EL AMOR A LO LEJOS
Hace mil
años abandonamos el último beso en una noche
devorada por
las montañas
Indefensa
entre los colmillos del páramo
Entre las
serpientes petrificadas que silban en el viento
Y la ternura
de caminar en la niebla con una bujía cuya
pálida piel
flota en el aire como un halo
Chisporroteando
en la mansión de las lluvias poblada de
espejos que
ondulan con un lamento de eucaliptos
sombríos
Podríamos
comenzar así esa novela inconstante:
“Una vez
cruzábamos el desierto donde el pájaro del desdén
se cierne
lleno de adioses sobre las almas
Y sus
miradas iluminan las poblaciones con un diamante gris
Mientras
dormíamos graznaba en sueños con el reclamo de
países
hechiceros abiertos lentamente al abandono
Pero ahora
en su pecho hay fisuras relampagueantes como
las ruinas
del amor
Como esas
incisiones profundas que dejan irse el gusto de los días
Desierto
magnético
Desierto
descabellado con una rosa de nieve eterna
resplandeciendo
hasta las lágrimas
Como la
dádiva del demonio de la lejanía
Puro y
ardiente
De ojos
dorados que atraviesan el mundo”
¡Oh
insensato!
Ya sólo
quedan los diferentes disfraces escogidos por morir
Tanta pasión
tanto desamparo
Entre unas
matas de cactus y unas frases de esperanza
suplicando
el lazo del estrangulador
Lanzado por
estrellas salvajes sobre la llanura de un cuerpo
En vez de
despojos
En vez de
sonrisas
En vez de
sangre seca
Esta ráfaga
abrasadora y esta temporada en el infierno.
Los
monumentos de hiedra viva palpitan con una música
en la
oscuridad
Con los
secretos de la aventura
Entonces
abrías tus más bellas heridas en una cámara de
cristal
vertiginosa
Donde la
tierra es arrancada a sus cadenas por la velocidad
del deseo
O te
ocultabas en tu madriguera
De amor de
fieras de invernáculo
Escogiendo
amuletos invisibles al borde de la locura:
Pequeños
trozos de tempestad para no olvidad nunca
que se
cuelgan del cuello como esas piedrecillas
transparentes
que dan la luz de la nostalgia
Canciones
besos alegorías de la dicha y ascuas de la gran
batalla ya
inmóvil en el alma y desprendida de la
insaciable
mutación de la vida
Pequeños
fragmentos de eternidad
Pequeñas
frases sueltas de una oscura sentencia
Un nido de
víboras en el torbellino de un sueño
Enrique
Molina
Cuadro de Ramón Casas
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