EL TEMPLO VACÍO
No sé de dónde
brota la tristeza que tengo.
Mi dolor se
arrodilla, como el tronco de un sauce,
sobre el
agua del tiempo, por donde voy y vengo,
casi fuera
de madre, derramado en el cauce.
Lo mejor de
mi vida es el dolor. Tú sabes
cómo soy. Tú
levantas esta carne que es mía.
Tú esta luz
que sonrosa las alas de las aves.
Tú esta
noble tristeza que llaman alegría.
Tú me diste
la gracia para vivir contigo.
Tú me diste
las nubes como el amor humano.
Y al
principio del tiempo, Tú me ofreciste el trigo,
con la
primera alondra que nació de tu mano.
¡Como el último
rezo de un niño que se duerme,
y con la voz
nublada de sueño y de pureza
se vuelve
hacia el silencio, yo quisiera volverme
hacia Ti, y
en tus manos desmayar mi cabeza!
Lo mejor de
mi vida es el dolor. Tú hiciste
de la nada
el silencio y el camino del beso,
y la espuma
en el agua para la tierra triste,
y en el aire
la nieve donde duerme tu peso.
¡Señor,
Señor! Yo he hecho mi voluntad. Yo he hecho
una ley de
mi orgullo, pero ya estoy vencido.
Como una
madre humilde que me acuna en su pecho
mi espíritu
se acuesta sobre el dolor vivido.
Sobre la
carne triste, ¡sobre la silenciosa
ignorancia
del alma como un templo vacío!
¡Sobre el
ave cansada del corazón que posa
su vuelo
entre mis manos para cantar, Dios mío!
Soy el huésped
del tiempo, soy, Señor, caminante
que se borra
en el bosque y en la sombra tropieza,
tapado por
la nieve lenta de cada instante,
mientras
busco el camino que no acaba ni empieza.
Soy el
hombre desnudo. Soy el que nada tiene.
Soy siempre
el arrojado del propio paraíso.
Soy el que
tiene frío de sí mismo. El que viene
cargado con
el peso de todo lo que quiso.
Lo mejor de
mi vida es el dolor. ¡Oh lumbre
seca de la
materia! ¡Oh racimo estrujado!
Haz de mi
pecho un lago de clara mansedumbre.
¡Seños,
Señor! Desata mi cuerpo maniatado.
Leopoldo Panero
España 1909
Cuadro: "Puentes invisibles" de Miguel Oscar Menassa
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