miércoles, 18 de octubre de 2023

EL HOMBRE Y SU ESPERANZA

 


EL HOMBRE Y SU ESPERANZA

 

Ahora me miro por dentro

y estoy tan lejana,

brotándome en lo escondido

sin raíces, ni lágrimas, ni grito

-Intacta en mí misma-

en las manos mías

en el mundo de ternura

creado por mi forma.

 

Me he visto nacer, crecer, sin ruido,

sin ramas que duelan como brazos,

sutil, callada, sin palabra para herir,

ni vientre que rebase de peces.

 

Como rosa de sueño se fue formando mi mundo.

Ángeles de amor me fueron siempre fieles,

en la amapola, en la alegría y en la sangre.

 

Cada caracol supo darme un rumbo

y una hora para llegar.

Y siempre pude estar exacta.

A la cita del agua, de la ceniza y la desesperanza…

 

Frágil, pero vital, fue siempre mi árbol.

Al hombre y al pájaro le fui siempre constante.

Amé como deben amar los geranios,

los niños y los ciegos.

 

Pero en cualquier medida

estuve siempre fuera de proporciones,

porque mi impecable y recién inaugurado mundo

tritura sordos viejos

modas y resabios inútiles.

 

Mi caricia es combate

urgencia de vida,

profecía de cielo estricto

que sostienen los pasos.

 

Creadora de lo eterno,

dentro de mí, fuera de mí,

para encontrar mi universo.

 

Aprendí, llegué, entré,

con adquirida plena conciencia

de que el poeta que va solo

no es más que un muerto, un desterrado,

un arcángel arrodillado que oculta su rostro,

una mano que deja caer su estrella

y que se niega a sí mismo, a los suyos,

su adquirido o supuesto linaje.

 

De esta ciega y absurda muerte o vida,

ha nacido mi mundo,

mi poema y mi nombre.

Por eso hablo del hombre sin descanso,

del hombre y su esperanza.

 

Clementina Suárez

Honduras, 1902

 

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