el miura disecado que asoma la cabeza en la pared.

 

Ceñidos en sus capas, como toreros,

los curas entran en las peluquerías

a afeitarse en cuatrocientos espejos a la vez,

y cuando salen a la calle

ya tienen una barba de tres días.

 

En los invernáculos edificados por los círculos,

la pereza se da como en ninguna parte

y los socios la ingieren

con churros o con horchata,

para encallar en los sillones

sus abulias y sus laxitudes de fantoches.

 

Cada doscientos cuarenta y siete hombres,

trescientos doce curar y doscientos noventa y tres soldados,

para una mujer.

 

Oliverio Girando

Argentina 1891

Cuadro: "Animales lejanos" de Miguel O. Menassa

 

lunes, 27 de marzo de 2023

PARA EL VEINTICINCO DE OCTUBRE DE 1828

 


PARA EL VEINTICINCO DE OCTUBRE DE 1828

 

 

Si quieres vivir bien y solazarte,

del pasado no debes preocuparte,

y si algún menoscabo padecieres,

no te apures y sigue entes quehaceres.

Despierta en la mañana cada día,

cual un recién nacido, y sin porfía,

aguarda que él te trace su dictado,

que cada día tiene su cuidado.

Aunque tu propia obra te complazca,

harás por apreciar lo que a otros plazca;

procura sobre todo a nadie odiar

y deja que Dios ponga lo demás.

 

****

Fija el poeta los ojos en el vulgo

y ve a los hombres, presa de sí mismos,

tan pronto alegres como tristes, mustios,

pero el poeta persigue su designio.

Para lograrlo, su camino propio

de seguir trata y se lo muestra el prójimo:

luego baja la frente ante su sino.

 

****

Mocito, señala a tiempo

alto blanco a tu saeta;

que las Musas acompañan,

mas no guían al poeta.

 

Johann Wolfgang von Goethe

Cuadro: "Y cada uno tendrá su pequeña balsa" de Miguel O. Menassa

 

 

 

 

viernes, 24 de marzo de 2023

AUDACIA SUPERIOR



 AUDACIA SUPERIOR

 

 

Audacia superior la del descubrimiento,

hace que su lengua flexible

moleste la calma de los burócratas.

Agobiado por un destino envidiable,

tiene placeres inocentes.

Los he amado con timidez, silenciosamente.

No tuve esperanzas.

No nos comanda lo dicho, sino lo indecible.

No hay felicidad en el mundo,

sólo existen la paz y la libertad

indispensables para el poeta.

Oh Poeta, no estimules demasiado el amor del pueblo.

Escucharás el juicio del tonto y las risas heladas del gentío.

Pero quédate ahí, debes vivir solo.

Eres el rey, una audacia superior que nos han elegido.

 

Lucía Serrano

Cuadro: "Hasta aquí llegó el hombre" de Miguel Oscar Menassa

jueves, 23 de marzo de 2023

TE FUISTE


 


TE FUISTE


El esplendor de los mejores años era verte llegar siempre conmigo.

Esperábamos juntos todas las primaveras.

Admirábamos la audacia que creció en los arebatados suburbios

de nuestros mejores sueños.

Después, ya no recuerdo cuando, te fuiste

y yo desconocí tu paradero.

Seducida la valentía gastada por tanta juventud otorgada,

no volvimos a vernos.

Perdida por tu ausencia, la muerte arrebatö con su torpeza

mi cuerpo en la intemperie y yo me fui lejos.


Lucía Serrano

Cuadro: "Amores ocultos" de Miguel Oscar Menassa



miércoles, 22 de marzo de 2023

LEER

 


LEER

 

 

Es verdad que no hay que cansarse de reclamar a los escritores claridad, simplicidad, deferencia hacia las masas que no escriben, pero alguna vez nos asalta la duda de que no todos sepan leer. Leer es muy fácil, dicen aquellos a quienes la larga costumbre de los libros ha quitado todo respeto por la palabra escrita; pero quien, en cambio, más que libros trata con hombres o cosas, y tiene que salir por la mañana y regresar de noche endurecido, si por casualidad se concentra sobre una página, comprende que tiene ante sus ojos algo áspero y extraño, desvanecido y al mismo tiempo fuerte, que lo arremete y lo desalienta. Es inútil decir que éste último está más cerca de la verdadera lectura que el otro.

