domingo, 15 de enero de 2023

ESTILO DE FANTASMA

 


ESTILO DEL FANTASMA

 

 

Ya por añejos vinos,

corre sangre, corren caballos negros, corren sollozos, corre muerte,

y el sol relumbra en materias extrañas.

 

Sobre el fluir fluyente, abandonado, entre banderas fuertes,

sujeto tu ilusión, como un pájaro rojo,

a la orilla de los dramáticos océanos de números;

y, cuando las viejas águilas,

atardecen tus pupilas de otoño, llenas de pasado guerrero,

y el escorpión del suceder nos troncha la espada,

mi furiosa pasión,

mi soberbia,

mi quemada pasión,

contra “la muerte inmortal”, levantándose, frente a frente,

enarbola sus ámbitos,

la marcha contra la nada, a la vanguardia de aquellos ejércitos

tremendos,

en donde relucen las calaveras de los héroes.

 

Sí, el incendio en las últimas cumbres;

guarda las lágrimas en su tinaja el vendimiador de dolores,

y sopla un hálito como trágico,

de tal manera ardido y helado, simultáneamente;

suena el miedo, de ser, entonces.

 

Encaramados a todos los símbolos,

feas bestias, negras bestias nos arrojan fruta podrida, cocos

de tontos y obscuras imágenes hediondas,

y los degenerados de verula,

vestidos de perras,

largan amarga baba de lacayos sobre nosotros;

es, amiga, la familia del mundo,

no, es la flor del estiércol, es la flor, es la flor morada y

roñosa de la burguesía;

pero a la medida que nos empequeñecemos de años y de

llantos, para bajar hacia la montaña de abajo,

y la figura de la verdad nos marca la cara,

avanzan hijos e hijas, retozando en la historia, derrochando,

derramando

grandes copas dulces, y el vino y la miel rosada de la juventud,

se les caen

como la risa a la Rusia soviética;

tú y yo nos miramos y envejecemos, porque nos miramos,

y porque el arte patina las cosas,

levantando su ataúd entre individuo e infinito.

 

Ahora, si nosotros nos derrumbamos,

con todo aquello que nos amamos y nos besamos, mutuamente,

cargados de vida,

y en lo cual radicó el honor de la existencia,

va a ser ceniza la figura del sexo y de la lengua y del pecho

y del corazón que ya alumbra,

y en los pies estará todo el peso del mundo,

y ya nos vamos llegando, aproximando a la órbita, llenando

de dispersión, colmando de sombra,

y tu belleza batalla contra tu belleza…

 

Emigran las golondrinas desde tu pelo de pueblos;

el tiempo de las cosechas del trigo y el vino

flamea en tu corazón cubierto de huevos de tiempo y manzanas,

es decir, como tarde, cuando la tarde arrea sus rebaños;

nosotros dos, nosotros, cómo nos morimos, y cómo,

en ti la niña marchita, tan linda,

entristece de dignidad feliz a la mujer hermosa y profunda,

como un carro de fuego,

en mí, el adolescente agresivo y entusiasta,

yace en este animal desesperado, con pecho tremendo, que

agita la dialéctica;

país de soledad, adentro del cual golpea y revienta el océano,

y es una enorme isla, tan pequeña, que da espanto, y gira

rugiendo,

porque dos criaturas están abrazadas;

 

huele a agua mojada, a paloma amarilla, a novela, a laguna,

a vasija de otoño,

y un horizonte de suspiros y sollozos

suspende una gran tormenta sobre las nuestras cabezas;

el pájaro pálido de las hojas caídas

aletea a la ribera de los recuerdos, entre los braseros arrodillados,

y retornan las viejas lámparas del pretérito.

 

Pablo de Rokha

Chile, 1984

 Cuadro: "Los visitantes" de Miguel Oscar Menassa

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