“UN HOMBRE CON UN
PAN AL HOMBRO”
Con su andar de
isla caribeña
menea el torso al
son de la última
parranda papayera.
Todavía el pantalón
heredado
por tres
generaciones
arrastra los
jirones dejando
una huella indescifrable
en el recorrido
tortuoso de sus pasos,
como antaño
hicieron los antepasados.
Caballero de musgo,
gesto embebido,
labios insolentes,
frescos,
apetecibles y
furtivos,
sudor de mar,
manos de cal.
La fiesta se
prolongó hasta el amanecer,
las primeras luces
de la mañana
iluminaron un
relente reposado,
calle ungida a
trompicones por el asfalto,
mezcla regurgitando
aroma etílico
y momentos de placer solapado.
Ese día el aire se
desentumeció
con los canturreos
de la mañana,
y corrió un rumor
de promesas
poco a poco
diluidas
por el calor húmero
de las almohadas.
Pasaba, con el
albor del sol a la espalda,
como nadie y como
otro,
lejano e impune,
dueño de vida ajena,
recorriendo la
cuesta en bajada
con un pan al
hombro,
y dejando que aquella
pendiente,
que aquello
pendiente,
acechara el destino
esquivo e incierto
de su querido,
venero de cloaca,
arrabal.
Susana Lorente
De “Cruzando el
abismo”
Cuadro: "El sueño dorado" de Miguel Oscar Menassa
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