lunes, 24 de julio de 2023

DESTRUCCIÓN BAJO EL MAR

 


DESTRUCCIÓN BAJO EL MAR

 

 

Suelo descender a profundidades oceánicas

que en partes todavía sin explorar de mi espíritu existen.

Allí mi atormentado mundo no acaba de formarse

o se desintegró hace mucho y sus ruinas en mi alma se mueven.

 

Son esas partes mudas, desconocidas, de anfibios horizontes

que no se han visto nunca y sin embargo se recuerdan.

Seguido por moluscos y esponjas ambulantes,

quelonios y estrellas de mar, hacia abajo navego.

Glaucos ojos esféricos de asteroide o de atún me contemplan

invadir como huésped intruso.

Más abajo mi alma choca contra arrecifes de oro

que tienen perlas incrustadas y corales crecientes.

 

Mi deseo vital les extiende las manos

y ese núcleo de estrellas encantadas y de oro se rompe.

Arriba en la superficie círculo fugaz de espumas delata

que algo que no fue mío pereció para siempre.

Más abajo encuentro escombros de volúmenes como cúpulas

de una ciudad castigada por el mar. Tal vez la pretérita

ciudad mía,

aquella de las casas purísimas y los altares elevados

al universo: la desaparecida ciudad mía que hoy suplica

desde lo más patético de su estrago sin lágrimas,

aprisionada por fúnebre peso de sal y de exterminio.

Desciendo más y más y descubro en declives

de colores lacustres, más augurio de estrago.

Allí se disolvió un arco iris que ahora tiñe de sangre,

y de azul

y de verde

y de lila,

la concentrada palpitación de aquel submar.

Grupos de figuras vencidas me recuerdan

tantos seres amados. Allí están con las sienes

inundadas, las manos densamente inundadas,

mientras vegetaciones marítimas absorben

la claridad que les subía por las venas hasta el árbol del sueño.

Y bajo más y más hasta los paraísos

amorfos y frustrados de mi ser, y hasta las catacumbas

en donde el grito del sepulcro

no logra evasión.

Y desciendo y desciendo vertical y vertiginoso

hasta lo más profundo mío, allá donde mi esencia

principia a confundirse con el origen de las cosas

increadas o inconclusas.

Declino hasta lo más eterno y profundo mío, allá donde mi cuerpo

ya no me pertenece ni mi alma; al fondo del gran mar

disolvente y licuante

en donde me sumerjo desde hace siglos, desde ayer, desde hoy mismo,

para volver desde hace siglos cada instante a la tierra,

al centro de las formas que me ven regresar de la nada,

deshecha en mil jirones mi escafandra de viento

y con la frente empapada por sudor que todo lo corroe,

semejante al agua con yodo del mar, o a esa otra furia

de ese otro mar que nombro y que golpea como el corazón

de un hombre

contra los acantilados del Tiempo.

 

Germán Pardo García

Cuadro: "Encima de la balsa" de Miguel Oscar Menassa

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