 

Sucede con los libros como con las personas. Hay que tomarlos en serio. Pero, precisamente por eso, debemos guardarnos de hacer de ellos ídolos, es decir, instrumentos de nuestra pereza. En esto, el hombre que no vive entre libros, y que para abrirlos debe hacer un esfuerzo, tiene un capital de humildad, de desconocida fuerza –la única verdadera- que le permite acercarse a las palabras con el respeto y el ansia con que nos acercamos a una persona predilecta. Y esto vale mucho más que la “cultura”, al contrario, es la verdadera cultura. Necesidad de comprender a los demás, caridad hacia los otros, que es, al fin, el único modo de comprenderse y amarse a sí mismo: aquí se inicia la cultura. Los libros no son los hombres, son medios para llegar a ellos; quien los ama y no ama a los hombres, es aun fatuo y condenado.

 

Hay un obstáculo al leer –y es siempre el mismo, en cualquier campo de la vida-: la demasiada seguridad en sí mismo, la falta de humildad, el rechazo del prójimo, del que es distinto.

Siempre nos detiene el inaudito descubrimiento de que alguien ha visto, no mucho más lejos que nosotros, pero si de un modo distinto. Estamos hechos de tristes costumbres. Nos gusta asombrarnos, como los niños, pero no demasiado. Cuando el estupor nos obliga a salir realmente de nosotros mismos, a perder el equilibrio para encontrar otro, quizá más arriesgado, entonces fruncimos la boca, pataleamos, verdaderamente nos volvemos niños. Pero de éstos nos falta la virginidad que es inocencia. Nosotros tenemos ideas, tenemos gustos, ya hemos leído libros: poseemos algo, y como todos los poseedores, tememos por ese algo.

 

Todos hemos leído. Y sucede a menudo que, así como los más pequeños burgueses se atienen al falso decoro y a los prejuicios de clase mucho más que los audaces aventureros del gran mundo, así el ignorante que ha leído algo se aferra ciegamente al gusto, a la banalidad, al prejuicio que ha absorbido, y desde aquel día, si se le ocurre leer todavía, todo lo juzga y lo condena según ese patrón. Es tan fácil aceptar la perspectiva más banal y mantenerse en ella, seguros del consentimiento de la mayoría. Es tan cómodo suponer que todo esfuerzo ha terminado y se conoce la belleza, la verdad y la justicia. Es cómodo y vil. Es como creer que nos hemos absuelto de nuestro eterno y temido deber de caridad hacia el hombre, regalando una lira al pordiosero de vez en cuando. Nada haremos, ni aun en esto, sin el respeto y la humildad: la humildad que va abriendo grietas de luz a través de nuestra sustancia de orgullo y pereza, el respeto que nos persuade de la dignidad de los otros, del diferente, del prójimo como tal.

 

