UN SÁBADO
Un hombre ciego en una
casa hueca
fatiga ciertos limitados
rumbos
y toca las paredes que se
alargan
y el cristal de las
puertas interiores
y los ásperos lomos de los
libros
vedados a su amor y la
apagada
platería que fue de los mayores
y los grifos del agua y
las molduras
y unas vagas monedas y la
llave.
Está solo y no hay nadie
en el espejo.
Ir y venir. La mano roza
el borde
del primer anaquel. Sin proponérselo,
se ha tendido en la cama
solitaria
y siente que los actos que
ejecuta
interminablemente en su crepúsculo
obedecen a un juego que no
entiende
y que dirige un dios
indescifrable.
En voz alta repite y
cadenciosa
fragmentos de los clásicos
y ensaya
variaciones de verbos y de
epítetos
y bien o mal escribe este
poema.
Jorge Luis Borges
Cuadro: "El primer día de la primavera" de Miguel Oscar Menassa
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