DANZANDO CON LA CIERVA
Cada vez que aprendo algo
nuevo sobre la dignidad
un ciervo se detiene
erguido, salta y se posa otra vez inmóvil
a la orilla de este campo
ensombrecido por haber
perdido el día.
Golpea al fuerte músculo
que mi pecho guarda
y desaparece en el bosque
donde yo no puedo ir por mis miedos.
Hay días que aparece como
cervatillo, la cabeza grande
sobre su cuerpo perfecto
y suaves puntos blancos.
Hay días que es una cierva
que corre con otras de su
especie,
o la imagen del macho que
truena con sus astas
atacando a las aguas que
dan forma a esta tierra, su gracia furiosa.
Alguien le comenta a una
amiga delgada
que ha bajado de peso.
La amiga le responde
gracias.
La cierva se levanta
silenciosa en mi garganta.
Soy yo la que digo
gracias, gracias,
y las palabras resuenan
bajo mi piel.
Seguimos pasando las
páginas de couché,
contorneándonos con la
melancolía del flautista, un mensaje
en que pequeños cinturones
aprietan talles de avispa
sobre latas de líquidas
promesas.
Hoy danzo con la cierva.
Pero soy también ciervo y
cervatillo,
una cámara lenta que rueda
y los poderosos brazos
que me colocan en este
lugar precioso.
Ubicada en la historia.
Ubicada en el tiempo.
Ahora el bosque sse revela
ante mis ojos
que danzan hacia sus
secretos como estrellas.
Margaret Randall
Cuadro: "Recordando el baile de la bella" Miguel Oscar Menassa
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