Se habla de libros. Y se sabe que los libros, cuanto más pura y llana es su voz, tanto más dolor y tensión han costado a quien los ha escrito. Es inútil por lo tanto, esperar sondearlos sin pagar nada. Leer no es fácil. Y sucede que quien ha estudiado, quien se mueve ágilmente en el mundo del conocimiento y del gusto, quien no posee el tiempo y los medios para leer, muy a menudo no tiene alma, está muerto al amor por el hombre, está encostrado y endurecido en el egoísmo de casta. En cambio, quien anhelaría, como anhela la vida, ese mundo de fantasía y el pensamiento, casi siempre está aún privado de los primeros elementos: le falta el alfabeto de cualquier lenguaje, no le sobran tiempo ni fuerzas, o, pero, está extraviado por una falsa preparación, casi una propaganda, que le oculta y desfigura los valores. Quienquiera que afronte un tratado de física, un texto de contabilidad, la gramática de una lengua, sabe que existe una preparación específica, un mínimo de nociones indispensables para sacar provecho de la nueva lectura. ¿Cuántos se dan cuenta de que se requiere un análogo bagaje técnico para acercarse a una novela, a un poema, a un ensayo, a una meditación? ¿Y, además, que estas nociones técnicas son inconmensurablemente más complejas, sutiles y fugitivas que las otras, y no se encuentran en ningún manual y en ninguna Biblia? Se piensa que un relato, un poema, por el hecho de que hablen, no al físico, al contador o al especialista, sino al hombre que hay en todos ellos, han de ser naturalmente accesibles a la común atención humana. Y éste es el error. Una cosa es el hombre, otra los hombres. Pero, por otra parte, una tonta leyenda la de que poetas, narradores y filósofos se dirijan al hombre en absoluto, al hombre abstracto, al Hombre. Ellos hablan al individuo de una determinada época y situación, al individuo que siente determinados problemas y busca resolverlos a su manera, también y sobre todo, cuando lee novelas. Será entonces necesario, para comprender las novelas, situarse en la época y proponerse los problemas; lo que quiere decir, ante todo, en este terrenos, aprender los lenguajes, la necesidad de los lenguajes. Convencerse de que si un escritor elige ciertas palabras, ciertos tonos y giros insólitos, tiene por lo menos el derecho de no ser inmediatamente condenado, en nombre de una precedente lectura donde los giros y las palabras eran más ordenados, más fáciles, o solamente diferentes. Esta tarea del lenguaje es la más vistosa, pero no la más ardiente. Por cierto que todo es lenguaje en un escritor que sea tal, pero basta justamente con hacerlo comprendido para encontrarse en inmundo de los más vivos y complejos, donde la cuestión de una palabra, de una inflexión, de una cadencia, se vuelve en seguida un problema de costumbre, de moralidad. O, sin más de política.

 

Baste esto, entonces. El arte, como se dice, es una cosa seria. Es por lo menos tan seria como la moral o la política. Peor si tenemos el deber de apoyarnos en éstas con aquella modesta que es búsqueda de claridad –caridad hacia los otros y dureza para nosotros- no se ve con qué derecho, ante una página escrita, olvidamos el ser hombre y que un hombre nos habla.

 

Cesare Pavese

Artículo publicado en L’Unitá de Turín, el 20 de junio de 1945

 

 

 

jueves, 16 de marzo de 2023

MÁS ALLÁ


 

MÁS ALLÁ

 

 

Más allá de la vida, mi amor, más allá siempre,

ahora ligeros, únicos, sobre un lecho de estrellas,

poblamos a la noche sin límites, vivimos

en muerte, oh hermosa mía, una noche infinita.

 

Sobre un seno azulado reposa blandamente

su testa fatigada del mundo. Siento sólo

tu sangre ya poblada de luces, de miríadas

de astros, y beso el pulso suave del universo y toco

su rostro con el leve fulgor de mi mejilla.

 

Oh triste, oh grave noche completa. Amada, yaces

perfecta y te repaso te ciño. Mundo solo.

Universal vivir de un cuerpo que, hecho luces,

más allá de la vida de un hombre amor permites.

 

Vicente Aleixandre

Cuadro de Van Gogh

 

 

miércoles, 15 de marzo de 2023

LAS PALABRAS DEL POETA

 


LAS PALABRAS DEL POETA

 

 

Después de las palabras muertas,

e las aun pronunciadas o dichas,

¿qué esperas? Unas hojas volantes,

más papeles dispersos.  ¿Quién sabe? Unas palabras

deshechas, como el eco o la luz que muere allá en gran noche.

 

Todo es noche profunda.

Morir es olvidar unas palabras dichas

en momentos de delicia o de ira, de éxtasis o abandono,

cuando, despierta el alma, por los ojos se asoma

más como la luz que cual sonido experto.

Experto, pues que dispuesto fuese

en virtud de un son sobre página abierta,

apoyado en palabras, o ellas con el sonido calan

el aire y se reposan. No con virtud suprema,

pero sí con un orden, infalible, si quieren.

 

Pues obedientes, ellas, las palabras, se atienen

a su virtud y dóciles

se posan soberanas, bajo la luz se asoman

por una lengua humana que a expresarlas se aplica.

 

Y la mano reduce

su movimiento a hallarlas,

no: a descubrirlas, útil, mientras brillan, revelan,

cuando no, en desengaño, se evaporan.

