RECONOZCO ESTA HORA
Es esa hora
que solía llegar enmascarada entre los pliegues
de otras
horas;
la que de
pronto c.omenzaba a surgir como un oscuro
arcángel
detrás de la neblina
haciendo
retroceder mis bosques encantados,
mis rituales
de amor, mi fiesta en la indolencia,
con sólo
trazar un signo en el silencio,
con sólo
cortas el aire con su mano.
Esa, la de
mirada como un vuelo de cuervo y pasos
fantasmales,
que venía de
lejos con su manto de viaje y las mejillas
escarchadas,
y se iba
bajando la cabeza, de nuevo hasta tan lejos
que yo
buscaba en vano la huella del carruaje en el pasado.
Hora
desencarnada,
color de
amnesia como dibujada en el vacío del azogue,
igual que
una traslúcida figura enviada desde un retablo
del olvido.
¿Y era su
propio heraldo,
el fondo que
se asoma hasta la superficie de la copa,
la
anunciación de dar a luz las sombras?
No supe
descifrar su profecía,
ese susurro
de aguas estancadas que destilan a veces
los
crepúsculos,
ni logré
comprender el torbellino de plumas grises con que
me aspiraba
desde un
claro de ayer hasta un vago anfiteatro iluminado
por lluvias
y por lunas,
allá, entre
los ventisqueros del irreconocible porvenir;
aquí, donde
ahora se instala, maciza como el demonio
del
advenimiento,
en su sitial
de honor en medio de la asamblea de otras horas
pálidas,
transparentes,
y me dice
que mis bosques son luces extinguidas y aves
embalsamadas,
que mi amor
era erróneo, como un espejo que se contempla
en otro
espejo,
que mi
fiesta es un cielo replegado en el sudario de
mis muertos.
Y se queda
esta vez, sin bajar la cabeza.
Olga Orozco
Cuadro: "El confín del tiempo" de Miguel O. Menassa
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