miércoles, 19 de julio de 2023

LA VISIÓN DE DONDE HA SALIDO ESTE LIBRO

 


LA VISIÓN DE DONDE HA SALIDO ESTE LIBRO

(Fragmento)

 

 

Tuve un sueño: se me apareció el mudo de los siglos.

 

Era carne viva mezclada con granito sin tallar,

una inmovilidad hecha inquietud,

un edificio con ruido de muchedumbre,

agujeros negros con destellos de feroces ojos,

evoluciones de grupos monstruosos,

grandes bajorrelieves, frescos colosales;

el muro a veces se abría y dejaba entrever salas,

antros donde se apoltronan afortunados, poderosos,

vencedores embrutecidos de crimen, embriagados

de incienso;

estancias de oro, de jaspe y de porfirio;

y ese muro se estremecía como un árbol por el céfiro;

todos los siglos ahí estaban,

con la frente ceñida de torres o de espigas,

tristes esfinges acuclilladas sobre el enigma;

los cimientos parecían vagamente animados;

todo ascendía en la sombra; diríase un ejército

petrificado con el feje que lo guía.

 

En el momento que osaba trepar la Noche;

ese bloque flotaba como nube que rueda;

era muralla y era muchedumbre

el mármol empuña el cetro y la espada,

el polvo lloraba y sangraba la arcilla,

las piedras que caían tenían forma humana.

Todo el hombre con el desconocido soplo que lo lleva,

Eva ondulante, Adán flotando, uno y diverso,

palpitaban sobre el muro; y el ser y el universo,

y el destino, hilo negro que la tumba devana.

A veces el relámpago en la lívida pared

hacía lucir de pronto millones de caras.

Yo veía ahí esa Nada que llamamos Todo;

Los reyes, los dioses, la gloria y la ley, el paso

de las generaciones a la deriva por las edades;

y ante mi mirada se prolongaban sin fin

las plagas, los dolores, la ignorancia, el hambre,

la superstición, la ciencia, la historia.

Como una fachada negra hasta perderse de vista.

 

Y ese muro, compuesto de todo lo que se derrumbó,

se alzaba, escarpado, triste, deforme. ¿Dónde?

No lo sé. En un lugar cualquiera de las tinieblas.

 

No hay niebla ni álgebras que resistan,

en el fondo de las cifras y de los cielos,

a la fijeza calma y profunda de los ojos;

yo contemplaba ese muro, vago y confuso al principio,

donde la forma parecía flotar como una ola,

donde todo parecía vapor, vértigo, ilusión;

y, bajo mi mirada pensativa, la extraña visión

se hacía menos brumosa y más clara, a medida

que mi pupila se volvía menos turbia y más segura.

 

Victor Hugo

Cuadro: "Nacimiento del fuego" de Miguel Oscar Menassa

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