 

Así, quedadas a las veces, duermen,

residuo al fin de un fuego intacto

que si murió no olvida,

pero débil su memoria dejó, y allí se hallase.

 

Todo es noche profunda.

Morir es olvidar palabras, resortes, vidrio, nubes,

para atenerse a un orden

invisible de día, pero cierto en la noche, en gran abismo.

Allí la tierra, estricta,

no permite otro amor que el centro entero.

Ni otro beso que serle.

Ni otro amor que el amor que, ahogado, irradia.

 

En la noches profundas

correspondencia hallasen

las palabras dejadas o dormidas.

En papeles volantes, ¿quién las sabe u olvida?

Alguna vez, acaso, resonarán, ¿quién sabe?,

en unos pocos corazones fraternos.

 

Vicente Aleixandre

Cuadro: "El poeta llega a Madrid"

 

martes, 14 de marzo de 2023

AMABA LA CÁRCEL DONDE HABITABA

 


AMABA LA CÁRCEL  DONDE HABITABA

 

 

Te amé, lo reconozco, con toda la furia y la locura de los iniciados.

Mi cuerpo de mujer abierto a los deseos claros, se alteró

por tus celos de tenues sonidos imaginarios, y una feroz humillación

atacó la ternura, hasta hacerte un extraño en mi vida.

Para olvidarte, no encontré las fórmulas precisas.

Mi piel encadenada a inolvidables momentos, amaba la

cárcel donde habitabas con legajo de cadena perpetua.

Sin querer retroceder, acepté el sobreentendido tentador,

la posibilidad constante de un encuentro en libertad.

La memoria que convocaba mi insistencia, poseía un desafío

desmedido: “no amar la traición” y asistida por mágicas

razones, quise ser más que una mujer.

Noches encantadas del universo quimérico que pasé a tu

lado, me hicieron un jugador y seguí apostando.

Imposibilitada de cambiar de rumbo, una voluntad sagrada,

me obliga a comprender el tiempo que nos une.

Todo fue imposible, no alcanzó ninguna palabra, ningún

gesto, ningún acuerdo, ni siquiera ningún adiós.

Hoy, deseo que nadie comprometa mi tristeza.

 

Lucía Serrano

Cuadro: "Noche entre rejas" de Miguel O. Menassa

jueves, 9 de marzo de 2023

YO, LA QUE TE QUIERE

 

YO, LA QUE TE QUIERE

 

 

Yo soy tu indómita gacela,

el trueno que rompe la luz sobre tu pecho.

Yo soy el viento desatado en la montaña

y el fulgor concentrado del fuego del  ocote.

Yo caliento tus noches

encendiendo volcanes en mis manos,

mojándote los ojos con el humo de mis cráteres.

Yo he llegado hasta vos vestida de lluvia y de recuerdo,

riendo la risa inmutable de los años.

Yo soy el inexplorado camino,

la claridad que rompe la tiniebla.

Yo pongo estrellas entre tu piel y la mía y

te recorro entero,

sendero tras sendero,

descalzando mi amor,

desnudando mi miedo.

Yo soy un nombre que canta y te enamora

desde el otro  lado de la luna,

soy la prolongación de tu sonrisa y tu cuerpo.

Yo soy algo que crece,

algo que ríe y llora.

Yo,

la que te quiere.

 

Gioconda Belli

Cuadro: "Ella" de Miguel Oscar Menassa

 

lunes, 6 de marzo de 2023

LA CASA

 


LA CASA

 

 

Esta casa no es la que era.

En esta casa había antes

lagartijas, jarras, erizos,

pintores, nubes, madreselvas,

olas plegadas, amapolas,

humo de hogueras…

 

                                        Esta casa

no es la que era. Fue una caja

de guitarra. Nunca se habló

de fibromas, de porvenires,

de pasados, de lejanías.

Nunca pulso nadie el bordón

del grave acento: “nos quieren…”

No podíamos ser solemnes,

pues qué hubieran pensado entonces

el gato, con su traje verde,

el galápago, el ratón blanco,

el girasol acromegálico…

 

Esta casa no es la que era.

Ha empezado a andar, paso a paso.

