ÉXTASIS
¡Arder,
arder!
En fuego
limpio de orillas con ceniza,
quemadura
del mundo, sin que una mano
aventara un
hilo de polvo oscuramente turbio.
Arder en
blanco país de pureza, en domada
pasión de
fuego clarísimo.
Llamas en
bandadas de lenguas ávidas de cosas
que se
funden al sorberlas.
Si; llamas
de bocas frías
y ardientes,
devastadoras.
¡Arder,
arder, arder, oh mi único ardor!
Nunca impura.
Eso ya fue. Pasó de mí. Lo he vencido.
Serenísima mi
sangre, toda mía y sumisa;
mi cuerpo ya
no es rito. Mi alma de Dios.
¡Oh mi alma,
desligada de este pozo de mi cuerpo!
Sin oleajes ni furias, sin aquellas
feroces
embestidas a la muerte.
Sigo fuego
tuyo, vida; fuego tuyo y sacro
fuego del
Señor en hierbas finas y resecas,
desgarrando
tejidos de la jugosa
materia que
es el mundo que sí arde.
Limpia para mí, que es ser más tuya
la criatura
que voy siendo: redimida
con toda mi
pasión tallada a golpes
que no
acuñan, que resbalan: son de humo.
¡Arderte, a
Ti; ardernos, oh mi amor hallado
dentro del
gran fuego que es mi cuenco frío!
Carmen Conde
Cuadro: "Amanecer en tus brazos" de Miguel Oscar Menassa
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