NOCTURNO MENOR
He olvidado. Es verdad. He
olvidado con extraño olvido.
Hay hombres que olvidan
como lo hacen todos los seres,
y apenas si vuelven los
rostros para ver lo que amaron o aman.
En ellos está escrita la
palabra nunca,
o siempre,
y ¡adiós! Les gritan desde
acantilados tempestuosos.
Atrás sufren habitaciones
con efigies que luego se borran.
En las paredes ocultos
rastros y en las páginas de los libros
flores que viven existencia de disecada sangre,
con olor a disueltos jardines y a cutáneos
aromas.
Yo nada tengo que olvidar.
En mi casa no hay ausentes
que habiten
el cuerpo de las horas.
No hay señales de seres
amados y las páginas
de mis libros antiguos
carecen de fechas como algunos sepulcros.
Detrás de mí no quedan
bosques más hermosos cuando el otoño
con las últimas lluvias
del verano los lava.
Cuando yo muera no habrá
recuerdos míos custodiándome
ni devolverán las aguas
tanta cosa mía hundida.
Aún así olvido. Lo siento
mientras escribo este nocturno
como un ciego que pinta
con carbón su nombre en las murallas.
Olvido. Es verdad. Olvido extrañamente
y cuando salgo en busca de
cuerpos y de formas
para recordarlos,
revivirles
y amarles,
camino entre la sombra y
las piedras se vuelven
como algodón negro que se
hunde debajo de mis palabras.
Germán Pardo García
Cuadro: "Para seguir viajando" de Miguel Oscar Menassa
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