EN LA SOMBRA
Sí:
tú me buscas.
A
veces en la noche yo te siento a mi lado,
que
me acechas,
que
me quieres palpar,
y
el alma se me agita con el terror y el sueño,
como
una cabritilla, amarrada a una estaca,
que
ha sentido la onda sigilosa del tigre
y
el fallido zarpazo que no incendió la carne,
que
se extinguió en el aire oscuro.
Sí:
tú me buscas.
Tú
me oteas, escucho tu jadear caliente,
tu
revolver de bestia que se hiere en los troncos,
siento
en la sombra
tu
inmensa mole blanca, sin ojos, que voltea
igual
que un iceberg que sin rumor se invierte en el
agua
salobre.
Sí:
me buscas.
Torpemente,
furiosamente lleno de amor me buscas.
No
me digas que no. No, no me digas
que
soy náufrago solo
como
esos que de súbito han visto las tinieblas
rasgadas
por la brasa de luz de un gran navío,
y
el corazón les puja de gozo y de esperanza.
Pero
el resuello enorme
pasó,
rozó lentísimo, y se alejó en la noche,
indiferente
y sordo.
Dime,
di que me buscas.
Tengo
miedo de ser náufrago solitario,
miedo
de que me ignores
como
al náufrago ignoran los vientos que le baten,
las
nebulosas últimas, que, sin ver, le contemplan.
Dámaso
Alonso
Cuadro: "Encuentro nocturno" de Miguel Oscar Menassa
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