Va abandonándonos sin prisa.

Si hubiera ardido en pompa, todos,

correríamos a salvarnos.

Pero así, nos da tiempo a todo:

a recoger cosas que ahora

advertimos que no existían;

a decirnos adiós, corteses;

a recorrer, indiferentes,

las paredes que tosen, donde

proyectó su sombra la adelfa,

sombra y ceniza de los días.

 

Esta casa estuvo primero

varada en una playa. Luego,

puso proa a azules más hondos.

Cantaba la tripulación.

Nada podían contra ella

las horas y los vendavales.

Pero ahora se disuelve, como

un terrón de azúcar en agua.

Qué pensará el gato feudal

al saber que no tiene alma;

y los ajos, qué pensarán

el domingo los ajos, qué

pensarán el barril de orujo,

el tomillo, el cantueso, cuando

se miren al espejo y vean

su cara cubierta de arrugas.

Qué pensarán cuando se sepan

olvidados de quienes fueron

la prueba de su juventud,

el signo de su eternidad,

el pararrayos de la muerte.

 

Esta casa no es la que era.

Compasivamente, en la noche,

sigue acunándonos.

 

José Hierro

Cuadro: "Landhaus in Ruel" de Edouard Manet 

domingo, 5 de marzo de 2023

EL AMOR A LO LEJOS

 


EL AMOR A LO LEJOS

 

 

Hace mil años abandonamos el último beso en una noche

devorada por las montañas

Indefensa entre los colmillos del páramo

Entre las serpientes petrificadas que silban en el viento

Y la ternura de caminar en la niebla con una bujía cuya

pálida piel flota en el aire como un halo

Chisporroteando en la mansión de las lluvias poblada de

espejos que ondulan con un lamento de eucaliptos

sombríos

Podríamos comenzar así esa novela inconstante:

“Una vez cruzábamos el desierto donde el pájaro del desdén

se cierne lleno de adioses sobre las almas

Y sus miradas iluminan las poblaciones con un diamante gris

Mientras dormíamos graznaba en sueños con el reclamo de

países hechiceros abiertos lentamente al abandono

Pero ahora en su pecho hay fisuras relampagueantes como

las ruinas del amor

Como esas incisiones profundas que dejan irse el gusto de los días

Desierto magnético

Desierto descabellado con una rosa de nieve eterna

resplandeciendo hasta las lágrimas

Como la dádiva del demonio de la lejanía

Puro y ardiente

De ojos dorados que atraviesan el mundo”

 

  ¡Oh insensato!

 

Ya sólo quedan los diferentes disfraces escogidos por morir

Tanta pasión tanto desamparo

Entre unas matas de cactus y unas frases de esperanza

suplicando el lazo del estrangulador

Lanzado por estrellas salvajes sobre la llanura de un cuerpo

En vez de despojos

En vez de sonrisas

En vez de sangre seca

Esta ráfaga abrasadora y esta temporada en el infierno.

Los monumentos de hiedra viva palpitan con una música

en la oscuridad

Con los secretos de la aventura

Entonces abrías tus más bellas heridas en una cámara de

cristal vertiginosa

Donde la tierra es arrancada a sus cadenas por la velocidad

del deseo

O te ocultabas en tu madriguera

De amor de fieras de invernáculo

Escogiendo amuletos invisibles al borde de la locura:

Pequeños trozos de tempestad para no olvidad nunca

que se cuelgan del cuello como esas piedrecillas

transparentes que dan la luz de la nostalgia

Canciones besos alegorías de la dicha y ascuas de la gran

batalla ya inmóvil en el alma y desprendida de la

insaciable mutación de la vida

Pequeños fragmentos de eternidad

 

Pequeñas frases sueltas de una oscura sentencia

 

Un nido de víboras en el torbellino de un sueño

 

Enrique Molina

Cuadro de Ramón Casas

 

sábado, 4 de marzo de 2023

LA SOLEDAD

 


LA SOLEDAD

 

ESCENA I

 

Vendrá.

Vendrá.

Lo ha escrito.

La semana que viene.

Mientras, blanqueo la casa,

arreglo la cocina,

termino de pintar el techo de la alcoba.

