ÁGUILA DE LAS LLUVIAS
Si apoyara en la noche mi
cabeza
como sobre algún pecho de
mujer, cuando ya todo
ha cerrado sus ojos,
cuando ya todo ha cruzado las manos
-el odio y el deseo-,
te vería llegar con tus
linternas,
vengador vagabundo
cubierto de flores,
Paraná, río mío.
Tus aguas me reclaman. Me nombran
cuando duermo,
como un ángel de espumas, lacio y adulador,
que arrastrara sus largos cabellos en el fango,
con insaciables súplicas,
con flexibles deseos cuyo enigma ríe de nuestras vanas
ofrendas y prisiones.
Tú recoges, dios nómade,
un perfume inmortal,
pueblos en cuya tea arde
el tabaco,
injurias de unos puertos
de tablones
con sus hoscas mujeres
tendidas en la hamaca
donde las mariposas del
ocaso
beben en sus cabellos un
aceite lascivo y melancólico;
esplendor de malezas
demasiado fervientes en torno a tu
crueldad,
esa desamparada inflexión
de tu poder
modulando sus himnos sobre
el fango,
en la arrebatadora
medianoche,
un instante suspensa entre
la eternidad y la belleza fugitiva
del mundo.
Para siempre te veo,
fulgente rama de la luz, tumba fluida
y cobriza,
hundiendo en el verdor
inmaterial del tiempo
tu juventud sin límites,
tu móvil intervalo,
con el caballo que se
acerca y llora,
con el cangrejo impuro,
con el baño musgoso del
olvido.
¡Río de territorio
apasionado,
todo miseria y fuego, todo
esplendor y furia!
Látigo de volutas y
remansos
en espasmos de arenas,
donde tu fango engendra a
unos niños feroces,
el ardor de unas almas que sin saber te nombran en la desolación de los besos,
en las orillas, en la miel
del agua.
Allí giró la tórrida
hermandad de la nube y la tarde,
la lerda cofradía de las
lluvias
en procesión hacia el
hogar natal,
donde la golondrina se
detiene
y abre su pico para morir
sobre la piedra fría.
¡Barranca indescifrable!
¡Y mi alma sojuzgada
por esa ley de insomnes lodazales,
de una comarca huraña,
loca, cubierta con andrajos
de músicas y sueños,
porque sólo fue amada por
aquella madrastra de paso
taciturno,
cuya vehemencia, cuya pasión,
cuya ternura,
era una voz sin nombre,
una presencia sorda e invencible:
tu corriente, tu lengua de
mil cielos!
Enrique Molina
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