RETORNOS DE UNA SOMBRA MALDITA
¿Será difícil, madre,
volver a ti? Feroces
somos tus hijos. Sabes
que no te merecemos quizás,
que hoy una sombra
maldita nos desune, nos
separa
de tu agobiado corazón,
cayendo
atroz, dura, mortal, sobre
sus telas,
como un oscuro hachazo.
No, no tenemos manos,
¿verdad? No las tenemos,
que no lo son, ay, ay,
porque son garras,
zarpas siempre dispuestas
a romper esas fuentes que
coagulan
para ti sola en llanto.
No son dientes tampoco,
que son puntas,
fieras crestas limadas
incapaces
de comprender tus labios y
mejillas.
Han pasado desgracias.
Han sucedido, madre,
verdaderas
noches sin ojos, albas que
no abrían
sino para cerrarse en
ciega muerte.
Cosas que no acontecen,
que alguien pensó más
lejos,
más allá de las lívidas
fronteras del espanto,
madre, han acontecido.
Y todavía por si acaso
hubieras,
por si tal vez hubieras
soñado en un momento
que en el olvido puede
calmar el mar sus olas,
un incesante acoso,
un ceñido rodeo
te aprietan hasta hacerte
subir vertida en sangre.
Júntanos, madre. Acerca
esa preciosa rama
tuya, tan escondida, que
anhelamos
asir, estrechar todos,
encendiéndonos
en ella como un único
fruto de sabor dulce,
igual. Que en ese día,
desnudos de esa amarga
corteza, liberados
de ese hueso de hiel que
nos consume,
alegres, rebosemos
tu ya tranquilo corazón
sin sombra.
Rafael Alberti
Cuadro: "Mi madre" de Miguel Oscar Menassa
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