AMANTES DE LA NOCHE
NOCHE licuante y a la vez
tan densa.
¿Has visto cómo nos demuda
el rostro
cuando en la oscuridad nos
encontramos?
Hay un matiz cutáneo que
destiñe
a sensibilidad de nuestros
rostros,
y mis labios nocturnos te
preguntan;
¿Cómo te llamas? Y tu voz
responde
como si fuera el techo de sí misma:
¿Quién eres?¡Ah, los dos
nos ignoramos
bajo esta oscuridad que
nos separa
y a la vez misteriosa nos
concilia!
Tienes miedo, de mí, yo
tengo miedo
de tus labios, del musgo
de tus sienes,
del frío movimiento de tu
traje,
de incitar tu quietud
próxima al éxtasis,
de los cisnes que vagan en
tus lágrimas
y de la suavidad de tus
arrullos.
vamos por el jardín y
recelosos
nuestros labios se besan y
preguntan:
¿Quién eres? Y es tu voz
la que reclama.
Y ¿quién eres? Mis labios
te suplican.
¡Oh dolor de ignorar lo
que sabemos!
¡Oh certeza fallando en
los augurios!
¡Oh ausencias y cercanas
lejanías
que el amor embellece en
el espíritu!
¡Oh partir de nosotros sin
movernos!
¡Oh quietud de las manos
que se buscan!
¡Oh noche cautelosa que
aglutinas
con laxitud amargos
sedimentos!
¡Oh noche medular como las
vértebras
que viven en nosotros
amarillas!
¡Callamos nuestros nombres
y sabemos
sus sonidos sinfónicos y
letras!
¡Escondemos la faz bajo
tus máscaras,
y buscamos el rostro que
perdimos!
¡Amor mío! Me dices. Y
¡amor mío!
Mis palabras idénticas
suspiran.
Y nos unge la luna y
nuestros labios
palpitan como pétalos
nocturnos.
¡Amor mío, amor mío! Y no
sabemos
qué es el amor y hablamos
sin oírnos
desde unas profundísimas
distancias.
¡Deshójame tus labios!, te
murmuro.
¿O es la niebla que finge
comisuras?
¡Amos mío, amor mío! Y
nuestras voces
incoloras ondulan y
decrecen
Cual músicas y brisas.
¡Amor mío!
¡Amor mío! Y se teme que
en nosotros
es dolor alejándose entre
lágrimas.
¡Oh noche que divides
nuestras manos
aunque estén por sus
músculos atadas!
Extingues el color de
nuestros rostros
que se ven a sí mismos
asediándose.
Nos llenas de agonía ante
los goces.
Nos llevas por jardines
que cintilan
desasidos del polvo y en
el aire.
Transfiguras el cuerpo y
lo refractas
arcano y diferente, si
desnudo.
Nosotros, los amantes en
la noche,
fugitivos del fuego que
adoramos.
Con la luz en la piel y
sofocándola.
Con la carne acoplada y
desunidos.
Llamándonos en sombras:
¡amor mío!
Clamando sin cesar: ¿cómo
te llamas?,
y volviendo a exclamar
¿cómo te llamas?
Hasta que al fin se apagan
nuestros labios
y sus alucinantes
juramentos
de amarnos sin temor hasta
el sepulcro.
Germán Pardo García
De “Labios nocturnos”
No hay comentarios:
Publicar un comentario