Ahora

tengo una nueva cama,

dos sillas de nogal,

una cómoda, un buen palanganero,

una mesa que no se tambalea…

Somos dos solamente…¿Qué más puedo querer?

Afuera,

en mitad del jardín,

engordan los tomates…

Hay acelgas, lechugas,

rábanos, zanahorias…

Las patatas,

reventando en la tierra,

sólo están esperando su llegada.

Las ramas del durazno se doblan… el ciruelo

no puede aguantar más… cuando los miro,

parece que me dicen “No nos toques. Ya viene.”

Tengo un gallo cantor

y hasta siete gallinas ponedoras…

Todo está preparado.

Vendrá. Pienso que el martes…

si no, a lo más tardar,

la mañana del miércoles…

o quizás en la noche… Sí, mejor… ¡En la noche!

 

 

ESCENA II

 

Vendrá.

Vendrá.

Lo ha escrito.

Ya pasó una semana.

Viene desde muye lejos…

De allá del norte… en tren…

Casi dos mil kilómetros…

Muy lejos… malos trenes…

Y el calor… y el polvo

que entra por todas partes…

La casa está ya lista: una paloma blanca

de cal pura… Lucientes,

más brillantes que el oro,

la sartén, el perol, la cacerola… Y luego,

la cama grande, grande… cubierta de una colcha

de colores, con pájaros…

Pero muchos kilómetros sin nadie… Eso me han

dicho…

Y el calor… Y el polvo…

Tendrá sed…. Aquí, el agua

no falta casi nunca… Va a gustarle esto mucho…

Poco trabajo para ella… Yo

lo haré todo. Soy fuerte todavía….

¿Ella? Bueno. Veremos.

Es mi mujer…. No quiero que se canse.

“Trae aquí eso tomates… mira, aquellos de allá,

tan colorados…” Nunca los ha visto.

Dirá que no… “¿Lechugas como éstas,

tan blancas? ¿Y los rábanos? ¡Tampoco!

Vamos, mujer… te esperan las gallinas…

¿Qué más quieres? El postre

ahí lo tienes colgado del ciruelo.

Extiende el delantal y sacude una rama…”

Ya es muy tarde. Le tomo la cintura…

Se sonríe… ¡Qué hermosa”

Apagamos la luz…

Así. ¡Cuántos kilómetros!

Hoy es miércoles ya… vendrá esta noche.

 

 

ESCENA III

 

¿Vendrá?

Puede que venga.

Lo dice en esta carta que aquí llevo.

Se está yendo el verano… y llueve. Las patatas..

¡cuántas ya se han podrido!

Los tomates se hincharon de tal modo

que rodaron por tierra, derramándose.

La fruta se acabó. Nunca los pájaros

comieron más duraznos y ciruelas.

Las acelgas… ¡Qué viejas y amarillas

están ya! ¡Qué buen tonto

sería si plantara de nuevo más lechugas!

Las gallinas cloquean por los muertos sembrados.

La lluvia ha enverdecido el banco de la casa.

La cocina está negra de hollín… miro las sillas…

Una está sin usar… la otras ya tiene

partido el palo… el suelo

cruje sucio de tierra.

En un rincón, la escoba se aburre. Hace ya un mes

que no lavo las sábanas… tan sólo,

enganchada de un clavo del muro de la alcoba,

sigue la nueva colcha de los pájaros.

 

Llega el otoño ya.

Mi mujer no ha venido. Yo no la conocía…

No la conocí nunca.

Era joven. Lo sé.

Unos veintidós años…

Aquí tengo su carta…

Yo he cumplido sesenta…

El polvo… el calor… tal vez tantos kilómetros…

¡Vaya usted a saber!


Rafael Alberti

Cuadro de Edward Hopper

viernes, 3 de marzo de 2023

RECONOZCO ESTA HORA



RECONOZCO ESTA HORA

 

 

Es esa hora que solía llegar enmascarada entre los pliegues

de otras horas;

la que de pronto c.omenzaba a surgir como un oscuro

arcángel detrás de la neblina

haciendo retroceder mis bosques encantados,

mis rituales de amor, mi fiesta en la indolencia,

con sólo trazar un signo en el silencio,

con sólo cortas el aire con su mano.

