ACERCA DEL VIVIR
El vivir no admite bromas.
Has de vivir con toda
seriedad,
como una ardilla, por
ejemplo;
es decir, sin esperar nada
fuera y más allá
del vivir;
es decir, toda tu tarea se
resume en una
palabra:
Vivir.
Has de tomar en serio el
vivir.
Es decir, hasta tal punto
y de tal manera
que aún teniendo los
brazos atados a la
espalda,
y la espalda pegada al
paredón,
o bien llevando grandes
gafas
y luciendo bata blanca en
un laboratorio,
has de saber morir por los
hombres.
Y además por hombres que
quizás nunca viste,
y además sin que nadie te
obligue a hacerlo,
y además sabiendo que la
cosa más real y
bella es
vivir.
Es decir:
has de tomar en serio el
vivir
que a los setenta años,
por ejemplo,
si fuera necesario plantarías
olivos
sin pensar que algún día
serían para tus hijos;
debes hacerlo, amigo,
debes hacerlo,
no porque, aunque la
temas, no creas en la muerte,
sino porque vivir es tu
tarea.
II
Sucede, por ejemplo,
que estamos muy enfermos;
que hemos de soportar una
difícil operación;
que cabe la posibilidad
de que no volvamos a
levantarnos de la
blanca mesa.
Sucede
que estamos en la cárcel.
Sucede
que nos acercamos
a los cincuenta años,
y que faltan dieciocho más
para ver abrirse las
puertas de hierro.
Sin embargo, hemos de
seguir viviendo
con los de fuera,
con los hombres, los
animales, los
conflictos y los vientos,
es decir, con todo el
mundo exterior que se halla
tras el muro de nuestros
sufrimientos;
es decir: estemos donde
estemos
hemos de vivir
como si nunca hubiésemos
de morir.
III
Se enfriará este mundo,
una estrella entre las
estrellas;
por otra parte una de las
más pequeñas del universo;
es decir, una gota
brillante en el terciopelo azul,
es decir, este inmenso
mundo nuestro.
Se enfriará este mundo un
día,
algún día se deslizará
en la ciega tiniebla del
infinito
-no como una bola de nieve,
no como una nube muerta-,
como una nuez vacía.
Desde ahora mismo se ha de
sufrir por todo esto,
ha de sentirse su tristeza
desde ahora,
tanto ha de amarse el
mundo en todo
instante,
se le ha de amar tan
conscientemente
que se pueda decir: he
vivido.
Aunque sea imposible no
sentir
la tristeza de partir
antes de tiempo,
seguiremos riendo con el último
chiste,
mirando por la ventana
para ver
si el tiempo sigue
lluvioso,
esperando con impaciencia
las últimas noticias de la
prensa.
Sucede, por ejemplo, que
estamos en el frente,
por algo, por ejemplo, que
vale la pena que se luche.
Nada más comenzar el
ataque, al primer
movimiento, puede caerse
cara a tierra, y morir.
Todo esto hemos de
aceptarlo con singular
valor,
y a pesar de todo,
preocuparnos
apasionadamente
por esa guerra que puede
durar años y años.
Nazim Hikmet
Cuadro: Dueño de su vida y su muerte" de Miguel Oscar Menassa
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