LA CASA
Esta casa no
es la que era.
En esta casa
había antes
lagartijas,
jarras, erizos,
pintores,
nubes, madreselvas,
olas
plegadas, amapolas,
humo de
hogueras…
Esta casa
no es la que
era. Fue una caja
de guitarra.
Nunca se habló
de fibromas,
de porvenires,
de pasados,
de lejanías.
Nunca pulso
nadie el bordón
del grave
acento: “nos quieren…”
No podíamos
ser solemnes,
pues qué
hubieran pensado entonces
el gato, con
su traje verde,
el galápago,
el ratón blanco,
el girasol
acromegálico…
Esta casa no
es la que era.
Ha empezado
a andar, paso a paso.
Va abandonándonos
sin prisa.
Si hubiera
ardido en pompa, todos,
correríamos
a salvarnos.
Pero así,
nos da tiempo a todo:
a recoger
cosas que ahora
advertimos
que no existían;
a decirnos
adiós, corteses;
a recorrer,
indiferentes,
las paredes
que tosen, donde
proyectó su
sombra la adelfa,
sombra y
ceniza de los días.
Esta casa
estuvo primero
varada en
una playa. Luego,
puso proa a
azules más hondos.
Cantaba la
tripulación.
Nada podían
contra ella
las horas y
los vendavales.
Pero ahora
se disuelve, como
un terrón de
azúcar en agua.
Qué pensará
el gato feudal
al saber que
no tiene alma;
y los ajos,
qué pensarán
el domingo
los ajos, qué
pensarán el
barril de orujo,
el tomillo,
el cantueso, cuando
se miren al
espejo y vean
su cara
cubierta de arrugas.
Qué pensarán
cuando se sepan
olvidados de
quienes fueron
la prueba de
su juventud,
el signo de
su eternidad,
el
pararrayos de la muerte.
Esta casa no
es la que era.
Compasivamente,
en la noche,
sigue acunándonos.
José Hierro
Cuadro: "Landhaus in Ruel" de Edouard Manet
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