Esa, la de mirada como un vuelo de cuervo y pasos

fantasmales,

que venía de lejos con su manto de viaje y las mejillas

escarchadas,

y se iba bajando la cabeza, de nuevo hasta tan lejos

que yo buscaba en vano la huella del carruaje en el pasado.

Hora desencarnada,

color de amnesia como dibujada en el vacío del azogue,

igual que una traslúcida figura enviada desde un retablo

del olvido.

¿Y era su propio heraldo,

el fondo que se asoma hasta la superficie de la copa,

la anunciación de dar a luz las sombras?

No supe descifrar su profecía,

ese susurro de aguas estancadas que destilan a veces

los crepúsculos,

ni logré comprender el torbellino de plumas grises con que

me aspiraba

desde un claro de ayer hasta un vago anfiteatro iluminado

por lluvias y por lunas,

allá, entre los ventisqueros del irreconocible porvenir;

aquí, donde ahora se instala, maciza como el demonio

del advenimiento,

en su sitial de honor en medio de la asamblea de otras horas

pálidas, transparentes,

y me dice que mis bosques son luces extinguidas y aves

embalsamadas,

que mi amor era erróneo, como un espejo que se contempla

en otro espejo,

que mi fiesta es un cielo replegado en el sudario de

mis muertos.

Y se queda esta vez, sin bajar la cabeza.

 

Olga Orozco

Cuadro: "El confín del tiempo" de Miguel O. Menassa

  

jueves, 2 de marzo de 2023

LA VOZ DE LA BESTIA

 


LA VOZ DE LA BESTIA

 

 

Cabalgó feroz la locura enfurecida, esperando poder

movimientos alados, lujurias antes del alba.

La luz de nuestros cuerpos les partía el corazón a los extraños.

Para que yo no necesite nada, la música de los imposibles

convocaba permanentemente al ser de la escritura.

La voz de la bestia me llamaba, intentando que escriba

incógnitas perdidas y liberadas.

Espero que la insolencia del lenguaje n me encuentre distraída.

Fuimos ángeles, yo lo recuerdo.

Volábamos sobre los campos recién sembrados, buscando

extraños recuerdos que nunca supimos por qué necesitábamos tanto.

Insólito el tiempo. gozaba de la santidad que ocultaban nuestras

carcajadas.

Sucias habilidades de mendigos disfrazados de hombres cultos,

nos aislaron el cuerpo.

Los escombros no tocaron nuestro cielo.

Solo quedaba la escritura para penetrar los aires que cruzan

mares insurrectos.

Sin corazón reconocido, podremos vivirlo todo de nuevo.

Son brutales los misterios.

 

Lucía Serrano

Cuadro: "La selva de mi" de Miguel O. Menassa

 

miércoles, 1 de marzo de 2023

EL PERRO RABIOSO

 


EL PERRO RABIOSO

 

1

Muero porque las pulgas me inoculen

la sangre de los perros más rabiosos,

me vuelvan los colmillos venenosos

y el hombre que hay en mí me lo estrangulen.

 

Que ni el odio y la furia disimulen

cuanto de hirientes, graves, peligrosos

son mis serios arranques rencorosos,

sin puños que los frenen y regulen.

 

Época es de morder a dentelladas,

de hincar hundiendo enteras las encías,

contagiando mi rabia hasta en la muerte.

 

Revolcándose, mira inoculadas aullar

las horas de los malos días, por morderlas

¡oh Tiempo! y por morderte.

 

 

2

Mordido en el talón rueda el dinero,

y se retuerce ya en su sepultura,

con la iglesia y el hambre, la locura

del juez, del militar y del banquero.

 

Mordida y por el mismo derrotero

va la familia, llaga que supura,

en una interminable calentura,

jugo de muladar y estercolero.

 

Huele a rabia, a saliva, a gente seca,

contaminando un humo corrompido

la luz que ya no alumbra, que defeca.

 

El cadáver del Tiempo está podrido,

y sólo veo una espantable mueca,

una garganta rota, un pie mordido.

 

Rafael Alberti

Cuadro de Francisco de Goya