jueves, 6 de julio de 2023

EN DONDE LA MEMORIA ES UNA TORRE EN LLAMAS

 


EN DONDE LA MEMORIA ES UNA TORRE EN LLAMAS

 

 

No, ninguna caída logró trocarse en ruinas

porque yo alcé la torre con ascuas arrancadas de cada

infierno del corazón.

Tampoco ningún tiempo pronunció ningún nombre con su

boca de arena

porque de grada en grada un lenguaje de fuego los levantó

hasta el cielo.

 

Nadie se muere aquí.

Una criatura vela

envuelta entres sus plumas de ángel invulnerable

jugando con ayer convertido en mañana.

Vuelve a escarbar con un trozo de espejo los terrenos

prohibidos, la oscuridad sin nombre todavía,

para entregar a cada huésped la llave al rojo vivo que abrirá

cualquier puerta hacia este lado,

una consigna de sobreviviente

y las semillas de su eternidad

-un áspero alimento con un sabor a sed que nunca cesa-.

 

Nadie se pierde aquí.

A la entrada de cada laberinto

la adolescente aguarda con un ovillo sin fin entre las manos.

Otra vez del costado donde perdura el eco,

una vez más el lado que se abre como un faro hacia la

soledad,

hay un hilo que corre solamente desde siempre hasta nunca,

que ata con unos nudos invencibles las ligaduras de la

separación.

Con ese mismo hilo tejía sus disfraces de araña la impostura

y el estrangulador, noche tras noches, preparaba su lazo mejor

para mañana.

Pero ella sonríe aún detrás de su cristal de azul melancolía

escribiendo sobre el vaho de las nuevas traiciones las más

viejas promesas

con un tizón ardiendo,

para que nadie pierda la señal,

para que a nadie borre ni siquiera el perdón.

 

Nadie sale de aquí.

Yo convierto los muros en ansiosas hogueras que alimento

con sal de la nostalgia,

con raíces roídas hasta el frío del alma por la intemperie

y el destierro.

Yo cierro con mis ojos todas las cerraduras.

No hay grieta que se entreabra como en una sonrisa para

burlar la ley,

ni tierra que se parta en la vergüenza,

ni un portal de cenizas labrado por la cólera, el sueño o el

desdén.

Nada más que este asilo de paso hacia el final,

donde siempre es ahora en todas partes al sol de la vigilia,

donde los corredores guardan bajo sus alas de ladrones de

adiós a todo mensajero del destino,

donde las cámaras de las torturas se abren en una escena de

dicha o infortunio que ninguna distancia consigue

restañar,

y por cada escalera se asciende una vez más hasta el fondo

de la misma condena.

 

Ésta es la torre en llamas en medio de las torres fantasmas

del invierno

que huelen a guarida de una sola estación,

a sótano cerrado sobre unas aguas quietas que nadie quiere

abrir.

A veces sus emisarios vienen para trocar cada cautivo

ardiente por una sombra en vuelo.

Entonces oigo el coro de las apariciones.

Llaman áridamente igual que una campana sepultada.

 

Zumban como un enjambre elaborando para mi memoria

un ataúd de reina helada en el exilio.

 

Mis días en los otros ua no son nada más que una semilla

seca,

un hilo roto,

la irrevocable momia del olvido.

 

Olga Orozco

Cuadro: "Nacimiento del fuego" de Miguel Oscar Menassa

 

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